Las expresiones artísticas, los talleres, las articulaciones comunitarias y hasta la permanencia en la casa propia se han visto alterados por este virus que todo lo ataca y todo lo deteriora.

Julio Benítez por "Macondo Creativa", Lorena Booth por "Espacio La Cerrito", Luz Jara de "Insurgentes" y Laura Tropea de "Chamula - Tierra de las Artes" analizaron la continuidad (y la discontinuidad también) de sus actividades en la Ciudad desde marzo de 2020 a la fecha.

Con sus matices el diagnóstico es unánime, y preocupante.

"A ‘Macondo’ nos encuentra en un momento particular, porque nosotros estuvimos 15 años alquilando en un lugar, y decidieron no renovarnos el contrato, así que estamos sin un espacio; el mes pasado mudamos todas las cosas que había. Necochea 1389 era la sede de la Mutual Macondo" reveló Julio Benítez.

El 29 de febrero de 2020 fue el último trabajo en presencialidad para Macondo: su carnaval.

"Desde entonces hemos trabajado en la virtualidad con un grupo de teatro comunitario. El año pasado hicimos dos espectáculos virtuales, uno por nuestra cuenta y otro en articulación con la Facultad de Ciencias Sociales" comentó.

Macondo está en preparativos para otras dos producciones, aunque la virtualidad para el teatro es casi una herramienta antinatural.

"Es lo opuesto a toda posibilidad teatral" afirmó Benítez.

"En la virtualidad el teatro pierde sentido, porque nosotros somos espacio, cuerpo a cuerpo, la respiración, la mirada, la grupalidad, la vivencia colectiva. En tanto teatro, son otras cosas que se exigen" reflexionó.

"Lo que estamos viviendo es otra cosa, distinta del teatro. Lo hacemos para que no se apague esa llamita, para sobrevivir en términos de seguir haciendo teatro, aunque sea a través de una pantalla, poder encontrarnos, charlar y ponernos un objetivo de trabajo que nos ayude a sobrellevar esta situación en la que nos puso la pandemia. Pero eso no es teatro" reiteró el referente de "Macondo".

La ausencia del espectador también altera la esencia.

"Más nosotros, que hacemos teatro comunitario y necesitamos del espectador muy cercano, casi metido en el escenario, porque el teatro comunitario se mete en su espacio, quiebra la rutina del barrio, hace sus performances en plena calle" describió.

Entre los talleres, con la ya lejana normalidad, Macondo ofrecía plástica para niños, de canto colectivo, de cerámica y de teatro comunitario, más un grupo de café concert. Sólo el teatro comunitario se sostuvo.

"Macondo" anticipó que el gran objetivo es conseguir un espacio físico donde desarrollar su arte: "Estamos buscando un terreno propio, y ya lo peticionamos a nuestras autoridades tanto a nivel provincial como nacional".

El lugar sería en los terrenos del ex Ferrocarril Provincial, sobre la calle Junín o Necochea entre Junín y Guisasola. "No nos queremos ir del barrio" confesó Benítez.

A la par, el relato sobre la situación de "Espacio La Cerrito" estuvo a cargo de Lorena Booth.

"Lo que está pasando es todo mucho" subrayó.

"El ‘Espacio La Cerrito’ está gestionado por dos personas que son artistas y viven del arte. Nosotros trabajamos en hotelería, cine y teatro acá en Buenos Aires y tenemos un espacio en Olavarría, entonces 2020 fue muy difícil en todo sentido. No podíamos ocupar el espacio, así que lo terminó sustentando nuestra familia. No pagamos alquiler, pero hubo que pagar impuestos y llevarlo adelante hasta que pudieron volver las actividades" mencionó.

Los ciclos con espectadores están vedados desde hace un año y medio ya.

"Seguimos generando propuestas de talleres, súper íntimos, súper chiquitos, de tres personas. Este año le buscamos la vuelta para ir adaptándolos a las disposiciones. Es todo muy inestable" apuntó Lorena.

"El Espacio" ofrece talleres de yoga, laboratorio del arte para adultos, taller de canto con Adriana Saravia, terapia de rehabilitación a través del movimiento con Bernardo Barzi, clases de tango por streaming, entre otras.

A través de una disposición provincial, "El Espacio" recibió asistencia económica del Ministerio de Cultura que fue afectada a distintas inversiones en el inmueble, la mayoría para ponerlo a tono con las disposiciones en materia de bioseguridad.

Por su lado, la realidad de "Insurgente" en pandemia fue descripta por Luz Jara.

"Nosotres pudimos trabajar apenas tres meses. Empezamos a trabajar en enero y a principios de abril ya tuvimos que suspender las actividades con público" lamentó.

"Obviamente que esos tres meses no alcanzaron para gestionar las actividades del resto del año, porque nosotres no pagamos alquiler, pero sí servicios. No sólo nos afecta como espacio, sino a todes los artistas que trabajamos allí, y buena parte de los sueldos dependen de las actividades culturales que puedan realizar" desarrolló Luz.

Los talleristas del local son los más afectados. "Pueden dar una semana clases y otra no, lo cual afecta nuestra economía como espacio y como trabajadores de la cultura" precisó.

Asistencia no han recibido.

"Estamos esperando un subsidio de parte del estado Municipal, pero no nos han confirmado ni el monto, ni cuando llegaría. Claramente, sin actividades no podemos sostenernos. No sólo pretendemos un subsidio para mantener estos espacios, sino también para los trabajadores de la cultura que están sin poder trabajar" expuso.

Insurgentes ofrece talleres "que podrían dictarse sin problemas, porque la mayoría son individuales, como es canto, guitarra y es muy fácil mantener las medidas de seguridad. Y los que son grupales también, no convocan a más de 10 personas".

Son ámbitos para canto, guitarra, teatro y danzas árabes.

"Cuando se pueden abrir las puertas hacemos cine, presentación de libros, biblioteca, teatro, tocan solistas, bandas de música, ofrecemos el lugar a la lucha feminista, la lucha disidente, eventos vinculados con los derechos humanos" recordó.

Lo próximo se ve sombrío, según Luz. "Sin apoyo del estado o de la comunidad no vamos a poder sostenernos. Si los talleres no funcionan y no tenemos ayuda no sé cómo vamos a poder seguir" alertó.

"Chamula - Tierra de las Artes" perdió su lugar físico en la pandemia.

"Los espacios culturales ofrecen realidades y necesidades diferentes. En ‘Chamula’, a los pocos meses de la pandemia nos avisaron de que debíamos desalojar el predio, y eso fue una piedra más en nuestra pesada mochila" planteó Laura Tropea.

Pudo mudarse entre fines de diciembre y principios de enero.

Funcionó durante casi 5 años en la ex "Sodería Palahy" y ahora en un galpón "inmenso, hermoso" ubicado en Maipú casi José Luis Torres. "Es un galpón abandonado que fuimos reciclando, pero no tenemos recursos económicos para hacer el montón de cosas que hacen falta".

Asistencia en estos meses no existió.

"Sabemos de un proyecto presentado por el Frente de Todo en el HCD, que tenía el apoyo de todos los bloques, pero no salió nada hasta ahora. Más allá de cualquier color partidario, para nosotros el estado debe apoyar a los espacios culturales, una biblioteca, y a los clubes, pero ni nos registran. No aparecemos en el presupuesto" expuso.

"No dejaban trabajar a los espacios culturales, porque una deuda pendiente de larga data del estado municipal es la regularización a través de una ordenanza que nos contemple y que nos contenga. Han querido sumarnos a bares y cervecerías, y hay diferencias abismales en el qué somos y por qué existimos" se quejó.

"Chamula" estuvo un año cerrado, hizo 4 eventos y volvió a cerrar sus puertas.

"Tenemos expectativas con el discurso del intendente (de anoche) y la posibilidad de volver a Fase IV, pero nuestra situación es muy difícil. Estamos pensando en hacer alguna movilización o algo, porque no estamos pudiendo pagar el alquiler" comunicó Laura.

Sitios de encuentro, de creadores y difusores de arte, espacios de resistencia y de transformación social, los espacios culturales independientes conforman un colectivo que también ha sido acorralado por esta pandemia.

Pero ni las dictaduras pudieron con ellos, menos podrá este destructivo organismo microscópico.