Como consecuencia de la incertidumbre propiciada por el coronavirus, las rutinas más arraigadas se vieron alteradas sin período de adaptación y, en ese viraje inevitable al que se vieron sometidas nuestras vidas, quedaron expuestos los desfasajes propios del incesante ritmo de vida actual, al verse alterados los horarios y los espacios por una mayor convivencia.

Si bien aún es prematuro marcar el surgimiento o la profundización de algunas patologías asociadas con este fenómeno, sí se pueden comenzar a destacar algunas generalidades registradas en el accionar diario y en el intercambio simbólico derivado de las relaciones al interior de cada familia, visibles en mayor o menor grado en la actualidad.

En un escenario donde ha variado la atención al público, donde los emprendimientos gastronómicos tienen permitido funcionar con la mitad de su capacidad, al igual que el transporte público y los gimnasios, por citar sólo algunos ejemplos, sin clases presenciales y con el imprescindible cumplimiento de variados protocolos para evitar una mayor transmisión del letal virus, la psicóloga Valeria Di Giano, especializada en niños, adolescentes y familia, abordó la existencia de diversas situaciones derivadas de la denominada "nueva normalidad".

Al analizar "qué proceso hace la familia" en medio de tan profundos cambios, la profesional planteó que "me gustaría que el tema que me convoca fueran más certezas que preguntas. No porque las preguntas no me gusten, al contrario, las elijo. Sino porque la incertidumbre donde es mejor estar con certezas, asusta. Asusta al más valiente", reflexionó al analizar las variaciones más comunes con impacto en la vida doméstica.

Con la aparición de nuevos estímulos y reacciones diferentes a las habituales porque la situación así lo requiere, "el miedo que viene aparejado con el no saber, o no tener herramientas ‘para’, nos sumerge a todos los que habitamos la familia en un misterio profundo". En ese contexto, remarcó que "los tiempos que venimos pasando han sido, y siguen siendo, un desafío para los seres humanos y especialmente para las familias".

En ese punto, la psicóloga se refirió a la inmediatez con la cual se fueron planteando los nuevos desafíos a la cotidianidad. "La metamorfosis que sufrió el trabajo, la escuela, las relaciones sociales, los deportes, las actividades recreativas ha urgido que todos construyéramos nuevas formas de abordarlas, con apuro e improvisación".

En medio de esas transformaciones, varió el ritmo de la convivencia. "El hecho de que hayan pasado ya tantos meses -casi un año-, que entre ellos haya terminado la escuela y comenzado las vacaciones y que nuevamente estemos prontos a comenzar las clases, encontró a la familia compartiendo un tiempo distinto de ése que fue la adaptación improvisada y urgente", diferenció Di Giano.

Como contracara de esa imprevisión inicial, "en relación con los vínculos parentales, observamos que los padres se conocen con sus hijos, esos hijos que permanecieron (sobre todo los mayores de seis años) frente a las pantallas, acompañándose como pudieron el tiempo que los adultos trabajaban".

Luego del cese laboral, "estando de vacaciones, y con más posibilidades de compartir se dan cuenta que sus hijos han cambiado, que crecieron ese tiempo pero sin otros. Que estuvieron solos y que esa soledad es visible ahora que tienen que convivir con otros, que tienen que plantear modos más ‘sociales’ de convivir".

En ese sentido, la profesional detalló la existencia de nuevos modos de expresión, donde empiezan a sentirse los efectos del aislamiento y se verifican los cambios. Derivado la experiencia laboral en estos meses, "entonces observamos dificultad para compartir, para estar con otros, para aceptar normas o reglas que no son las que venían aceptando. En cierta medida se han rigidizado formas de comportamiento que antes eran más flexibles. Más humanas", señaló.

Con el alejamiento forzoso de los establecimientos escolares, hoy existe cierta reticencia a abandonar la nueva zona de confort, ya que "incluso esos chicos son los que piden ‘estar en casa’ o ‘volver a casa’. En verdad piden volver al terreno conocido de los últimos meses, donde los adultos los interpretan y donde es más fácil no encontrarse con las necesidades y deseos de otros".

Al no haber sido liberadas aún la totalidad de las actividades, los comportamientos no son homogéneos y se reflejan distintas variantes. "Otras familias sufren el hecho de convivir con el trabajo y los hijos dentro de casa" y para concretarlo deben "hacer un equilibrio que ha forjado nuevas habilidades, como las de concentrarte aunque al lado tuyo se libre un juego de hermanos, o el televisor esté alto, o alguien este cocinando o limpiando o también trabajando".

En definitiva, "la realidad de las familias en la convivencia pandémica es tan diversa como diversidad de familias existen. Sin embargo, sabemos que lo que ha producido el aislamiento afecta de forma profunda los vínculos humanos", sintetizó la psicóloga Valeria Di Giano.

Separaciones

Como producto de ese nuevo recorrido trazado por la difusión global del virus Covid-19 han cambiado los modos de relacionarse, la psicóloga Valeria Di Giano expuso la ruptura de vínculos antes estables, dado que "muchas parejas se separan después de verse confinadas a estar juntos durante un tiempo prolongado. Convivir en cada detalle y de forma casi pegada ha desgastado la relación, la ha deteriorado", afirmó la profesional.

Al enfrentar la certeza de modificar la convivencia, "esas personas atestiguan haberse encontrado con las diferencias en lo cotidiano, con el aburrimiento, con la insuficiencia de lo que antes parecía alcanzar perfectamente", expuso la psicóloga.

Ante la consulta, las justificaciones no tardan en aflorar: "Los proyectos que compartían no se hicieron, el placer de estar juntos se convirtió en rutina. También aseguran haber perdido el espacio personal, que no sólo es el trabajo, también el encuentro con amigos, las actividades deportivas, etc.", describió Di Giano.