Los perros lazarillos: el "mejor amigo del hombre" al servicio de la inclusión
Debidamente entrenados, los perros guía desempeñan un rol clave en la sociedad al facilitar la movilidad e independencia a personas con discapacidad visual. El testimonio de un entrenador y la experiencia de quienes comparten su vida con estos canes.
En la Argentina, las personas con discapacidad, y tal como lo indica la ley Ley 26.858, pueden ingresar y permanecer con sus perros guía en establecimientos gastronómicos, restaurantes, locales comerciales; oficinas del sector público y privado; lugares de ocio y tiempo libre, clubes deportivos, centros culturales; establecimientos de enseñanza pública o privada, establecimientos religiosos; centros sanitarios y asistenciales; hoteles, albergues, campamentos, apartamentos, balnearios, campings y establecimientos en general destinados al turismo; transporte de pasajeros y a las áreas de uso público en las terminales o estaciones; y cualquier otro lugar, local o establecimiento público y privado de acceso público.
En el país, La Escuela de Perros Guías Argentinos (EPGA) es la única organización que entrena perros lazarillos para que colaboren en cuestiones de la vida cotidiana -desde salir a caminar marcando los obstáculos de la vía pública, rampas, sillas, escaleras hasta usar un trasporte público o realizar una actividad física- de personas ciegas.
Hoy, la EPGA es una de las 28 certificadas por la Federación Internacional de Perros Guía.
Los perros guía son, por lo general, labradores retriever o golden retriever, dado que poseen determinadas características en su contextura física y en su carácter que facilitan su entrenamiento y su labor. El entrenamiento de un perro lazarillo conlleva dos años desde su nacimiento para después acompañar a la persona con discapacidad visual durante ocho años como fiel guía y compañero para luego transformarse en su mascota a tiempo completo.
Sin embargo, la responsabilidad de otorgar un perro guía por parte de la escuela perdura a lo largo de toda su vida ya que, tras la "jubilación" del perro a los 10 años de edad, deberá ser reemplazado por otro ejemplar que asegure la continuidad de la independencia alcanzada por la persona ciega. Además, la EPGA asume la responsabilidad de asegurar el mantenimiento y contención del perro "jubilado" en caso de que no sea factible para el ciego realizarlo.
El entrenamiento de los perros guía consta de diferentes etapas durante dos años; en cada una de ellas hay actores claves; no hay un trabajo lineal es una mirada sistémica que involucra el animal y la persona con discapacidad visual. La etapa final es un entrenamiento "adaptativo" de unos 20 días que es la conexión de un usuario con el perro
En lo que va desde su fundación, EPGA ya entregó más de 20 lazarillos, que contribuyen a mejorar su calidad de vida e integración social. Cualquier persona ciega, con un buen manejo del bastón blanco, puede aspirar a un lazarillo de la escuela, siempre y cuando haya realizado el curso de orientación y movilidad, cuente con certificado de discapacidad, y otro certificado psicofísico donde se acredite que además no posee otra discapacidad que le impida manejar un perro.