La restauración cristinista del poder, los efectos en lo local y el desquite de Eseverri
Cristina Kirchner se adueñó definitivamente del Gobierno e impuso su criterio ante un Alberto Fernández absolutamente entregado y resignado. El nuevo gabinete solo tiene más volumen político que el anterior. El impacto en el FDT local. La estrategia de Eduardo "Bali" Bucca y su deskirchnerización de la campaña. Manes y la UCR. Eseverri quiere volver.
La furiosa pelea entre Cristina y Alberto terminó con un resultado esperado: un triunfo de la vice y claudicación de Alberto en cargos muy significativos, no por la dimensión de los reemplazados y reemplazantes sino que representaban las colinas en disputa.
Cristina logró cortarle la cabeza al vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, quien fue duramente castigado por la Vicepresidenta en su carta abierta del jueves por la tarde. Una vez más, y en modo monárquico, el poder terminó "matando" al mensajero. Y bueno, alguien tenía que pagar la derrota del domingo. La Vice se habría asegurado un triunfo y no solo puso cuatro ministros nuevos sino que además no tuvo que sacrificar a ninguna de sus piezas más importantes.
Wado de Pedro, un camporista de buena imagen y de trato afable y empático, capaz de eclipsar la figura de su hijo Máximo, continuó en el Ministerio del Interior; Santiago Cafiero, un cuatro de copas de la política, fue corrido de la Jefatura de Gabinete a una inexistente Cancillería hundida aún más por la pésima, anodina y contradictoria gestión de Felipe Solá, confirmaba la derrota de Alberto. Solá fue como "el hombre que nunca estuvo", como la película de los hermanos Cohen.
El poder parece haberse cristinizado definitivamente con la designación de Juan Manzur en la Jefatura de Gabinete, un tucumano denunciado públicamente por la Vice con lo cual le anticipa de algún modo la relación que van a tener.
La Vice había estado a punto de dinamitar definitivamente a su gobierno con la carta del jueves por la tarde. Fue la continuación del prolijo, agraviante y extenso audio de la diputada Fernanda Vallejos en la que lo trata de "inquilino" del Gobierno al propio Presidente, como si hubiese alguien que fuese el "locador" o propietario.
Lo extraño -quizá no lo sea tanto- fue que ningún diputado/a K pidió una sanción para la diputada verborrágica por sus agravios contra la investidura presidencial. Es en vano, la sumisión hacia la Vice no tiene límites y el Presidente fue dejado en la más completa soledad por su propio bloque.
A la tardecita, Cristina descargó sus obsesiones nuevamente por la vía epistolar. Allí, en modo Perón o Eva, se arrogó la representación directa del pueblo cuando le reclamó al Presidente que "honre" su decisión de elegirlo como candidato y esa misma actitud la cumpla con el pueblo, personificándose ella con esa categoría sociológica que nunca nadie entendió muy bien.
Un riesgo latente
La Vicepresidenta no se ha dado cuenta aún que de perder senadores en noviembre, perdería además la mayoría que le permite desde el Senado la facultad de designar jueces y también destituir a los magistrados molestos o peligrosos. Por lo tanto, y a la luz de las causas que pesan sobre ella y sus hijos, su actitud parece un tanto suicida. Ella se queda sin esas prerrogativas parlamentarias y su agrupación preferida, sin cajas.
El conflicto dentro del Gobierno entró de pronto en una faceta políticamente peligrosa puesto que Monseñor Oscar Ojea, presidente de la conferencia episcopal criticó la interna al decir que "no se piensa adonde ir" sino que "solo se está discutiendo poder".
En fin, Cristina había logrado lo que quiso desde el domingo, esto es cambiar el gabinete, aunque para volver a modificarlo en noviembre. La vice tenía asegurado su triunfo pero seguía sin dirigirle la palabra a su elegido. Su fuerte continúa siendo lo epistolar.
Poder bifronte y voceros
Más allá del nuevo gabinete cristinista, el Frente de Todos parece bastante fracturado, con una estructura bifronte y con sus dos jefes absolutamente enfrentados. Lo que Andrés Malamud calificó de "pimpenelismo de Estado".
El dilema radica en lo que podría pasar en Olavarría si no se logra la unidad en el ámbito nacional. Si continúan como hoy, separados pero bajo una fachada de unidad, lo que queda claro es que el FDT local se quedaría sin un vocero de Alberto.
Se sabe desde hace tiempo que el diputado César Valicenti es Cristina, y en eso ha sido sumamente coherente y consecuente. Pero esa falta de flexibilidad hoy lo condena a representar una parcialidad o un matiz político del espacio. Porque el Presidente se habría quedado sin vocero.
Hubo aquí alguna vez amagos de albertismo pero rápidamente fueron convertidos al camporismo por algunos conchabos.
No creyeron que Alberto y Cristina eran dos seres diferentes y suponían que aquí se sintetizaban ambos. Por lo tanto desestimaron la oportunidad de un armado albertista.
Sigamos imaginando una estructura de poder bifronte. Pese a que el resultado podría ser un empate técnico por dos cosas, porque Santiago Cafiero sigue pero en Cancillería, es decir, se va borrando gradualmente de la foto de la política como el personaje de "Volver al futuro", y Cristina logra a cambio correrlo de su cargo anterior y colocar a un gobernador para captar la colaboración de ese peronismo, un sector que apoyaba a Alberto. Es decir, si bien se parece a un empate técnico, como se dijo, Cristina logró poner cuatro ministros suyos por lo que el nuevo gabinete representa una especie de radicalización o cristinización del gobierno y así se presentará ante el votante.
Los K locales
Sin embargo, y como un premio consuelo, el poder institucional sigue recayendo en la figura del Presidente. No en vano los gobernadores, CGT y el mismo Sergio Massa se colocaron rápidamente de su lado sin importarles los votos que hoy se arroga tener Cristina no definen porque siguen no alcanzando.
De nada le hubiera servido en 2019 si no hubiese contado con el caudal que le aportó Massa a través de Alberto. Dicho de otra manera, sin esos votos, Cristina hoy no sería la Vicepresidenta y no tendría tampoco la oportunidad de disputar poder. Sus famosos votos, entonces, se hubiesen perdido "como lágrimas en la lluvia" como dice el personaje del film Blade Runners.
Por otra parte, los candidatos locales confían en que van a poder elevar su techo de 30 puntos porque sacaron 4 puntos más que Victoria Tolosa Paz. ¿Quienes cortaron su boleta? ¿Fueron cristinistas contrarios a la candidata sabiendo que la puso allí Alberto F.? La única oportunidad entonces de sacar más votos es apostar a un voto local, lejos de las internas. Por lo tanto, el secreto estaría en descristinizar la campaña.
A propósito de ello, se dice que Maxi Wesner cumpliría las dos funciones, esto es de concejal y como titular de la Anses, porque ambas no son incompatibles, pero no cobraría íntegramente por ambos cargos sino que por uno de ellos sumaría los viáticos solamente.
En Juntos por el Cambio dejan que la interna fluya porque, como decía Napoleón -quien lo tomó de Plutarco-, "no interrumpas al enemigo si se está equivocando".
Juntos, solos y desquites
Las internas se deben hacer previamente para poder sumar, caso contrario, restan. El FDT está en ese riesgo, pero Juntos ya sumó y puede seguir sumando. Un radical con un aire de outsiders como Facundo Manes le habría permitido a JxC sumar además el voto de queja contra los políticos. Por lo tanto sería una estrategia no muy acertada radicalizar o partidizar demasiado el voto del neurólogo. Por el contrario, a la UCR le conviene seguir jugando con algo de flexibilidad para sacarle rédito a esa aparente y positiva ambigüedad de lo que representa la figura del médico.
El otro dilema es el eseverrismo, la figura de "Bali" Bucca y su lucha por llegar al piso del 33,33 por ciento para ser senador, y su estrategia de una campaña solitaria o independiente y deskirchnerizada. Liliana Schwindt estaría de acuerdo con ese plan.
El eseverrismo se viene rearmando para alinearse con Sergio Massa. Esa sería la línea, volver al Frente Renovador. José Eseverri ya comenzó a insertarse en la vida cuasi política y social a la vez sumándose como delegado de la lista amarilla de Coopelectric, contra la lista "Verde" que aún no se sabe si seguiría en pie. El consejo de Administración estudiaría el lunes la situación puesto que la oposición no completa la cantidad de avales necesarios y habría algunas cosas para estudiar y definir.
Uno de los motivos que lo habría llevado a Eseverri a trabajar con el oficialismo de la Cooperativa sería el de suponer que habría algo de camporismo en la lista "Verde" por lo que el ex intendente se tomaría entonces un desquite por haber sido ninguneado en Olavarría por La Cámpora que habría actuado así por sugerencia de Miguel Santellán quien desde hace tiempo mantiene una pelea cósmica con los Eseverri.
Peronismo en estado puro
Al peronismo lo caracteriza, según el politólogo Andrés Malamud, una enorme vocación (tal vez desmesurada, diría yo) de poder y una presunta sensibilidad social que refuta en su gestión del gobierno con su índice de pobreza.
El actual enfrentamiento entre Alberto y Cristina tendría que ver claramente con este desenfreno por el poder y una vez más esa particularidad se hace ostensible.
Son componentes de una estructura verticalista que realimenta hasta el cansancio ese proyecto de poder que, como analiza Andrés Malamud, "no incluye un proyecto de nación ni tampoco una ideología", subrayó.
"Ellos hicieron un diagnóstico correcto que fue la unidad, pero con una terapia equivocada", dijo el politólogo en diálogo con este columnista para explicar las causas por las cuales el FDT no había hecho internas.
Claro, acuerdan de algún modo, a la hora del cierre y la pelea interna lo guardan para cuando tienen que gestionar, tal como está ocurriendo ahora.
Tan pronto pueden ser verticalistas, como lo pueden ser ultrademocráticos cuando no tienen el poder. Sería el caso de Gabriel Mariotto, ex vicegobernador de la Provincia en los tiempos de Daniel Scioli, quien luego de obedecer ciegamente a Cristina K. llegó a decirle a un portal mendocino que "Cristina Fernández de Kirchner eligió sola, y se los comunicó al resto del peronismo y kirchnerismo, su decisión de nombrar a Amado Boudou, Alberto Fernández y Axel Kicillof. Los tres se transformaron en un fracaso político. ¿Cuánta responsabilidad tiene, entonces, en el desenlace de esta crisis provocada por la derrota electoral de todo el peronismo unido?", y subrayó: "el dedo no va más en el peronismo. Si dentro del seno de nuestro movimiento subsisten dos o tres pensamientos diferentes, debatámoslos en una interna o PASO, pero basta con el dedo".
¿Pensará lo mismo Mariotto si ese "dedo" lo beneficia a él? Pero algo de lo que dice es verdadero y la historia lo demuestra, esto es, si no dirimen sus internas antes inevitablemente lo harán después, en el ejercicio del poder, siempre y cuando alguien no lo tenga con la intensidad suficiente.
Basta con mirar hacia atrás para confirmarlo. Pasó con Cámpora versus la derecha peronista, política y sindical en 1973, una historia que volvería a repetirse luego de la muerte de Perón y ya con "Isabelita" como Presidenta.
Y el mismo Mariotto fue un protagonista de una de las tantas internas en la inundación que castigó a La Plata cuando la entonces Presidenta se atrincheró en la Facultad de Periodismo para hacer una brutal avanzada contra el Gobernador.
Amplificar la derrota
En el gabinete, tanto los nuevos como los viejos, ninguno es significativo, pero podríamos concluir en que tiene más dimensión política que el anterior y que Alberto perdió la batalla. Pese a que continúa manteniendo el poder institucional, Alberto F. no se ha convencido aún de ello y tal vez por su carencia de autoestima, exista esta tendencia a la claudicación constante.
¿Cómo puede construir alianzas alguien que no está convencido de lo que representa. La situación del gobierno es muy delicada y coloca al país en una situación tan frágil como incierta. El oficialismo recibió el domingo un inesperado cachetazo electoral y en todo el país, pero a la vez con su reacción acabó amplificando la derrota. Y hoy se predispone en noviembre a una paliza similar.
Por ello Alberto no quería apresurarse y cambiar su gabinete como sí lo pretendía Cristina K., no se sabe si por una cuestión política, por una obsesión o porque la Vice pretendía mantener el clima de riña con su discípulo y enemigo a la vez. Cristina es una acaparadora de poderes, como Leonor de Aquitania, aquella duquesa del siglo doce.
Además, no solo que Cristina puso cuatro ministros suyos sino que los que amagaron con renunciar no se fue nadie. Es decir, la Vice terminó cristinizando el Gobierno con lo que ello puede significar en las elecciones de noviembre. En términos ajedrecísticos, con dos o tres cambios de piezas menores, la Vice lo puso al borde el jaque mate al esposo de Fabiola y posible nuevo padre si es que el embarazo no es una opereta para tapar la fiesta.