Massa contra Scioli, la disputa electoral que prefigura la etapa postkirchnerista
La derrota electoral puso fin a toda esperanza de reforma constitucional. Scioli le dio la estocada final a toda aspiración re-reeleccionista del cristinismo. Sergio Massa ya piensa en 2015. El peronismo, en la encrucijada de volver a la centralidad o estar subsumido en varios frentes. La interpelación y la coyuntura.
La carrera presidencial dentro del kirchnerismo ya está lanzada. Frente a las aspiraciones re-reeleccionistas del cristinismo, se yergue la figura de Daniel Scioli como alternativa mucho más viable desde el punto de vista de la legalidad.
El Gobernador sabe que no hay ninguna posibilidad de que Cristina pueda aspirar a otro mandato y él ya la mandó a su casa. Pidió que se la acompañe a la Presidenta "en este último mandato", "para que los que vengan puedan tomar la posta y hacerlo aún mejor".
Insistió además que "hay que colaborar y ayudar para que tanto el gobierno nacional y provincial, que están en la etapa de los últimos mandatos, completen y terminen de la mejor manera posible para que los que vengan puedan tomar la posta y hacerlo aún mejor". Es decir, Scioli se hace, pero de eso no tiene nada.
Con una sutileza implacable le marcó la cancha a Cristina y al cristinismo, les dijo que no se ilusionen con un tercer mandato de la Presidenta y prácticamente les sugirió que se debían resignar a que el candidato será él y no otro, no porque nadie quiera serlo, sino porque no hay otro que le pueda arrebatar esa candidatura dentro del espacio que hoy gobierna el país y a la principal provincia argentina.
Más claro, agua. Scioli dio su última prueba de amor jugándose por Martín Insaurralde, un candidato a quien sólo conocían los lomenses, puso la cara, defendió el modelo, se peleó con Sergio Massa porque además esa era la otra prueba de amor, pelearse con el "enemigo" común a ambos, y hasta llegó a desechar a último momento una alianza con el tigrense, como si hubiese demorado deliberadamente una decisión que pensaba tomar con el fin de hacerle perder tiempo a quien será sin duda su contrincante en el 2015. Les habría confesado que "tenía miedo", tal como lo refirió el mismo Massa a este columnista en su última visita a la ciudad.
Hoy por hoy, en el kirchnerismo pocos ponen en duda de que Scioli será el candidato dentro de dos años y la única preocupación sería cómo rodearlo para poder inmovilizarlo.
Pero esta semana, el Gobernador, con su conocido estilo basado en indirectas por elevación, le advirtió a Cristina y a su entorno que no está dispuesto a resignar su ambición de ser presidente de la Nación, y porque además sabe que si no lo hace se le termina su carrera política, porque le pasa lo mismo que a Cristina en su imposibilidad de postularse para un nuevo mandato.
Centralidad o en varias partes
Aun en La Cámpora, hay quienes ya se han resignado a que Scioli será el nuevo candidato y que no existe otro que él dentro del kirchnerismo. Ahora, ¿en qué ámbito se dirimirá la interna peronista?, ¿será en la pelea electoral entre el Frente Renovador y el Frente para la Victoria?, ¿o se hará en el escenario del partido con Massa y Scioli como los protagonistas principales de la disputa?
Hay algo que es tan claro como el agua y es que el peronismo como partido ha perdido protagonismo en la política nacional. Quedó relegado o subsumido en dos grandes frentes electorales: el kirchnerismo y el massismo. Pero esto no es nuevo, sino que se viene dando desde aquella ley de lemas de hecho que impuso Eduardo Duhalde en 2003 para poder sacarlo del medio a Carlos Menem.
Entonces, o el peronismo ya es una identidad hipostasiada en quienes serán sus jefes más visibles y poderosos, Massa o Scioli, o intentará retomar la centralidad política resolviendo la puja en el seno del movimiento a través de una interna.
El kirchnerismo como identidad política nació desde el interior del peronismo, pretendió ser una alternativa superadora con la llamada Transversalidad o concertación plural, volvió a peronizarse durante el conflicto con el campo, y luego mutó en el cristinismo, que es la hiperverticalización del espacio, con peronistas adentro pero sin peronismo organizado, ya que el Partido volvió a ser una estructura subordinada a La Cámpora, el armado preferido de la Presidenta.
Paralelamente, aunque de la misma placenta, surgió el massismo, con un lógica diferente pero también con una sola cabeza, aunque con un estilo de conducción tal vez menos compartida que consulta.
Entonces, ¿cómo hará el peronismo para volver a ser aquel del Frejuli o del Frejupo, frentes en los cuales el Partido Justicialista era el centro cósmico de varios partidos satélites que giraban a su alrededor buscando algo de vida y algunos puestos que jamás hubiesen podido conseguir por sí solos? Pero ésa es la lógica de todo frente.
Adaptarse o morir
La disputa entre Massa y Scioli es el símbolo más saliente del postkirchnerismo. Con la muerte de Néstor y la imposibilidad fáctica de un nuevo mandato de Cristina, el kirchnerismo pierde la continuidad del apellido que fue señero en la impronta política que atravesó la última década. La pelea electoral entre Massa y Scioli prefigura lo que viene y lo que se deja atrás. La matriz del peronismo es el sustrato, pero los emergentes son distintos, y eso conduciría a dos estructuras enfrentadas, y a un kirchnerismo duro pugnando por no quedar relegado a ser un observador expectante pero también pasivo y transitorio de la nueva coyuntura histórica que se avecina. Todo dependerá de la predisposición y la ductilidad que se tenga para adaptarse y poder operar en la nueva realidad, caso contrario quedarían como un mero testimonio de lo que fue.
En la política, como en la vida, uno elige conceptos y valores -que no son recetas- para guiar la mirada sobre la realidad y por consiguiente las acciones que llevemos a cabo para operar sobre ella con la mayor eficiencia posible. La relación es inversamente proporcional, de modo que a mayor madurez intelectual y emocional, menor rigidez teórica, lo que nos obliga al sano ejercicio de tener que resolver con nuestras propias cabezas. Aferrarse, entonces, a un dogma, aunque éste haya dejado de funcionar, sería como morir un poco.
Doble filo
El kirchnerismo local intentó poner contra las cuerdas al intendente José Eseverri y con él a su secretaria y candidata a concejal, Margarita Arregui. El bloque del PJ sacó de la manga un pedido de interpelación por la tragedia del puente Sarmiento con la esperanza de reflotar el debate sobre uno de los hechos dolorosos de la ciudad.
En este, como en los otros temas, la oposición decidió utilizar a pleno su mayoría y está dispuesta a seguir todo el año con la misma tesitura. El eseverrismo parece resignado a un rol pasivo y soportar todos los embates que seguramente se irán a ir sucediendo hasta que, si las urnas lo quieren, vuelva a gozar de la mayoría.
El jueves, la coyuntura electoral estuvo presente como nunca y hasta las ediles de Alicia Tabarés decidieron dejar bien en claro con quién estaban y con quién no. En ese sentido, marcaron fuertes diferencias con el oficialismo sólo para dejar en claro que su alineamiento continúa siendo con el Frente para la Victoria, y votaron en comunión con el resto del kirchnerismo.
Dentro de este contexto electoral, la interpelación a Eseverri y a su Secretaria de Infraestructura puede llegar a ser un arma de doble filo sólo por estar planteada en la previa de unas elecciones legislativa. Dos concejales de la oposición recibieron este planteo y admitieron que la decisión podría tener una lectura, sino adversa, por lo menos salpicada de sospechas, y se afirmaron en la convicción de que sólo se buscaban "explicaciones oficiales" a lo sucedido hace un año en el puente. Buscado o no, la segunda concejal de la lista del Frente Renovador ya comenzó a ponerse en la mira de la oposición y octubre dirá si lo que le disparan son torpedos o boomerangs.