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El guion acerca de la vida de Mariana transcurría sin notoriedad pública hasta el capítulo que se cerró hace algunos días, y emocionó y conmocionó a toda la Ciudad.

Mariana Proz anda por los 40 años, compartía la vida con su esposo, sus hijos Valentina, Guadalupe, Benjamín y Natanael, y esperaban la llegada de Isabella cuando se contagió de la Covid-19.

Amante de los deportes, de la vida sana y la sana alimentación, y sin ninguna comorbilidad previa daba el perfil como para transitar la enfermedad -en su estado especial- con los cuidados de forma... sin mayores complicaciones.

Pero la previsibilidad no es una característica de esta enfermedad, y su estado se agravó de tal modo que por larguísimos dos meses su vida y la de su beba quedaron pendiendo de un hilo muy delgado.

Tan fino que más de una vez los profesionales del Hospital creyeron que se cortaba de un momento a otro, que ambos destinos se encaminaban hacia un final inexorable.

Mariana luchó, el personal de salud del Hospital hizo todo lo que está en los libros y más, las cadenas de oración ayudaron, y hace 72 horas apareció en silla de ruedas, rodeada por sus nuevas amigas que visten de ambos, cofias, barbijos, y con dos carteles entre sus manos: uno decía "Gracias a todo el Hospital" y otro "Te vencí COVID".

La doctora Gabriela Gallastegui, jefa del servicio de obstetricia del Hospital Municipal, compartió con sus compañeros y compañeras en esta lucha todas las sensaciones: la angustia, el drama, la desesperanza, el miedo, la esperanza y finalmente la felicidad de ver a Mariana atravesar esa puerta de doble hoja.

"Al principio no había complicaciones en las embarazadas, así que para nosotros Mariana Proz fue la primera experiencia de un caso realmente complicado" confesó Gabriela.

Durante la pandemia, hasta febrero, en el Hospital hay registro de casi 80 casos de mujeres embarazadas que se contagiaron de COVID, cinco de ellas hicieron cuadros severos, Mariana Proz fue el más grave de todos.

Andaba por su séptimo mes de embarazo, se atendía en el ámbito privado y luego de contagiarse del coronavirus el cuadro se complicó con una neumonía.

"Como no iba bien su médica decidió internarla" reveló Gabriela.

Sólo un par de jornadas soportó Mariana en una cierta normalidad, aunque con la asistencia de oxígeno. "De un día para el otro se complicó, que es lo que hace este virus, y ahí se decidió su pase a terapia" recordó.

A partir de su agravamiento mucho fue novedoso entre esas paredes del Hospital, aunque la pandemia lleve casi 15 meses.

"Había que intubarla, estaba realmente muy mal, con pocas posibilidades de sobrevida y hubo que decidir qué se hacía con la bebé, sabiendo que teníamos que sacarla a una edad gestacional aún prematura" comentó la doctora Gallastegui.

En tanto, los médicos fueron madurando los pulmoncitos de Isabella previendo una decisión como la que se tomó.

"Intubada Mariana vieron que no respondía a la medicación, incluso con el bebé en la panza", dijo.

Por el 10 de abril comenzaron a trascender en redes sociales los pedidos de cadena de oración por ambas vidas, la de Mariana y la de Isabella, mientras peleaban contra este virus.

En un caso así la prioridad es la mamá. Los doctores hablaron con la familia, plantearon la situación y advirtieron que la bebé podría no vivir o tener secuelas serias.

"La posibilidad de trabajar con la mamá y pasarle drogas era sin la bebé en la panza" explicó Gabriela. Entonces se decidió hacer una cesárea de urgencia e Isabella nació con menos de un kilo de peso.

"Fue todo muy triste, porque la familia estaba aislada. Hablamos de una enfermedad de tremenda soledad, porque no pueden estar acompañados por nadie, menos en la terapia" expresó.

Gabriela apuntó que "por momentos se llamaba a la familia para prepararlos, porque podía ocurrir lo peor con Mariana. La gente de terapia trabajó muchísimo con ella, pero lo mismo hicieron con otras personas y no pudieron vencer en esta lucha".

Cada dos o tres frases en su relato la doctora Gabriela Gallastegui se preocupó por reivindicar el "monumental trabajo del equipo de salud del Hospital, con Mariana y desde que comenzó la pandemia".

"Sin palabras los que son, tanto el servicio de terapia, la gente de salud mental; las enfermeras ni hablar, los kinesiólogos, el personal de limpieza. Son la compañía que tiene el paciente ahí adentro. Un masajito, un mimo, una caricia a veces son muy importantes" indicó.

Isabella nació bien, al segundo día estuvo "bárbara", fue trasladada al Sanatorio Cemeda (donde aún permanece), pero el calvario de su madre se iba a extender 55 días dentro del Hospital, "e intubada más de 20 días, porque le tuvieron que hacer una traqueotomía ya que se había pasado el tiempo que acepta el sistema".

El COVID insistía en su estrategia desorientadora. Mariana alternaba días buenos con días malos, hasta que su estado de salud se amesetó.

"De a poquito le sacaron el oxígeno, empezó a recuperarse. Mientras estuvo intubada permaneció dormida, pero nosotros íbamos todos los días para contarle de la cesárea; le hablábamos de la bebé; la familia le mandaba audios".

"Sabíamos que es fanática de Abel Pintos, así que le hacíamos escuchar música. Al despertar le hicimos ver varias fotos de la bebé, de la familia. Fue muy emotivo, porque ella se despertaba de a ratos, nos escuchaba, pero no podía hablar. No tenía fuerzas ni para levantar la mano" describió Gabriela.

"Al ver que estaba bien se la pasó a maternidad y ahí sí cambió la cosa, porque además tuvo permanentemente un familiar con ella" acotó.

Ahí el trabajo de salud mental cobró protagonismo. "Las chicas estuvieron todos los días trabajando con ella y también en la integración con su familia. Después de tanto tiempo en terapia hay gente que alucina, que se deprime… Ella estaba muy deprimida" mencionó Gabriela.

La vida de Mariana estuvo cuidada y protegida por profesionales de la salud, hombres y mujeres que tienen una relación privilegiada con el conocimiento científico, sin embargo Gabriela no tuvo reparos en afirmar que "lo de Mariana fue sobre todo el resultado del trabajo de muchísima gente, pero con ayuda extra...".

El martes Olavarría se emocionó con las fotos de Mariana en la puerta de un auto, volviendo al hogar, donde las enfermeras pasan dos o tres veces por día y la atención psicológica es permanente.

"La despedida fue emocionante; las chicas lloraban, ellos muy agradecidos. Fueron 55 días que pasábamos, la veíamos, le hablábamos. Más de una vez pensamos que se nos iba, y tenerla ahí fue conmovedor para todos. Mariana es una luchadora en todo el sentido de la palabra" subrayó.

Tanto tiempo inmovilizada, además del ataque del virus a órganos y sistemas, generó hipotrofia en los músculos del cuerpo.

"Es todo un volver a empezar. Si no podía mover las manos, mucho menos los pies. Se fue a su casa, pero con indicaciones de kinesiología, también debe reeducar el habla por la traqueotomía, atender su alimentación porque bajó muchísimo de peso. La van a tener que ver el cardiólogo y el neomonólogo, ya que este virus puede dejar secuelas" anticipó Gabriela.

Mientras tanto Isabella ya pesa casi dos kilos, toma su leche de la mamadera, y en los próximos días conocerá su casa.

Mamá, papá, sus hermanitos podrán tocarla, acariciarla, mimarla y besarla.

Mariana e Isabella sintetizan el milagro de la vida, el valor de la ciencia, la labor de los trabajadores de la salud olavarrienses, y en esta lucha por vivir dejaron una lección para todos.

Que la humanidad está en guerra contra un enemigo temible, invisible, del que aún no se descubrieron todas sus flaquezas.

Para quien lo desconozca o subestime, aún no se han inventado adjetivos.

El microorganismo surgido de Wuhan que invadió el planeta ha obligado de reescribir unos cuantos libros, cambiar usos, modificar costumbres.

Lo comprobaron los profesionales de la salud.

"Una de las primeras cosas que nos dijeron cuando empezó esto es que en una pandemia no existe la emergencia. Para un médico eso es tremendo, porque uno ve a un paciente en estado grave y lo primero que hace es ir a atenderlo, sin guantes, sin nada. Nos pasa a nosotros en parto" señaló la doctora Gabriela Gallastegui.

"Con este coronavirus primero hay que cambiarse, respetar todos los protocolos y recién ahí atender al paciente" planteó.

"Debemos priorizarnos porque nos necesitan, y eso es tremendo. Lo mismo pasa en terapia con un paciente con paro cardíaco: primero hay que cambiarse y después atenderlo. No se puede atender sin nada porque es una zona de altísimo contagio" enfatizó la doctora Gallastegui.

"Aunque duela, aunque parezca muy cruel, es así" afirmó.

"En una pandemia no existe la emergencia"

El microorganismo surgido de Wuhan que invadió el planeta ha obligado de reescribir unos cuantos libros, cambiar usos, modificar costumbres.

Lo comprobaron los profesionales de la salud.

"Una de las primeras cosas que nos dijeron cuando empezó esto es que en una pandemia no existe la emergencia. Para un médico eso es tremendo, porque uno ve a un paciente en estado grave y lo primero que hace es ir a atenderlo, sin guantes, sin nada. Nos pasa a nosotros en parto" señaló la doctora Gabriela Gallastegui.

"Con este coronavirus primero hay que cambiarse, respetar todos los protocolos y recién ahí atender al paciente" planteó.

"Debemos priorizarnos porque nos necesitan, y eso es tremendo. Lo mismo pasa en terapia con un paciente con paro cardíaco: primero hay que cambiarse y después atenderlo. No se puede atender sin nada porque es una zona de altísimo contagio" enfatizó la doctora Gallastegui.

"Aunque duela, aunque parezca muy cruel, es así" afirmó.