Miguel Cilley, Lorena Markovina y Mario Arabito   

La arquitectura de una ciudad resulta de la sumatoria de múltiples acciones ejercidas por sus habitantes desde diferentes roles. A través de instituciones civiles y gubernamentales, o desde la intervención individual del que construye su casa o su lugar de trabajo, la sociedad se desarrolla generando espacios que cobijan la vida de sus individuos. 

Olavarría con sus 155 años de historia, muestra hoy una regular trama urbana, asentada en la pampa, bordeada de antiguas orografías y atravesada por un curso de agua que es protagonista de su origen, y motivo de cotidianas alegrías y desvelos. Sus construcciones se han ido aglutinando sobre la estricta trama ortogonal, generando los corredores de calles y avenidas y los espacios vacios de plazas y parques.

Toda esta masa urbana tiene sus protagonistas específicos, que desde los primeros constructores italianos hasta los diversos profesionales actuales, han ejercido su papel conductor, materializando ideas y proyectos, con técnicas tradicionales y de constante evolución. Constructores de oficio, ingenieros, arquitectos, maestros mayores de obra; residentes en la ciudad o venidos de otros lugares; aportando sus saberes de muy diferentes extracciones, han dado respuesta a los requerimientos de los ciudadanos.

No existe hasta ahora, un registro ordenado de todos estos actores. Se conocen nombres aislados unos de otros, cuando su historia podría revelar seguramente ignoradas conexiones.

Es propósito de estas líneas señalar a uno de esos actores: el arquitecto Hector Vazquez Brust. Nombrando una de sus obras, la terminal de ómnibus, se evidencia de inmediato la identidad de su obra y la trascendencia de sus aportes a la escena arquitectónica olavarriense.

Vazquez Brust actúa profesionalmente en Olavarría entre los años 1959 y 1978. Es en los '60, cuando Olavarría experimenta una prosperidad económica paralela a la de las cementeras y otras empresas de minería. El derecho a la explotación de canteras conocido como impuesto a la piedra, instituido por la comuna en 1948, es tal vez su principal impulsor. En este marco de eufórico crecimiento el municipio emprende importantes obras de infraestructura e intervenciones urbanas. El sector privado, industrial y comercial acciona con similar entusiasmo. La ciudad vive un período expansivo en todos los órdenes que se prolongará hasta mediados de la década del'70.

Integra su estudio con el arquitecto Carlos García Durán. En este equipo básico operan sucesivas incorporaciones de otros profesionales como Carlos Cerbero y Milda Schmidt, su esposa. Construyen en total, en Olavarría y su región unas 146 obras. 

En esta frondosa producción, localizada casi toda en el partido de Olavarría, se destaca la obra publica: la Terminal de Omnibus, la sede del Colegio Nacional, hoy escuela media Nº6, la delegación Municipal de Recalde. Los edificios para el sector privado como El Triunfo, hoy iglesia evangelista, y la sede del Circulo Médico y el edificio de viviendas denominado Torre Moya.

Vazquez Brust y sus socios, responden claramente a las premisas arquitectónicas vigentes en el mundo por esos años. Una de ellas específicamente: el Brutalismo, tendencia europea de la década del '60, es un comportamiento simultáneo en muchos países, que no constituye estrictamente un estilo o un movimiento, sino una manifestación de jóvenes generaciones de arquitectos, sin demasiadas conexiones entre ellos, pero que generan un comportamiento productivo, que los críticos e historiadores de la arquitectura han agrupado bajo esta denominación.

Su principal característica es otorgar a la estructura de hormigón una dimensión central en la resolución proyectual, no solo en la génesis espacial de la obra sino en su calidad expresiva

Esto, en la gran mayoría de los casos, lleva a los edificios a consolidarse como verdaderos hitos urbanos y de referencia identitaria entre la obra de arquitectura y la comunidad.

En Olavarría, el trabajo de Vázquez Brust sigue esta línea de diseño desarrollando edificios con una fuerte impronta en la trama urbana utilizando la estructura portante de hormigón como fundamento conceptual del espacio y expresividad material.

En sus premisas proyectuales, la resolución estructural o la utilización de la estructura no se limita a la mera función de soporte o como un complemento aleatorio sino que se consolida como elemento central del diseño espacial y formal de los edificios. La valoración de la estructura como dispositivo expresivo adquiere relevancia, conformando una estrecha e inquebrantable relación entre soporte y forma final. En sus diseños es el sistema estructural el que define el lenguaje, la apariencia y la semántica arquitectónica, marcando un cambio en el hacer arquitectónico de la ciudad y región.

Terminal de Ómnibus de Olavarría

La Terminal de Ómnibus de Olavarría (Figura 1), quizás su obra emblemática, trascendió lo estrictamente arquitectónico y se transformó en un hito urbano y en ícono identitario de la sociedad olavarriense. Su construcción se desarrolló entre 1965 y 1969, año de su inauguración.

Morfológicamente, se define como un único volumen, simple y compacto, de base rectangular. La sintaxis espacial está conformada por su estructura de soporte materializada en hormigón a la vista: una única lámina plegada en ambas direcciones constituye la cubierta, sostenida desde arriba por dos vigas longitudinales de gran sección y terminación en forma de flecha. Estas dos grandes vigas apoyan, cada una, en seis columnas esbeltas de sección circular que se visualizan por fuera del cerramiento perimetral, acentuando aún más el rol central de la estructura en la definición semántica del edificio.

Interiormente, un entrepiso recorre el frente de acceso, y divide parte del espacio central. Sostenido por sus propias columnas de una elaborada resolución plástica, asoma al exterior en una marquesina definiendo el acceso principal.

Esta impronta estructural en el diseño la diferencia del prototipo habitual de las terminales contemporáneas de la región, donde al paralelepípedo, definido estrictamente por la función, se responde con una estructura metálica liviana sin mayor carga visual.

Colegio Nacional

El Colegio Nacional (Figura 2), al igual que la Terminal, se construye de manera exenta en una manzana completa, aledaña al curso de agua que atraviesa la ciudad, el arroyo Tapalqué, inaugurándose en 1974. El edificio se define como una tipología de claustro, donde las distintas funciones escolares –aulas, dirección, administración, sanitarios, etc.- se distribuyen en los bordes y configuran un gran patio cubierto para actividades comunes que adquiere una significación especial en la constitución de las plantas. La estructura, nuevamente, se establece como protagonista de la génesis del proyecto y de su imagen expresiva. Un anillo perimetral de dos plantas define el claustro que en su desarrollo contiene aulas, dirección, administración, sanitarios, laboratorio, etc. El corte de este anillo es el hilo conductor de la propuesta. Sus columnas de gran sección y vigas en voladizo conforman amplios balcones hacia el claustro y hacia el exterior definiendo su lenguaje arquitectónico. Este esquema se completa con parapetos de placas longitudinales vinculadas a las vigas con sus extremos en forma de "L" formando un único elemento que recurre las cuatro fachada horizontalizando su resolución visual.

La composición estructural reproduce las formas de resolución de la arquitectura de madera.

El planteo inicial contemplaba un futuro crecimiento del edificio en un tercer nivel jerarquizando aún más la idea de claustro y el patio central. Lamentablemente cuando fue necesario ampliar el colegio no se respetó esta idea inicial y se construyó un pabellón yuxtapuesto a modo de réplica, de menor escala, sobre un lateral.

Edificio El Triunfo

El edificio inicialmente para uso comercial denominado El Triunfo (Figura 3) se diferencia de los anteriores al proyectarse para un terreno entre medianeras. El arquitecto García Durán comparte el proyecto. Su construcción data del año 1965. Aquí la forma estructural que define la génesis espacial, no es un entramado de columnas y vigas, sino una bóveda de cañón corrido de sección elíptica. Una cáscara de 8 cm de espesor que recorre longitudinalmente, en sus aproximadamente 45 m. la parcela. Se genera un único espacio interior con una fuerte presencia formal en el entorno. Esta nave abovedada se retira de las medianeras dando lugar a un encuentro constructivo, cuya resolución aparece estudiada al detalle: arcos perpendiculares a la bóveda resuelven iluminación, ventilación y desagües pluviales de hormigón. Una compleja solución que lineal y armónicamente permite el ingreso de luz natural.

El esquema estructural de bóveda se completa con cuatro grandes vigas de igual curvatura de las que "cuelga" la cáscara de hormigón y que, en su desarrollo, se transforman en ocho tabiques de 1,50 m. de largo sobre las medianeras.

A lo largo del tiempo ha cambiado su función lo que demuestra un gran sentido de adaptabilidad a nuevas actividades sin necesidad de modificar su concepción espacial.

Círculo Médico

A mediados de la década del '70 comienzan los trabajos para la sede del Círculo Médico (Figura 4), inaugurada en el año 1979. Esta construcción se desarrolla en un terreno entre medianeras en el microcentro de la ciudad. Del hacer arquitectónico de Vázquez Brust es, quizás, el proyecto con mayor impronta plástica, un carácter de gran expresividad, que innova morfológicamente con su particular respuesta final a un programa simple de oficinas y auditorio. Esta respuesta formal es pensada principalmente a través del corte longitudinal del edificio, repitiendo de manera similar, sobre el contrafrente, el perfil curvo y el aventanamiento seriado de la fachada principal. Nuevamente es la estructura de soporte el dispositivo que engendra y define el espacio y la imagen expresiva del edificio.

Resalta también en esta composición, la propuesta de ubicar en la planta superior un bloque con curvatura de factura pesada, de masa y opaca, y en contraposición, en la planta baja, un elemento plano de contextura liviana y transparente, rompiendo con la lógica del diseño tradicional.

El uso de la capacidad expresiva de los materiales de construcción para las terminaciones relaciona, sin duda, a esta sede con la tendencia internacional del Brutalismo.

Edificio Moya

El Edificio Moya (Figura 5) es, quizás, la primera obra de Vázquez Brust en Olavarría y la única desarrollada como tipología de vivienda en altura. Data de 1960 y se localiza en área central de la ciudad en una parcela en esquina. En su resolución adopta para la planta tipo un diseño de estricta simetría, con el núcleo de circulación vertical en el centro y departamentos de dos dormitorios a ambos lados. El esquema estructural es parte en la definición de esta simetría, germen de la composición. La planta es simple con el núcleo de circulación vertical en el eje de simétrico y departamentos de dos dormitorios en su laterales. Su lectura morfológica es claramente moderna respetando el tipo de basamento, fuste y coronamiento. En el primero se ubican locales comerciales u oficinas y los accesos tomando dos niveles, los departamentos componen el fuste y el remate se destaca volumétricamente con la sala de máquinas, tanque de reserva, etc. Un artilugio "moderno" utilizado con el fin de jerarquizar la idea de torre, es la incorporación de una planta intermedia que despega el sector de basamento del desarrollo del fuste. En el proyecto original se establecía como vacío pero que, al momento de la construcción, se toma la decisión de cerrar ese espacio abierto.

La estructura portante es clave en la definición del lenguaje moderno final del edificio a través de la visualización de los tabiques del núcleo de circulación vertical y la exteriorización de las columnas que se unen conformando un arco por sobre la terraza. Aportan en ese sentido los balcones con sus parapetos laterales de hormigón de fuerte presencia en la composición, pequeños aventanamientos a manera de cajas seriados verticalmente, ménsulas sobre los dinteles en las fachadas laterales, marquesinas en los accesos y parasoles en la planta baja.

Panteón de la Sociedad Española

Vázquez Brust también realiza obras en el cementerio municipal. El Panteón de la Sociedad Española (1969-1972) es una innovadora idea en la producción profesional regional (Figura 6). Aquí, no aparece la evidencia del betón brut, sus superficies están tratadas con revestimientos. Sin embargo, presenta una singular estructura suspendida, que flota sobre el terreno, que levita sobre el vacío, y genera un espacio que sugiere la existencia de un espacio subterráneo. Dos emparrillados de vigas, se apoyan en columnas que no se perciben desde el exterior provocando el efecto de liviandad opuesto a los pesados cubos ciegos que contienen los nichos. Este dramatismo, propio de la temática funeraria, está aquí provocado por un recurso estructural absolutamente contemporáneo.

Arquitectura residencial

Casa Tasso. En la arquitectura doméstica, Vazquez Brust, persigue también las mismas metas, opera con similares premisas que en los programas institucionales o comerciales. Sigue los principios del movimiento moderno con el postulado de los cinco puntos de Le Corbusier. La estructura aparece señalada expresamente, es decir no oculta. Cubiertas planas y grandes vanos, exhiben un repertorio que, por esos tiempos, se separa de los habituales chalets de ladrillo visto y tejas. El béton brut se manifiesta en tabiques y parapetos, y los volúmenes intentan separarse del terreno con sutiles voladizos. Esta acentuación en la presencia visual de la estructura define el carácter de estas obras.

En la casa Tasso, el esquema de pilotis se evidencia con sencillez y claridad, y los planos horizontales de las losas rematan los volúmenes, generando aleros y transiciones exterior-interior.

Casa Mulle. En la vivienda de la familia Mulle del año 1973 (Figura 8), los muros de cerramiento se transforman en complejos tabiques, pantallas plegadas y perforadas que a manera de biombos contienen los espacios interiores, deconstruyendo la idea de volumen.

Casa Ronco. Toma los postulados teóricos de Wladimiro Acosta y su estudio Helios: parasoles integrales –otro postulado del Movimiento Moderno, responden al control solar y define la imagen de la vivienda. Un programa que contiene un local comercial en planta baja y vivienda en planta alta.

Casa Mattaini. Entre 1973 y 1975, en un terreno en esquina resuelve la casa Mattaini (Figura 10). En este caso opta por la configuración a través de volúmenes yuxtapuestos, suspendidos sobre vacíos, evidenciando el sistema portante de columnas, vigas y losa. Retoma la idea de una planta baja liviana y transparente para el área social de la vivienda, y una planta alta pesada y más opaca para su zona privada. Completa la composición con piezas de madera que, como arbotantes, articulan una galería con el cerramiento hacia la calle.Miguel Cilley, Lorena Markovina y Mario Arabito 

La arquitectura de una ciudad resulta de la sumatoria de múltiples acciones ejercidas por sus habitantes desde diferentes roles. A través de instituciones civiles y gubernamentales, o desde la intervención individual del que construye su casa o su lugar de trabajo, la sociedad se desarrolla generando espacios que cobijan la vida de sus individuos. 

Olavarría con sus 155 años de historia, muestra hoy una regular trama urbana, asentada en la pampa, bordeada de antiguas orografías y atravesada por un curso de agua que es protagonista de su origen, y motivo de cotidianas alegrías y desvelos. Sus construcciones se han ido aglutinando sobre la estricta trama ortogonal, generando los corredores de calles y avenidas y los espacios vacios de plazas y parques.

Toda esta masa urbana tiene sus protagonistas específicos, que desde los primeros constructores italianos hasta los diversos profesionales actuales, han ejercido su papel conductor, materializando ideas y proyectos, con técnicas tradicionales y de constante evolución. Constructores de oficio, ingenieros, arquitectos, maestros mayores de obra; residentes en la ciudad o venidos de otros lugares; aportando sus saberes de muy diferentes extracciones, han dado respuesta a los requerimientos de los ciudadanos.

No existe hasta ahora, un registro ordenado de todos estos actores. Se conocen nombres aislados unos de otros, cuando su historia podría revelar seguramente ignoradas conexiones.

Es propósito de estas líneas señalar a uno de esos actores: el arquitecto Hector Vazquez Brust. Nombrando una de sus obras, la terminal de ómnibus, se evidencia de inmediato la identidad de su obra y la trascendencia de sus aportes a la escena arquitectónica olavarriense.

Vazquez Brust actúa profesionalmente en Olavarría entre los años 1959 y 1978. Es en los '60, cuando Olavarría experimenta una prosperidad económica paralela a la de las cementeras y otras empresas de minería. El derecho a la explotación de canteras conocido como impuesto a la piedra, instituido por la comuna en 1948, es tal vez su principal impulsor. En este marco de eufórico crecimiento el municipio emprende importantes obras de infraestructura e intervenciones urbanas. El sector privado, industrial y comercial acciona con similar entusiasmo. La ciudad vive un período expansivo en todos los órdenes que se prolongará hasta mediados de la década del'70.

Integra su estudio con el arquitecto Carlos García Durán. En este equipo básico operan sucesivas incorporaciones de otros profesionales como Carlos Cerbero y Milda Schmidt, su esposa. Construyen en total, en Olavarría y su región unas 146 obras. 

En esta frondosa producción, localizada casi toda en el partido de Olavarría, se destaca la obra publica: la Terminal de Omnibus, la sede del Colegio Nacional, hoy escuela media Nº6, la delegación Municipal de Recalde. Los edificios para el sector privado como El Triunfo, hoy iglesia evangelista, y la sede del Circulo Médico y el edificio de viviendas denominado Torre Moya.

Vazquez Brust y sus socios, responden claramente a las premisas arquitectónicas vigentes en el mundo por esos años. Una de ellas específicamente: el Brutalismo, tendencia europea de la década del '60, es un comportamiento simultáneo en muchos países, que no constituye estrictamente un estilo o un movimiento, sino una manifestación de jóvenes generaciones de arquitectos, sin demasiadas conexiones entre ellos, pero que generan un comportamiento productivo, que los críticos e historiadores de la arquitectura han agrupado bajo esta denominación.

Su principal característica es otorgar a la estructura de hormigón una dimensión central en la resolución proyectual, no solo en la génesis espacial de la obra sino en su calidad expresiva

Esto, en la gran mayoría de los casos, lleva a los edificios a consolidarse como verdaderos hitos urbanos y de referencia identitaria entre la obra de arquitectura y la comunidad.

En Olavarría, el trabajo de Vázquez Brust sigue esta línea de diseño desarrollando edificios con una fuerte impronta en la trama urbana utilizando la estructura portante de hormigón como fundamento conceptual del espacio y expresividad material.

En sus premisas proyectuales, la resolución estructural o la utilización de la estructura no se limita a la mera función de soporte o como un complemento aleatorio sino que se consolida como elemento central del diseño espacial y formal de los edificios. La valoración de la estructura como dispositivo expresivo adquiere relevancia, conformando una estrecha e inquebrantable relación entre soporte y forma final. En sus diseños es el sistema estructural el que define el lenguaje, la apariencia y la semántica arquitectónica, marcando un cambio en el hacer arquitectónico de la ciudad y región.

Terminal de Ómnibus de Olavarría

La Terminal de Ómnibus de Olavarría (Figura 1), quizás su obra emblemática, trascendió lo estrictamente arquitectónico y se transformó en un hito urbano y en ícono identitario de la sociedad olavarriense. Su construcción se desarrolló entre 1965 y 1969, año de su inauguración.

Morfológicamente, se define como un único volumen, simple y compacto, de base rectangular. La sintaxis espacial está conformada por su estructura de soporte materializada en hormigón a la vista: una única lámina plegada en ambas direcciones constituye la cubierta, sostenida desde arriba por dos vigas longitudinales de gran sección y terminación en forma de flecha. Estas dos grandes vigas apoyan, cada una, en seis columnas esbeltas de sección circular que se visualizan por fuera del cerramiento perimetral, acentuando aún más el rol central de la estructura en la definición semántica del edificio.

Interiormente, un entrepiso recorre el frente de acceso, y divide parte del espacio central. Sostenido por sus propias columnas de una elaborada resolución plástica, asoma al exterior en una marquesina definiendo el acceso principal.

Esta impronta estructural en el diseño la diferencia del prototipo habitual de las terminales contemporáneas de la región, donde al paralelepípedo, definido estrictamente por la función, se responde con una estructura metálica liviana sin mayor carga visual.

Colegio Nacional

El Colegio Nacional (Figura 2), al igual que la Terminal, se construye de manera exenta en una manzana completa, aledaña al curso de agua que atraviesa la ciudad, el arroyo Tapalqué, inaugurándose en 1974. El edificio se define como una tipología de claustro, donde las distintas funciones escolares –aulas, dirección, administración, sanitarios, etc.- se distribuyen en los bordes y configuran un gran patio cubierto para actividades comunes que adquiere una significación especial en la constitución de las plantas. La estructura, nuevamente, se establece como protagonista de la génesis del proyecto y de su imagen expresiva. Un anillo perimetral de dos plantas define el claustro que en su desarrollo contiene aulas, dirección, administración, sanitarios, laboratorio, etc. El corte de este anillo es el hilo conductor de la propuesta. Sus columnas de gran sección y vigas en voladizo conforman amplios balcones hacia el claustro y hacia el exterior definiendo su lenguaje arquitectónico. Este esquema se completa con parapetos de placas longitudinales vinculadas a las vigas con sus extremos en forma de "L" formando un único elemento que recurre las cuatro fachada horizontalizando su resolución visual.

La composición estructural reproduce las formas de resolución de la arquitectura de madera.

El planteo inicial contemplaba un futuro crecimiento del edificio en un tercer nivel jerarquizando aún más la idea de claustro y el patio central. Lamentablemente cuando fue necesario ampliar el colegio no se respetó esta idea inicial y se construyó un pabellón yuxtapuesto a modo de réplica, de menor escala, sobre un lateral.

Edificio El Triunfo

El edificio inicialmente para uso comercial denominado El Triunfo (Figura 3) se diferencia de los anteriores al proyectarse para un terreno entre medianeras. El arquitecto García Durán comparte el proyecto. Su construcción data del año 1965. Aquí la forma estructural que define la génesis espacial, no es un entramado de columnas y vigas, sino una bóveda de cañón corrido de sección elíptica. Una cáscara de 8 cm de espesor que recorre longitudinalmente, en sus aproximadamente 45 m. la parcela. Se genera un único espacio interior con una fuerte presencia formal en el entorno. Esta nave abovedada se retira de las medianeras dando lugar a un encuentro constructivo, cuya resolución aparece estudiada al detalle: arcos perpendiculares a la bóveda resuelven iluminación, ventilación y desagües pluviales de hormigón. Una compleja solución que lineal y armónicamente permite el ingreso de luz natural.

El esquema estructural de bóveda se completa con cuatro grandes vigas de igual curvatura de las que "cuelga" la cáscara de hormigón y que, en su desarrollo, se transforman en ocho tabiques de 1,50 m. de largo sobre las medianeras.

A lo largo del tiempo ha cambiado su función lo que demuestra un gran sentido de adaptabilidad a nuevas actividades sin necesidad de modificar su concepción espacial.

Círculo Médico

A mediados de la década del '70 comienzan los trabajos para la sede del Círculo Médico (Figura 4), inaugurada en el año 1979. Esta construcción se desarrolla en un terreno entre medianeras en el microcentro de la ciudad. Del hacer arquitectónico de Vázquez Brust es, quizás, el proyecto con mayor impronta plástica, un carácter de gran expresividad, que innova morfológicamente con su particular respuesta final a un programa simple de oficinas y auditorio. Esta respuesta formal es pensada principalmente a través del corte longitudinal del edificio, repitiendo de manera similar, sobre el contrafrente, el perfil curvo y el aventanamiento seriado de la fachada principal. Nuevamente es la estructura de soporte el dispositivo que engendra y define el espacio y la imagen expresiva del edificio.

Resalta también en esta composición, la propuesta de ubicar en la planta superior un bloque con curvatura de factura pesada, de masa y opaca, y en contraposición, en la planta baja, un elemento plano de contextura liviana y transparente, rompiendo con la lógica del diseño tradicional.

El uso de la capacidad expresiva de los materiales de construcción para las terminaciones relaciona, sin duda, a esta sede con la tendencia internacional del Brutalismo.

Edificio Moya

El Edificio Moya (Figura 5) es, quizás, la primera obra de Vázquez Brust en Olavarría y la única desarrollada como tipología de vivienda en altura. Data de 1960 y se localiza en área central de la ciudad en una parcela en esquina. En su resolución adopta para la planta tipo un diseño de estricta simetría, con el núcleo de circulación vertical en el centro y departamentos de dos dormitorios a ambos lados. El esquema estructural es parte en la definición de esta simetría, germen de la composición. La planta es simple con el núcleo de circulación vertical en el eje de simétrico y departamentos de dos dormitorios en su laterales. Su lectura morfológica es claramente moderna respetando el tipo de basamento, fuste y coronamiento. En el primero se ubican locales comerciales u oficinas y los accesos tomando dos niveles, los departamentos componen el fuste y el remate se destaca volumétricamente con la sala de máquinas, tanque de reserva, etc. Un artilugio "moderno" utilizado con el fin de jerarquizar la idea de torre, es la incorporación de una planta intermedia que despega el sector de basamento del desarrollo del fuste. En el proyecto original se establecía como vacío pero que, al momento de la construcción, se toma la decisión de cerrar ese espacio abierto.

La estructura portante es clave en la definición del lenguaje moderno final del edificio a través de la visualización de los tabiques del núcleo de circulación vertical y la exteriorización de las columnas que se unen conformando un arco por sobre la terraza. Aportan en ese sentido los balcones con sus parapetos laterales de hormigón de fuerte presencia en la composición, pequeños aventanamientos a manera de cajas seriados verticalmente, ménsulas sobre los dinteles en las fachadas laterales, marquesinas en los accesos y parasoles en la planta baja.

Panteón de la 

Sociedad Española

Vázquez Brust también realiza obras en el cementerio municipal. El Panteón de la Sociedad Española (1969-1972) es una innovadora idea en la producción profesional regional (Figura 6). Aquí, no aparece la evidencia del betón brut, sus superficies están tratadas con revestimientos. Sin embargo, presenta una singular estructura suspendida, que flota sobre el terreno, que levita sobre el vacío, y genera un espacio que sugiere la existencia de un espacio subterráneo. Dos emparrillados de vigas, se apoyan en columnas que no se perciben desde el exterior provocando el efecto de liviandad opuesto a los pesados cubos ciegos que contienen los nichos. Este dramatismo, propio de la temática funeraria, está aquí provocado por un recurso estructural absolutamente contemporáneo.

Arquitectura residencial

Casa Tasso. En la arquitectura doméstica, Vazquez Brust, persigue también las mismas metas, opera con similares premisas que en los programas institucionales o comerciales. Sigue los principios del movimiento moderno con el postulado de los cinco puntos de Le Corbusier. La estructura aparece señalada expresamente, es decir no oculta. Cubiertas planas y grandes vanos, exhiben un repertorio que, por esos tiempos, se separa de los habituales chalets de ladrillo visto y tejas. El béton brut se manifiesta en tabiques y parapetos, y los volúmenes intentan separarse del terreno con sutiles voladizos. Esta acentuación en la presencia visual de la estructura define el carácter de estas obras.

En la casa Tasso (Figura 7), el esquema de pilotis se evidencia con sencillez y claridad, y los planos horizontales de las losas rematan los volúmenes, generando aleros y transiciones exterior-interior.

Casa Mulle. En la vivienda de la familia Mulle del año 1973 (Figura 8), los muros de cerramiento se transforman en complejos tabiques, pantallas plegadas y perforadas que a manera de biombos contienen los espacios interiores, deconstruyendo la idea de volumen.

Casa Ronco. n la casa Ronco (Figura 9), toma los postulados teóricos de Wladimiro Acosta y su estudio Helios: parasoles integrales –otro postulado del Movimiento Moderno, responden al control solar y define la imagen de la vivienda. Un programa que contiene un local comercial en planta baja y vivienda en planta alta.

Casa Mattaini. Entre 1973 y 1975, en un terreno en esquina resuelve la casa Mattaini (Figura 10). En este caso opta por la configuración a través de volúmenes yuxtapuestos, suspendidos sobre vacíos, evidenciando el sistema portante de columnas, vigas y losa. Retoma la idea de una planta baja liviana y transparente para el área social de la vivienda, y una planta alta pesada y más opaca para su zona privada. Completa la composición con piezas de madera que, como arbotantes, articulan una galería con el cerramiento hacia la calle.