Mascotismo, una prueba cruel del egoísmo de los seres humanos
Loros habladores, tortugas, monos son algunas de las especies autóctonas, arrancadas de su hábitat natural, preferidas en hogares olavarrienses. La palabra del director de La Máxima, Flavio Maldonado.
Daniel Lovano - [email protected]
Suelen ser bellos en casi todas las acepciones de la palabra.
Coloridos, inquietos, exóticos, intensos, atractivos, encantadores, amigables, inteligentes, pero los animales de la fauna autóctona no son para tenerlos en una jaula, en el patio, o deambulando por la casa sino para que estén en su hábitat natural.
Por definición, el mascotismo es la acción de retener animales silvestres en un domicilio particular o en cautiverio como si fueran animales de compañía o mascotas. Nueve de cada 10 individuos capturados mueren antes de llegar al comprador.
Y lo que aparece enmascarado detrás de un acto de amor esconde un nivel de crueldad inadmisible.
Nada para celebrar con los insultos de un loro hablador detrás de los barrotes de una jaula; ni el compartir las hojas de la ensalada verde con una tortuga; el regocijo con las cualidades trepadoras de una iguana o las reacciones casi humanas de los simios de esta parte del mundo.
De este lado de esta mala práctica, el mascotismo expone a los seres humanos a zoonosis, o enfermedades de origen animal (la COVID es el ejemplo más contundente de ello).
A nivel ecosistémico, estos animales son extraídos del ambiente natural y dejan de cumplir su rol afectando a toda la cadena de la que forman parte, provocando daños a veces irreparables en la biodiversidad.
En el contacto con los humanos, las especies silvestres adoptadas como mascotas son sometidas a una alimentación que no es la suya y, por lo tanto, deficiente, mientras el encierro genera cambios repentinos de comportamiento, problemas fisiológicos, de crecimiento, estrés y al llegar a la madurez sexual agresividad.
Flavio Maldonado, directora de La Máxima, es una de las principales autoridades en la materia, y un incansable luchador contra estas prácticas.
"El mascotismo responde casi a un acto egoísta del ser humano, como es querer poseer sin pensar en el daño que le ocasionan a un animal al sacarlo de su ambiente natural -para satisfacerse a sí mismos- no sólo a nivel de la especie, sino también de la biodiversidad" opinó.
Nunca hay buen trato para con la fauna autóctona, advirtió: "Por mejores intenciones que se tenga sufren, porque no pueden expresarse en su ambiente natural como lo que son, y aumenta el riesgo del salto de enfermedades entre especies, como pasó con la COVID".
"Cualquier animal estresado deprime su sistema inmunológico, y eso lo hace plausible de que sea atacado por diferentes patógenos o el salto entre especies, lo que se llama speidel" añadió.
Según datos suministrados por el director de La Máxima, en Olavarría las especies autóctonas más comunes son el loro hablador, tortugas, monos.
"Empiezan a aparecer como mascotas los cachorros de puma, al hacerse más común su presencia en esta zona. Algunos reptiles también" narró.
Un cachorra de puma, precisamente, llegó hace dos meses al santuario de animales olavarriense.
"Es un caso de Carlos Tejedor: la humanidad de la persona que la levantó del campo al verlo solita es entendible, pero puede un cachorrito de dos meses de vida estar solo porque su madre salió a buscar alimento, y transcurrir entre 24 y 48 horas para regresar, o porque fue asesinada. En ambos casos lo aconsejable es dejar que la naturaleza siga su curso, aunque suene duro" recomendó.
Su arribo a Olavarría obligó a la castración de un macho preexistente para hacer lugar a esta hembra.
"Ninguno de los dos pueden ser reintroducidos en la naturaleza porque no hay un trabajo de reinserción, no es un animal en peligro de extinción, todos los parques de la Argentina están saturados de pumas, y porque en este caso tuvieron contacto con los seres humanos" precisó el profesor Flavio Maldonado.
Nada tiene que ver en Olavarría la aparición de nuevas especies, como el loro barranquero o el estornino pinto, con el tráfico de fauna.
"Están en toda la zona de las Sierras, pero cuando cae la tarde en Loma Negra es impresionante la cantidad de loros barranqueros que se pueden ver, e imagino que tiene que ver con los cambios ambientales" sostuvo.
Por otro lado, Maldonado comentó que organizaciones ambientalistas y científicos de la región están tratando de verificar en el cordón serrano la presencia de la lagartija de Tandil y la lagartija Oculta.
Endémicas de la Tandilia, con registros científicos en Azul, Tandil y Balcarce, no se han vuelto a ver en Olavarría.
Al retomar el caso del loro hablador, dio como ejemplo que por cargo de conciencia o culpa muchos ejemplares han sido liberados en la zona del AMBA, con lo cual se está dando un proceso similar al del loro barranquero en Olavarría.
"Sea loro hablador, tortugas o monos nunca hay que largarlos y mucho menos reintroducirlos en la naturaleza porque pueden contagiar enfermedades a las comunidades naturales y se crearía otro problema" advirtió.
"Una alternativa es llevarlos a las instituciones y otra hacerse responsable del compromiso que tomó por el resto de su vida y no volver a incurrir en el error de adoptar fauna silvestre" aconsejó el director de La Máxima.
El cautiverio de estos animales para tenerlos como mascotas, además de todos los males expuestos, es una práctica penada por la Ley de Fauna.
Claro, en un país donde -lamentablemente- el apego a las normas y las respuestas de la Justicia suelen estar muy lejos de lo ideal.
Entonces, una herramienta de concientización nunca está de más.