Hello Frank, Merello, Restaurante Olavarría y los pasteles de La María nos ofrecen diferentes alternativas para esta semana de mayo en que también nuestras mesas se ven revolucionadas.

Daniel Balmaceda, autor de La comida en la historia argentina de Editorial Sudamericana sostiene que en 1810 el locro se comía en todo nuestro actual territorio. "De origen quechua, el plato se expandió desde la zona del Alto Perú hacia el sur, y cada quien tenía su propia receta", expresa el autor.

El filósofo y ensayista Mariano Carou cuenta que en Buenos Aires el locro comenzó a popularizarse después de las guerras de la Independencia, con los soldados que volvían del Noroeste Argentino y se afianzó durante el siglo XX, en particular después de la oleada inmigratoria del interior a la capital. Ese potaje era pura potencia, energía, era un guiso nutritivo que servía para pasar el día en el campo, y en la Cordillera con las vicuñas y llamas. Así, este antiguo locro hermana a gran parte de los países de Sudamérica, desde Colombia a Chile y, por supuesto, cada zona tiene su locro argentino típico.

Carou hace un análisis y manifiesta que "es lindo pensar en el locro como un ejemplo de lo que puede ser un país: un montón de ingredientes que por su lado no dicen gran cosa (maíz, carne, agua, vegetales, otras legumbres), pero juntos y mixturados dan una trama sabrosa y nutritiva, que requiere tiempo, mucho tiempo, como todo proceso que intente llegar a buen puerto".

La mezcla cultural que se destaca en el locro argentino marcó un antes y un después: una nueva identidad que unió la tradición europea con la de los pueblos originarios. Su nombre proviene del quechua: lukru y quizás sea por esto que se haya transformado en uno de los platos nacionales por excelencia.

En este Estilo de Vida múltiples ofertas para disfrutar del locro y de todo lo demás que acompaña el recuerdo de la Revolución en nuestro paladar.