Karina Gastón // kgaston@elpopular.com.ar

"En el 88 no había nada, era todo a pulmón. A los DIU los colocábamos nosotros: hacíamos ´vaquitas´ y los comprábamos entre todos en la salita mientras que ahora, en cuatro años, colocamos 500 implantes subdérmicos en adolescentes y bajó el porcentaje de embarazo precoz", dice María Esther Gattella, que acaba de jubilarse como directora de Atención Primaria de la Salud (APS) de la Municipalidad de Olavarría. Abraza desde siempre esa medicina que va de casa en casa, que llega a cada familia del barrio y que sabe de historias con nombre y apellido.

Hay que trabajar el tema de la sal: El consumo diario es de 12 gramos por persona cuando tendría que ser 5 o menos

Es de Ensenada y Olavarría apareció en su hoja de ruta porque la residencia en Medicina General tenía buena fama. La expectativa era hacer salud rural pero finalmente la APS le abrió la cabeza y se enamoró de la salita que luego fue unidad sanitaria hasta convertirse en centro de salud y caja de resonancia de problemáticas sociales que trascienden pulmonías o dolores de panza.

"Atender al paciente, tratar a la familia, ver que no enfermen, trabajar en prevención y promoción. Hacer Atención Primaria es una decisión, una elección de vida. No daba prestigio estar ahí, ni siquiera entre los colegas pero con los años un poco se entendió. Claro que si era por rédito económico hubiéramos elegido otra especialidad", admite, entre risas, María Esther Gattela mientras se acomoda en el sillón, dispuesta a hablar con EL POPULAR de lo que sabe y siente como su lugar en el mundo.

"Un gran trabajo social"

A fines de los 80 "a los médicos ´castigados´ los mandaban a la salita cuando nosotros sentíamos que era y es un espacio privilegiado: pudimos elegir estar ahí", explica esta profesional que durante treinta años y hasta 2018 también se hizo cargo de la Residencia en Medicina General.

Salíamos casa por casa y hacíamos dramatizaciones, explicando cómo poner dos gotitas de cloro en un litro de agua.

En los inicios su campo de acción fue la atención barrial hasta que en 2001 y por 3 años asumió como directora de APS durante la gestión de Helios Eseverri. Ahora, en el primer mandato de Ezequiel Galli, "completé cuatro años y es un buen cierre. Hicimos todo lo que pudimos", responde con humildad a la hora de hacer el balance.

Actualmente, hay 24 centros de salud más los hospitales. Un escenario impensable hace tres décadas. "Al principio atendíamos niños con diarreas y esperábamos el cólera, que no llegó, pero eso nos permitió bajar las hepatitis. La gente no iba a la sala. Salíamos casa por casa y hacíamos dramatizaciones, explicando cómo poner dos gotitas de cloro en un litro de agua. Hicimos un gran trabajo social", recuerda con orgullo.

En las salas sólo estaba la secretaria, compartida con la sociedad de fomento del barrio, el médico y una enfermera. Punto. "Queríamos tener hasta un antropólogo. A eso todavía no hemos llegado...", comenta, sonriente, dando cuenta de que eso sería lo ideal pero que aún así tienen un gran equipo detrás de cada política de prevención, promoción y atención de la salud. 

Hace 30 años llegaban a 20 mil pacientes, hoy superan los 120 mil y a eso se le anexan 150 mil prestaciones en enfermería y 60 mil de odontología.

Por eso, María Esther observa que "hay más personal" para cubrir la franja de 8 a 16 aunque quizá "faltarían algunos médicos más". Hubo una prueba piloto para extender el horario hasta las 19 pero quedó descartada porque "la gente no iba".

Asegura, además, que tienen casi 27 mil empadronados y "cada médico registra un cupo de mil pacientes, aunque algunos más" pero "no hay cuello de botella y tenemos guardias en Loma Negra, Sierra Chica, Sierras Bayas, Hinojo, Espigas y Recalde. Hubo problemas al principio pero después se cubrieron y falta educar para no mal utilizar el servicio por cuestiones programadas".

La mejor medicina

Trabajar más en la prevención, ése siente que es el desafío de la salud pública en el siglo XXI para estar a la altura de enfermedades crónicas que se vienen como "hipertensión, diabetes, sobrepeso y obesidad y estamos armando proyecto", comenta Gattella, que sigue hablando en primera persona plural, aún sintiéndose parte.

"Antes había un 20% de hipertensos, ahora es un 40%. Hay que trabajar el tema de la salEl consumo diario es de 12 gramos por persona cuando tendría que ser 5 o menos", grafica.

La violencia de la mujer le "genera mucha impotencia" pero rescata que "antes no teníamos nada y ahora estamos más acompañados desde que se creó la Dirección de Políticas de Género en el abordaje de cada caso".

Hay historias que atesora y que quedarán marcadas para siempre, de gente que se cruzó por su consultorio y jamás olvidará. Está convencida de que no siempre es posible curar y que a veces sólo, o precisamente, "podemos acompañar, ir a la casa del paciente aunque sea a escucharlo o hacer un poco de contención. Eso también es sanador".

Detrás de cada rostro, de cada situación, está "la Gatella", como la llaman cariñosamente en los barrios, que va sumando gratitudes y reconocimientos. Como el ganso que recibió junto a una bolsita con alimento de un paciente oncológico que llegó en su bicicleta desde el campo para manifestar las gracias. O el cuadro de la madre fallecida que otro paciente le regaló, porque era lo más preciado que tenía y era su modo de expresar gratitud por ese "estar al lado".

Eso confirma porqué su apuesta ha sido y es la salud pública, incluso en épocas en que "no nos escuchaban y yo estaba un poco renegada, hace unos 10 años". En ese momento, el mecanismo de defensa fue hacer un posgrado sobre Tratamiento para el Dolor. "No teníamos director, parecía que todo se venía abajo, estábamos muy desgastados pero después fue repuntando y terminó bien. Por todo eso, si hoy volviera a nacer no tengo ninguna duda de que nuevamente elegiría este modo de hacer salud", dice y cuesta pensarla por fuera de esa vocación que abraza desde siempre, que va de casa en casa, llega a cada familia del barrio y sabe de historias con nombre y apellido.

Embarazo adolescente y aborto

El embarazo adolescente ocupa y preocupa en Atención Primaria de la Salud. Por eso, "trabajamos el tema de planificación familiar. Antes con muestras de anticonceptivos o con DIU que comprábamos nosotros; ahora con un sistema muy aceitado. Los métodos están pero hay que trabajar con los adolescentes para que tomen conciencia de que son libres de tener relaciones pero deben ser responsables", destaca María Esther Gattella.

La profesional hace hincapié en la necesidad de insistir con talleres sobre "cómo decir no sin quedarse afuera del grupo de amigos y no solo para las relaciones sexuales sino por el alcohol y todo lo demás. También trabajar el tema de los límites, para negociar con el adolescente. Los límites muy laxos no son buenos, los muy firmes tampoco".

Con respecto al aborto no punible o la legalización del aborto, admite que viene de "la época en que acompañábamos a la adolescente y a la mujer embarazada de un embarazo no deseado a que tuviera su bebé. Y no por estar en contra del aborto. Si sale la ley y la mujer decide abortar, porque es su cuerpo, lo respeto". Pero su experiencia parte de otra concepción, más ligada a épocas en que "las invitábamos a conocer la sala de parto y las llevábamos en nuestros autos para que conocieran a la obstetra, a la ginecóloga. Pero uno acompaña: si sale la ley y la mujer quiere realizarlo no estoy en contra".

El reconocimiento y la sucesión

Cada vez que piensa en el último día de trabajo le resulta inevitable emocionarse. Es que jamás imaginó que se iría rodeada de tanto afecto y reconocimiento. "Uno está en ese lugar y algunos te quieren mucho pero otros no tanto", reconoce. Y sucedió que al terminar el video que resumía su gestión, se abrió la puerta y comenzaron a asomar compañeros, residentes, enfermeras, auxiliares de limpieza, funcionarios, gente que lleva años jubilada, su familia, los amigos. "Sabía que algo se iba a hacer pero sencillo", comenta y se le anuda la garganta. Habían terminado un taller sobre Sanación Pránica y "cuando me doy vuelta eran como 200 personas... Gente que vino hasta de Blanca Grande, de Sierra Chica. Entonces me dije: ´parece que no estuve tan mal´. Fue realmente hermoso".

Siempre asumió la salud "en equipo. Es la mejor manera de trabajar, aunque sea difícil ponerse de acuerdo e ir para el mismo lado". Su tranquilidad es que se retira con la seguridad de que APS mantendrá el mismo perfil de gestión. "Queda en excelentes manos", asegura, refiriéndose a su sucesora, la doctora Virginia Draghi. "Es muy responsable, una luchadora. Todos los equipos están contentos", describe, respecto de la profesional que fue residente suya en Medicina General y trabajaba en Loma Negra.

Legado familiar

"Olavarría me dio todo", expone con emoción "la Gattella", que nunca pensó en irse de la ciudad. Llegó a mediados de los 80 desde Ensenada, atraída por la residencia en Medicina General, a formarse "con pasión, luchando a veces en contra la corriente y acá conocí a mi marido", un ingeniero agrónomo de Ayacucho con el que comparte la vida desde hace 32 años y formó una familia con cuatro hijos varones. Gonzalo, de 30, que siguió los pasos de su padre; Leandro, de 29, abogado; Manuel que se inspiró en el legado materno y estudia Medicina en la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNICEN y Gabriel, de 20, que cursa arquitectura en Mar del Plata.

María Esther Gattella tiene una historia atravesada por el esfuerzo y la cultura del trabajo desde siempre. Es hija de italianos y la menor de siete hermanos, todos nacidos en Italia excepto ella. Su abuelo estuvo en la primera guerra mundial y su padre en la segunda. Por eso, entiende que América haya sido la mejor opción. Vinieron, se instalaron y se abrieron paso con una verdulería familiar. "En Italia tenían campaña, es decir, hacían quinta. Mi papá primero trabajó como albañil, después en una fábrica de vidrio, en Ensenada y con mi mamá atendían el negocio".

Como los Gattella no sabían manejar, María Esther decidió tramitar el carnet a los 17 años para convertirse en el flete de la familia. "Compramos una camionetita y lo llevaba a mi papá a las 4 de la mañana al mercado a comprar las cosas, dormía un rato y después me iba a la facultad", a La Plata, a cursar Medicina.

"Yo no soy mucho de quinta, recién ahora planté unos cherry en el patio", confiesa, sin ponerse colorada. En la adolescencia estudió música para dar clases en un jardín y así ayudar con los gastos de la Universidad. "Mis viejos no querían pero yo quería colaborar", dice la médica que además de tocar el piano, canta.

Ahora seguirá dando clases de Salud Infanto Juvenil en la facultad local, hará un poco de consultorio y, si puede, se dedicará a pasear. "Conozco Italia, tengo a mi hermana mayor, de 88 que está enferma y este año fui a verla. La conocí cuando tenía 8 años y fuimos en barco con mi mamá. Pudimos tener una relación como si hubiéramos vivido juntas toda la vida", destaca mientras sus ojos celestes comienzan a empañarse.

Logró reconectar con sus raíces en la Sociedad Italiana, donde participa del Coro entonando canzonetas. Le gustaría conocer más España, algo de Europa, recorrer la Argentina, andar en bicicleta, caminar y hacer actividad física. "Nada de quedarse sentada", plantea casi por decreto "la Gattella", predicando con el ejemplo los preceptos impartidos durante las últimas tres décadas.