Las Guardianas de Historias tienen la palabra
"Es un encuentro maravilloso de historia y de vida, para empezar a contar y dejarles ese legado a mis hijos y nietos", dice Anu Weem, consciente de que cada cuento es un desafío, un nuevo temblor, una oportunidad para tender puentes o aliviar dolores. Llegó de Estonia siendo muy pequeña y acá tejió fuertes lazos pero ahora, a los setenta y tres años, siente la necesidad de abrazar esas historias nórdicas tan atravesadas por guerras y silencios. Las quiere poner en palabras y con esas ganas desembarcó en "Guardianas de Historias", el taller virtual dictado por la museóloga Maribel García. La venezolana Norma Guatarama tampoco pudo resistirse, bajo el argumento de que "la palabra sana, cambia, transforma". Anyelén Cuevas lleva la docencia en el alma: enseña historia y decidió salir al cruce de relatos hechos cuento, como el de Lucy, una campesina del norte neuquino capaz de mantener viva la memoria ancestral. Amelia López no se queda atrás. La narración oral estaba entre sus pendientes y en cierta medida ayudó a reforzar el vínculo con Juan, un abuelo del corazón que se mudó al viejo continente y murió hace un par de años pero este martes, en el cierre del ciclo literario, logró cautivar a su familia que vive en España. Allí cerca, en Italia, Francesca Cavallari, también dijo presente, de la mano de una traductora hinojense que hizo posible los diálogos.
Unas y otras hablan refieren hermosas historias, tejen infinitos, están en amorosa experiencia y en plena de humanidad. Todas recibirán un diploma de las Escuelas Latinoamericanas de Narración Oral a la que pertenece la ex directora de la Red Municipal de Museos de los Pueblos de Olavarría y comparten en este FINDE el legado de la primera edición virtual de Guardianas de Historias que llegó gracias a la pandemia.
Desde la esencia
Cultivar la palabra, recrear la memoria, poner en valor la oralidad. De eso se trata Guardianas de Historias, el taller que dicta Maribel García desde hace 13 años. Ni más ni menos. Quizá por eso Norma Guatarama, que hace un año y medio dejó atrás Venezuela, no dudó en seguir el mismo camino, atraída por la memoria oral. "El compartir experiencias desde la narración oral solo se consigue a través de la conformación de grupos diversos en estilos, pensamientos, vivencias. Eso nos conecta con esa esencia que cada uno de nosotros tiene y que a la larga es una sola", plantea con voz cálida.
Inspirada en la historia de Edgar Ojeda, un hermano de la vida, un compañero y amigo que es cuentacuentos aprovechó el taller para hablar de infancias que dejan huellas. Allí donde "los abuelos, padres, hermanos y tu tierra forman parte de lo que te hacen un ser humano sensible, amoroso de la palabra y respetuoso de la misma", dice.
En su tierra siempre se ocupó de la mediación de la lectura y de la animación pero "acá me ha tocado hacer un poquito de varias cosas, entre ellas incluido espacios de narración oral para niños pequeñitos, talleres en el Ministerio de Educación y en estos momentos cuido un bebecito y vivo en la Ciudad de Buenos Aires", sintetiza.
Claudio Ledesma, presidente del club nacional de cuentacuentos y la museóloga local han sido sus determinantes en esto de "volver a desplegar nuevamente mis alitas en el mundo de la narración. Maribel tiene la generosidad y disposición para generar espacios de encuentro con la palabra. Merece todo mi respeto y afecto por su compromiso con la oralidad, la palabra y con todos los que de alguna forma creemos que los cuentos y las historias ayudan a transformar el mundo", destaca.
Memorias que hablan
Anu Weem vive cerca y a la vez lejos de la Gran Ciudad. A 20 cuadras de la General Paz, en una zona tranquila respecto del covid, lleva 10 años ligada a la narración oral y fundó la Rueda de Cuentos en Biblioteca Popular Juan Bautista Alberdi en San Andrés. Las historias de vida son sus preferidas, también la de los pueblos. Por eso, al regresar de Villa Ventana y pasar por Olavarría, quedó intrigada con Hinojo y los orígenes de ese extraño nombre hasta que un día, a través de un video de Maribel García, supo de qué se trataba. "Algún día voy a ir", se prometió la mujer, atraída especialmente por las historias de inmigrantes.
"Vengo de Estonia. Nací en Alemania y a los 2 años me vine con mis padres, mi abuela paterna y una tía", expone mientras va dosificando la información. Volvió en 2012 y pudo recorrer lugares muy significativos de sus antepasados, como la facultad de su padre abogado. "Mi mamá era más chica. Se conocieron en un campamento de refugiados y vinieron a la Argentina huyendo de las bombas y los tanques de guerra", apunta, dispuesta a reconstruir al menos en parte esa dolorosa historia.
No es fácil apropiarse de ese pasado, al que accedió "solo a una parte y desde hace poco. No nos han contado mucho porque nos han protegido", admite, con cierto dejo de admiración. Por eso la búsqueda, ligada a la palabra ausente entre sus antepasados y que es "una columna vertebral y pone en transparencia sentimientos, historias y orígenes. Hay conservarla y transmitir. Vengo de historias dolorosas que no se han expresado ni en gestos ni en palabras", reconoce.
Anu cree que Guardianas de Historias llegó en el momento justo, en esa "posibilidad de escucha generosa, nada habitual", analiza la bibliotecaria que se despidió del taller con una "historia de inmigrantes italianos detrás de alguien a quien arrancaron verde", cuenta entre risas.
Por la memoria
Anyelén Cuevas vive en Neuquén. Es profesora de historia y estrenaba su trabajo en la dirección de Museos de la Provincia cuando llegó la invitación del taller. "Parte de mi pasión es conocer esas distintas historias de la vida cotidiana que forman parte de nuestro presente y combinar los espacios de la memoria donde contamos las historias de las personas", destaca.
Es lunes y acaba de llegar a uno de los museos que tiene a su cargo. Apura el paso para encender las estufas y hacer que el lugar sea amigable. Habla con entusiasmo y cuenta que la despedida de Guardianas con Historias será de la mano de Lucy Cantero una "campesina del norte neuquino con historias muchas veces anónimas" pero que encierran relatos de "seres muy valientes y soñadores" como este que se gestó a orillas del río Neuquén, en el departamento Pehuenche. Justamente por su compromiso con los derechos humanos recibió una distinción de Abuelas de Plaza de Mayo y eso la hizo única, con una historia que merecía ser contada para honrar su lucha social y las banderas que alzó en tiempos de dictadura.
Contar con el alma
La de Amelia López es una historia singular. Le gusta la narración y se autodefine como defensora de la memoria, por ser "el patrimonio intangible que se va legando de generación en generación".
Conoció a Maribel García cuando fue a Tres Lomas. "Nunca me perdí sus presentaciones porque llegan al alma y cuando me enteré del taller no dudé en inscribirme porque quiero aprender a narrar", asume la mujer que integra el Grupo Amigos de las Letras de su pueblo.
La narración oral era algo que tenía pendiente como la necesidad de contar la historia de Juan. "Fue mi abuelo del corazón. Estaba en el momento justo y el lugar apropiado, o lo estaba yo, con el perro de mis sueños, un viejo pastor inglés", describe. Eso fue en una de las ediciones de los Torneos Bonaerenses y en medio de una charla le contó su historia y que se iba a vivir a España con la hija y no podía llevarlo. Ahí decidió adoptar a Pancho, de regreso a Tres Lomas. "Lo trajimos con toda la delegación, estaban felices con la gigante mascota", recuerda, con alegría.
"Nos escribimos cartas con el abuelo Juan y al cabo de unos años su yerno me escribe diciéndome que había fallecido. Me partió el corazón. Pancho ya era viejito vivió algunos años más hasta que también se fue. Guardé todas las cartas y la última, la del yerno José Luis, fue la que 18 años después trajo esta historia", cuenta Amelia, a horas de emocionar y emocionarse junto a la familia de Juan, que desde España participó del cierre de Guardianas de Historias.
Decir desde otro lugar
A Francesca Cavallari le resulta atrapante reconstruir la vida de poblaciones antiguas a partir de las manifestaciones materiales que han dejado. Eso la llevo a estudiar arqueología, una disciplina en la que la idea de los objetos que cuentan una historia siempre está presente. Le encanta escribir aunque admite que la historia oral es diferente.
"Hay una relación directa con el público que, cuando se escribe, falta y así que pensé que era interesante profundizar en este aspecto. ¿Cómo capturar al oyente? ¿Hay historias que vale la pena contar o es la forma de decir que hace la diferencia? ¿Cómo usar la voz?", dice desde su Italia natal, pegada al traductor. No habla español pero se las ingenia para dialogar al borde del Mediterráneo.
Se sumó a Guardianas de Historias con una intérprete como aliada más "la ayuda de Maribel hablando también del lenguaje corporal y así pude captar la atención". Los encuentros le resultaron "muy estimulantes" por la polifonía de relatos provenientes sobre todo de América del Sur y, en particular, de Argentina "desde el punto de vista humano como de la experiencia". Pero también hace retrospectiva y mira hacia "los cantores griegos como Homero o las fábulas contadas por los abuelos o su vida durante la guerra". Con Maribel García siente haber descubierto una narración oral más relacionada con lo social, "ligada a la propia comunidad, a las historias de la vida cotidiana y eso para mí un descubrimiento. Me parece mucho más vivo en América Latina que en nosotros", reconoce la italiana.
Unidas por la narración oral, recrearon la memoria desde Neuquén, Italia, Buenos Aires y Olavarría o hilvanaron historias desde Venezuela y Estonia. Mujeres con historias que merecen ser contadas y que encontraron en Guardianas un oasis ideal en medio de esta pandemia.