Desde hace poco más de un siglo se produjo uno de los fenómenos más significativos de migración humana masiva a escala global.

Miles de personas dejaron de vivir en sus lugares natales para desplazarse hacia espacios y futuros remotos, en un movimiento fluido que unió las orillas de un océano intermediario.

Partieron de casi todas las regiones Europa y de algunas de Asia para probar suerte, principalmente en América y en Oceanía, pero también en África.

A este fenómeno se lo puede entender como "diáspora", tanto por la dispersión de un pueblo o comunidad por diferentes espacios del mundo, como por las comunidades formadas a partir de la unión de migrantes con origen geográfico y cultura similares.

Hacia fines del siglo XIX y principios del XX la Argentina fue uno de los países que acogió españoles, vascos, polacos, portugueses, italianos, libaneses, franceses, alemanes, yugoeslavos, sirios, rusos, ucranianos, judíos, checoeslovacos, turcos, rumanos armenios, daneses y galeses, entre los grupos más numerosos.

También llegaron japoneses, austríacos, suecos, belgas, suizos, australianos y neozelandeses.

A esta emigración de ultramar se sumó la continental latinoamericana, proveniente de Bolivia, Paraguay, Chile, Perú, Ecuador, Brasil, Uruguay, Colombia, Venezuela y México.

Y, desde entonces, agradecidos por la oportunidad y perseverantes en sus proyectos, participaron en construir un país en ciernes.

Se instalaron donde pudieron, se aglutinaron con sus paisanos, formaron familias entre pares o con miembros de otras nacionalidades e inclusive -y, a contramano de las ideas políticas imperantes- compartieron el suelo, el trabajo y la vida con nuestros pueblos originarios.

Olavarría ha sido un ejemplo de ello.

Si bien la movilidad humana caracteriza a la especie desde sus orígenes, hace más de cuatro millones de años las diásporas tienen, en sus entrañas, un motivo claro: vivir en condiciones críticas extremas, sin poder revertirlas en lo inmediato y con riesgos de perder la vida.

Entonces se huye y se busca, con certeza o a tientas, un lugar donde salvarse.

Sin duda, diversos fenómenos naturales contundentes llevan a moverse. Pero han sido las guerras, la hambruna, la discriminación, la persecución, la inequidad y la codicia; es decir la irracionalidad entre los humanos lo que en mayor medida expulsó y expulsa a la gente de su propia tierra.

El 4 de septiembre celebramos en Argentina el Día de la Inmigración.

Como gran parte de América, la Argentina es un territorio multiétnico, donde la cultura no resulta de la suma de parcialidades sino del sincretismo, de la intención y de la necesidad de armonizar ideas, saberes y prácticas diferentes, esto es, la base de una convivencia democrática, sin preponderancias ni hegemonía.

Hoy la Unión de Colectividades de Olavarría manifiesta su propósito de continuar el camino iniciado por aquellos inmigrantes; el de preservar y poner en valor un patrimonio cultural particular y diverso a la vez, nucleando a todas las colectividades en el mismo esfuerzo y compromiso.