Claudia Rafael - crafael@elpopular.com.ar

Son tiempos complejos en los que el desencanto tiene un rol protagónico. Tiempos de bolsillos ajustados y desesperanza, que no permiten visualizar un mañana. Y es justamente en tiempos como estos en que irrumpen esos fenómenos que ofrecen paraísos a la vuelta de la esquina. Que bocetan un futuro promisorio mientras, por otro lado, en la vida del trabajo se anuncian aumentos de tarifas, se sufren incrementos en la nafta, se viven a diario subas en lo más básico. No es casual en contextos como el actual que aparezcan los espejitos de colores de Generación Zoe y su líder espiritual Leonardo Cositorto. Esa suerte de pastor que se presentaba como "master coach, consultor internacional, capacitador, conferencista". Y por el que esta semana, el "equipo de difusión Zoe" lanzó un comunicado en el que "pedimos a todas las personas de bien que a partir de las 23:00 horas se unan a la cadena de oración por nuestro CEO Leo Cositorto para que pueda vencer esta embestida de las Fuerzas Obscuras y confiamos en que resurgirá como el Ave Felix para llevarnos a la victoria. Nos encomendamos a Dios y a nuestro Líder para alcanzar juntos el éxito".

Esta "embestida de las Fuerzas Obscuras" como decía en un castellano de ribetes bíblicos investiga hoy –entre otro abanico de bondades del sistema- cómo era posible pagar intereses del 7,5 al 10 por ciento mensual o hasta el 120 por ciento anual en dólares. Cuando una tasa bancaria actual en la misma moneda ronda el 0,1 por ciento anual.

Por estas tierras

Cuando todavía Argentina estaba tratando de emerger tras la crisis socioeconómica que hizo estallar al país en pedazos en 2001, la ciudad conoció en su piel otros fenómenos similares aunque con características propias. Por un lado, LIOL, en el centro y Araceli, la financierita del barrio Luján y, por otro, con protagonistas de otra pertenencia de clase, la firma azuleña Curatola y asociados.

Unas y otros dejaron heridos de gravedad diversa por el tremendo pecado de haber comprado el buzón más viejo de la historia. Heridos que, en casos como el del Telar de la Abundancia, fueron sobre todo mujeres. Una mecánica que se reivindicaba heredera de prácticas ancestrales africanas entre comunidades femeninas que se apoyaban entre sí: cada semana una mujer contaba con el apoyo del resto para cocinar, limpiar, ocuparse de la ropa y de todas sus necesidades. Durante 2019 tuvo mucho éxito en Argentina y fueron muchas las mujeres que en Olavarría se sumaron a esa red, ya tergiversada, que también se conoció como Telar de los sueños, Flor de la prosperidad o Mandala de la abundancia y que, tiempo después, se desnudó como usuaria del mismo esquema piramidal que constituye una farsa.

Sin misterios

Cada uno de los métodos remite, en el fondo, al viejo esquema creado por el italiano Carlo Ponzi en 1919 en Estados Unidos. "Llegué a este país con US$2,50 en efectivo y US$1.000.000 en esperanzas y esas esperanzas nunca me abandonaron", declaró Ponzi a fin de julio de 1920 al The New York Times. Fue en los días en que se iniciaba una investigación sobre su empresa, Security Exchanges Company, que buscaba desentrañar cómo en unos 7 meses Ponzi había recibido millones de dólares de miles de confiados inversores a los que prometía un interés de 50 por ciento en tres meses. Un sistema que perfeccionó décadas más tarde el estadounidense Bernie Madoff, condenado a 150 años de cárcel por las estafas. Porque tarde o temprano, con condena o sin ella, el sistema termina por caer y dejar un tendal de víctimas que creyeron –al confiar- haber sido tocados con la varita mágica o que sintieron que su inteligencia era superior a la de la media.

El sistema, se llame como se llame, no tiene misterio. Promete altísimos retornos en poco tiempo y el trasfondo es muy simple: se usa el dinero de los nuevos inversores para pagar a los anteriores y dar al negociado un halo de prolijidad y éxito. Pero en el exacto momento en que ya no ingresan nuevos aportantes, empieza el lento desplome que poco después será estrepitoso.

Entre famosos

Leo Cositorto le dio su propia impronta y creó un abanico de ilusiones ligadas a múltiples áreas: desde la criptomoneda a una mina en San Juan, desde una universidad a las construcciones, la cadena de hamburgueserías o la de veterinarias, entre otras. Pero sin dejar de lado un elemento sustancial: la presencia en los medios y el vínculo con famosos. Fotos con Ángel de Brito, Pampita, Mariano Iúdica, Viviana Canosa o Caruso Lombardi. La característica que lo distingue es la impronta quasi religiosa que le dio a su fenómeno. Utiliza todas las estrategias del entrenamiento espiritual desde el que convence con los brazos en alto, las entonaciones vocales con sus pausas estudiadas, un tono centroamericano en su voz y la invitación a "creer en sí mismo" y a "soñar en grande" a quien se preste a escucharlo. Detrás de ese halo de predicador hay miles y miles de damnificados. "46.000 personas, 36 unidades de negocios en 21 países", decía el mismo Cositorto en noviembre de 2021 al conductor televisivo Angel de Brito.

El fenómeno local de la financierita de barrio Luján no tenía ese perfil. Apuntaba a sectores medios o medio bajos. Allí donde la vida cuesta el doble o el triple. Y fue una suerte de diosa en el medio de un naufragio del que costaba emerger. "La tía Araceli", la mujer que se había construido desde el diminuto negocito de ropa hasta transformarse en la salvadora que prometía ganancias exhorbitantes. En un país en el que los bancos daban poco y nada y, encima, habían sido los responsables del derrumbe cuando tras el corralito, se quedaron con los ahorros de los sectores medios. Curatola y asociados era distinto. Tenía más antigüedad y se había ganado las bondades de las franjas más privilegiadas de Olavarría y Azul, contaba con espacios en canales y radios nacionales, y no implicaba el barro de la periferia. Nadie hacía cola en ningún lado. E inclusive, sus víctimas, cuando comenzó el inicio de la caída evitaron reclamos en primera persona.

La otra financierita local, LIOL (Liliana y Olga), tuvo corta vida pero sí intentó a través de nexos entre referentes de varios medios periodísticos hacer una escuela similar a la de Curatola pero con público más amplio. Duró poco. Araceli tenía otra pertenencia social, lo mismo que sus damnificados. Y como en un círculo que se cierra, volvió, tras cumplir su condena en la Unidad 52 de Azul, al mismo rubro con el que se inició: la venta de ropa en un local propio en la ciudad cervantina.

La raiz más profunda del fenómeno está en la credulidad de quienes están dispuestos a creer en espejismos que les multiplicarán el dinero como panes y peces. Pero, además y sobre todo, en la urgencia de quienes necesitan creer a toda costa que existe una parcela de paraíso en la tierra a pesar de la falta de empleo, la ausencia de futuro, la vida a los saltos. Y que se zambullen en las promesas de quienes les pintan un destino de colores que permitirá que "algún mágico día llueva de pronto, la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte", como decía Galeano. Pero el sistema piramidal de Curatola, LIOL, Araceli, Ponzi, Madoff o Cositorto muestra al poco tiempo que "la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen".