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La nueva derrota legislativa del Gobierno en el Congreso con la aprobación en Diputados del proyecto opositor sobre Ganancias parece marcar el quiebre definitivo de las alianzas que anudó el oficialismo y que le permitieron imponer sus políticas al iniciar su gestión.

La airada reacción oficial pecó de cierto infantilismo, ya que el presidente Macri, sus funcionarios y legisladores pronunciaron palabras de las cuales muy probablemente deberán arrepentirse, especialmente las que dedicaron, con ira evidente, al diputado Sergio Massa, líder del Frente Renovador, quien conserva una fuerza electoral y legislativa capaz de inclinar la balanza sea en favor del Gobierno o de la oposición.

Esto significa, simplemente, que para gobernar con cierta tranquilidad Cambiemos necesitará al menos hasta las próximas elecciones del FR y en cualquier futura negociación seguramente lo primero que hará Massa será pasar las facturas que irresponsablemente contrajo el oficialismo al dejarse dominar por la bronca.

Esa rabia ya la demostraron legisladores oficialistas al tratarse el tema en el recinto, aunque los cruces más furiosos giraron en torno de otro de los problemas que compró el Gobierno sin necesidad, como lo es el encarcelamiento de Milagro Sala.

Una diputada cometió el sincericidio de decir que el oficialismo tenía "todos los micrófonos" para hablar y que ahí reside el poder de Cambiemos, en evidente alusión al apoyo que les dan los grandes medios, dejando en claro sin necesidad alguna que el "periodismo independiente" en la práctica está a punto de extinguirse.

Por otra parte, flaco favor le hace a la causa oficial enojarse de tal manera cuando en la campaña electoral se había prometido, sin medias tintas y sin dejar lugar a ninguna otra interpretación, que si Macri se convertía en presidente ningún trabajador iba a pagar Ganancias, como por estas horas no dejan de recordar los opositores.

Una de las acusaciones del oficialismo a la oposición es perjudicar la "gobernabilidad". En realidad, esa gobernabilidad está transitando por un camino pleno de acechanzas por una cantidad de cosas internas y externas más importantes que una reforma tributaria parcial y de las que el Gobierno no parece haber tomado debida cuenta.

La principal, claro está, es interna y tiene que ver con las dificultades económicas que sufre la población. En ese aspecto, no deja de ser relevante el desencanto de unos cuantos miles de votantes que depositaron su voto por Cambiemos haciendo cuentas sobre las cosas que podrían comprarse con el dinero extra que recibirían al eliminarse el tributo a los sueldos altos, algo que no solamente nunca ocurrió sino que encima la inflación les achicó sustancialmente los ingresos.

Las tensiones que están latiendo en la sociedad por ahora se traducen en un aumento de la violencia social, que no solamente es obra exclusiva de los delincuentes, sino que ahora también surge de las propias víctimas, en acto o en potencia, como lo demuestran los más de treinta ladrones muertos a manos de ciudadanos comunes y corrientes y los cinco linchamientos, el último de un profesor que había sido condenado por abusos a niños.

Pero de seguir las cosas como hasta ahora es sólo cuestión de tiempo que ese estado de ánimo exasperado se traduzca en una violencia colectiva que puede resucitar la consigna de "que se vayan todos". No está de más recordar que los conflictos entre la Bonaerense y las fuerzas federales amenaza con tener consecuencias lamentables, una de las cuales, sobre las que ya está anoticiado el Gobierno, sea que unos u otros intenten generar disturbios en el conurbano, una zona siempre explosiva.

En el frente externo, la principal fuente de problemas para el Gobierno pasa por el posible cambio de rumbo de la política exterior estadounidense, la que podría dejar sin rumbo a la Argentina en el concierto internacional, además que un mayor proteccionismo norteamericano traería problemas económicos, tanto en el plano comercial como en el financiero, ya que podría sepultar las esperanzas de Cambiemos de solucionar todo con el crédito externo.

Otro problema interno que surge ahora es el judicial. El pedido de procesamiento del Presidente, de su ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay y del titular del BCRA, Federico Sturzenegger, que hizo la fiscal Paloma Ochoa le demuestra al Gobierno que la espada judicial tiene doble filo.

Al pedir la imputación de los hombres del Gobierno por el manejo de las Lebacs, la fiscal recordó la causa del dólar futuro por la cual está procesada CFK, generándole a la Justicia Federal, que ya avaló al juez Claudio Bonadío en su embestida contra la ex presidenta un problema de difícil resolución.

Si mantienen su postura respecto del caso del dólar futuro deberían avalar también el procesamiento por el manejo de los títulos de deuda de corto plazo.

Como todavía no está nada claro el tema de las sociedades off shore, el costado judicial puede ser otra dificultad para el Gobierno, que debería seguir con atención lo que está ocurriendo en Brasil.

En este contexto, dinamitar los puentes con la oposición con palabras o actitudes imprudentes puede tener un alto costo en el futuro inmediato.