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Iniciamos el año con una importante baja en la oferta de animales enviados a faena, especialmente en categorías livianas destinadas a consumo. Claramente este fenómeno responde al mayor vaciamiento que experimentaron los feedlots en los últimos meses del año y hoy, sumado a una prolongación de los ciclos de engorde, se ve reflejado en una menor disponibilidad de hacienda terminada.

Sin embargo, más allá de las categorías destinadas a consumo -novillitos y vaquillonas- la oferta también refleja una caída importante en categorías orientadas a la exportación, como es el caso de la vaca y el novillo pesado, dos categorías cuyos cambios de tendencia implican impactos de mayor temporalidad en el ciclo ganadero.

En particular, una caída pronunciada en la faena de vacas abre el interrogante respecto de la esencia de ese cambio, esto es ¿estamos ante una mera baja estacional o se trata de los primeros efectos de la elevada extracción registrada en los últimos años?

La estacionalidad en la faena de vacas suele ser muy marcada. Normalmente, durante los meses de diciembre a febrero, la oferta de esta categoría suele disminuir por cuestiones estacionales. Tras los servicios de primavera, el productor abre un periodo para repasos y posterior confirmación de las preñeces. Una vez realizado esto, comienza a aparecer todo lo que ha quedado como vientre vacío y, posteriormente, tras los destetes, la vaca seca de última parición. Esto normalmente marca una recuperación en la oferta a partir de marzo-abril en adelante, con un pico en los meses de junio a agosto, coincidente con el invierno.

Pero, más allá de baja estacional en la que nos encontramos actualmente, resulta interesante observar el comportamiento que viene registrando esta categoría a lo largo de los últimos ciclos.

En los últimos años, la fuerte demanda de exportación -traccionada básicamente por China- ha llevado al mercado a limpiar mucho vientre improductivo, problemático o de baja performance productiva. Es así como durante 2018 y 2019 vimos un crecimiento en la faena de esta categoría que marcó un pico de extracción de más de 2,725 millones de animales en 2019, unos 600.000 animales más de lo que se venía faenando, previo a la explosión del "fenómeno China".

En 2020, esta faena se redujo en unas 280.000 cabezas, con 2,446 millones anuales, retornando a un relativo equilibrio.

Si medidos la tasa de extracción (cabezas faenadas sobre stock inicial del período) vemos que, en 2019 hemos llegado a faenar el 12% del stock de vacas disponible, siendo éste mismo nivel registrado en 2008, previo a la gran liquidación. Afortunadamente, el cambio de tendencia que se registra en 2020, al bajar nuevamente a niveles del 11%, permite evitar el tan temido desenlace que nos anunciaba la historia reciente.

Esta caída, si bien debilitó la hipótesis de una nueva fase de liquidación, no deja de marcar una luz de alerta respecto del impacto que indefectiblemente genera sobre el stock nacional. En este sentido, el stock de vacas registrado al 31 de diciembre de 2019, marca una pérdida de más de 560.000 vientres de un año a otro, lo que implica unos 350 a 400 mil futuros terneros menos, sin cambios en la tasa de destete.

Ahora bien, ¿qué sucedió en la oferta para registrar semejante disminución, cuando la avidez de la demanda -especialmente de esta categoría- prácticamente no se ha visto alterada?

En efecto, China -nuestro principal comprador de vacas-, se ha mantenido muy activo durante gran parte del año, aun con las limitantes planteadas por la pandemia. De acuerdo a las cifras reportadas por el Indec, en 2020 China compró unas 462.269 toneladas de carne (peso producto), un 8,3% más que lo registrado en 2019. Entonces, ¿qué explica esta disminución de casi 300 mil vacas en la faena cuando su demanda se mantuvo prácticamente inalterable?

Claramente, estamos ante un cambio de tendencia en el ciclo y se percibe a nivel productor una mayor aversión por deshacerse de los vientres. ¿Pero cómo podrá abastecerse entontes esta demanda de exportación cada vez se proyecta más sólida?

Por lo dicho anteriormente, es lógico esperar en los próximos meses una reaparición tanto de vacas como de novillos que actualmente están recriándose a campo. Sin embargo, resulta difícil ponderar si este nivel de oferta será suficiente para satisfacer la demanda.

El avance de la vacunación en el resto del mundo vislumbra un camino hacia la recuperación del consumo mientras que, en China parece desacelerarse esa frenética recuperación de su producción porcina, manteniendo muy altas las expectativas de abastecimiento externo.

En el plano local, la oferta disponible también se enfrenta a una mayor capacidad instalada de la industria, generando un factor adicional de presión ante la necesidad de optimizar su uso.

En definitiva, todo indicaría que ingresamos a un escenario de demanda sostenida y escasez relativa de hacienda, tensión que naturalmente termina dirimiéndose por precio.