Rodrigo Fernández

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A Narciso Corradini le gusta definirse como un "mecánico de los pianos". Se siente cómodo en ese rol. Lo dice como resumen de la conversación que empezó hace rato en su taller del barrio Pueblo Nuevo, que si tuviera que definirlo en una palabra esa sería "impecable". Uno tiene la sensación de estar entrando en una especie de templo. Por acá hay algunos teclados, un par de pianos completos que esperan o ya fueron reparados; por allá una estantería prolijamente formada por compartimientos con piezas, varios cds, un equipo de sonido y un celular sobre su mesa de trabajo desde donde reproduce música. Narciso está relajado, emana tranquilidad y se podría pasar horas escuchándolo hablar.

El afinador y restaurador de 72 años dice "que no es sólo ir con la llave y estirar cuerdas" y asegura que previamente "el piano tiene que estar en un funcionamiento normal porque si no funciona no se puede tocar ni tampoco afinar

Afinando pianos desde el 88''

En aquellos años trabajaba en un comercio y como las cosas no iban bien decidió "emprender otro futuro". Con 39 años y desocupado cuando su suegro, que había sido su profesor de piano en el Conservatorio, le sugirió dedicarse a afinar pianos no lo dudo aunque "nunca se me había pasado por la cabeza". Así fue como comenzó un curso introductorio para el oficio en el Conservatorio Nacional Lopez Buchardo. "Ahí me enganché" dice, "me gusto el maestro que daba el curso" a quien hoy lo une una amistad. Al segundo año la Fundación Antorchas organizó un curso para afinadores del interior con todos los gastos pagos y se cruzó con el maestro Carlos Nery, quien poco tiempo después le propone trabajar juntos. Fueron 8 años y para Narciso ese época "fue mejor que los cursos porque era el día a día con él". No sólo era la práctica "sino salir a la calle, enfrentarte con los clientes, proponer distintas situaciones". Por eso asegura que "todo lo que sé, lo mucho o poco, lo aprendí de él con la práctica diaria". Y un día el maestro le dijo que estaba listo para hacer su camino.

En un primer momento se largó a trabajar en Olavarría por su cuenta. "En el ambiento musical todos nos conocemos porque es chico y empecé lentamente a tomar clientela y a trabajar, trabajar y trabajar. Es una carrera que lleva tiempo". Sabe que hay algunas personas que se dedican a lo mismo en la región pero en la ciudad es el único.

Mientras avanza la charla se levanta para mostrar con orgullo un fichero con todos sus clientes de toda la provincia de Buenos Aires y CABA. "Donde más trabajo siempre he tenido es en Capital y en Mar del Plata" dice y explica que "el boca a boca, quedás conforme y los pianistas no son millones. De los profesionales serán cientos y se conocen todos entre ellos. Si haces las cosas bien te recomiendan y así vas creciendo".

Un oficio apasionante

"Hay pianistas comunes y silvestres y otros que se sienten estrellas. Hay de todo, como habrá de todo entre los médicos, los periodistas, afinadores habemos algunos mas locos que otros" dice riéndose.

Narciso explica que "la parte técnica es la misma con todos después varía el trato. Hay personas que se dan mas que otras, hay gente que tiene un trato mas lejano. Con la mayoría de los clientes me tuteo" y sobre todo los más jóvenes lo tutean pero si alguno lo trata de usted, él le aclara que no le gusta. "Si te dicen señor te hacen viejo" dice a sus "72 jóvenes años".

"Es un oficio por el que tengo pasión, no es como la gente que va a la oficina todos los días y se queja de tener que aguantar al jefe. Soy empleado y jefe, todo junto así que ese tema no lo tengo"

"Lo que mas disfruto es el taller porque estoy haciendo lo que me gusta, tranquilo, escuchando música".

Un piano vertical de Casbas, otro piano de cola del teatro municipal de Trenque Lauquen y otro más de la ciudad de Buenos Aires tienen una historia para contar y Narciso la va narrando mientras explica el proceso de restauración que realizó con cada uno de ellos.

Despues se concentra en los detalles de la reparación y comenta que lo primero que hace es abrir el piano, revisarlo, probarlo y por último le da su veredicto al cliente quien finalmente decide.

"La mayoría de la gente hasta que uno los mete en el tema te llaman para afinar el piano. Eso es lo de menos porque son dos horas de trabajo y listo. Pero en el 90 por ciento de los casos, vos llegás y el piano anda mal mecánicamente. Notas que no andan, cuerdas cortadas, tiene muchas problemáticas el piano. Primero tenes que solucionar que todo funcione bien y por último encarás la afinación" señala y recuerda que el piano más viejo que mantiene es uno que se encuentra en Pehuajó que tiene cerca de 140 años. "A pesar de la edad que tiene hay repuestos de ese piano" dice y aprovecha para aclarar que todos los materiales con los que trabaja con importados. Llegan a su casa desde Estados Unidos o Europa.

Una vez resuelta la parte mecánica, se procede a la afinación que se lleva a cabo mediante una llave especial. Narciso se levanta de la silla, toma la llave y se acerca a un piano que está listo para entregar. "La llave permite estirar la cuerda" explica. Con leve giro afloja la cuerda y luego aprieta la tecla que corresponde. El piano suena y lo desafina para poder completar el proceso hasta volver a ajustar la cuerda para que recupere su afinación.

"Es una clavija que está a presión dentro del clavijero que es de madera y tiene que estar bien sólida, bien agarrada, y por intermedio de la llave le das más o menos tensión, según lo que quieras" dice y manifiesta que "tenés que tener entrado el oído para afinar". Aunque "hoy en día hay medios electrónicos que te ayudan muchísimo pero no te solucionan al cien por cien. Hay que escuchar intervalos, de octavas, de quintas, de terceras, mayor. Escuchando intervalos es como se llega a una buena afinación".

"Primero se aprende a hacerlo de oído y después por una cuestión de practicidad y de tiempo, hay equipos electrónicos muy precisos que te ayudan en un alto porcentaje pero hay sectores del piano que tenés que ir a ver qué te dice el aparato y la oreja" ya que "el piano te pide distintas afinaciones".

La música y la experiencia

"Debe ser un tema genético de parte de la familia de mi mamá" dice Narciso que llegó desde su Italia natal cuando tenía un año y medio. "Todos músicos pero ninguno profesional. El que no toca el acordeón, toca la guitarra" comenta y agrega que pertenecen al norte italiano donde "es muy común después de cenar sacar el acordeón y empezar a tocar y cantar. Es una costumbre que con el tiempo se sigue manteniendo".

Por eso repite eso de que "habrán sido de ahí los genes, porque de chiquito siempre me gustó. Despues estudié piano en el conservatorio pero no terminé la carrera y me dediqué más al fagot que toque en la Sinfónica Municipal durante 30 años".

Narciso afirma que lo suyo es "un oficio relacionado con el arte. Nosotros somos los mecánicos del piano" y declara que si bien algunos "dicen que es un arte pero todo es depende del punto de vista que lo quieras ver". Porque "aunque hay ciertas cosas que son más que mecánicas, sobre todo en la parte de la afinación y la posterior entonación, que se hace en caso de que el piano lo necesite o la exigencia del pianista también lo requiera. Después de afinarlo hay que equilibrar toda la parte tímbrica".

En su trabajo "la experiencia es un 90 por ciento. Si una nota no anda, levanto la tapa, miro y digo es tal cosa le digo al cliente. Casi siempre son pavadas". Con el tiempo, además, pudo entender la relación afectiva.

"El valor afectivo en los pianos es terrible, no sé si en otros instrumentos será igual. Me ha tocado muchas veces tener que hacer andar pianos que no justificaban el gasto desde ningún punto de vista".

Sobre el final reflexiona y dice que lo que logró fue porque hizo las cosas bien. "Si hubiera hecho las cosas en forma mediocre o mal te llaman un vez y la segunda vez llaman a otro. En este oficio la mejor publicidad es el boca a boca"

A los 72 años todavía se siente con energía y asegura que "mientras pueda caminar y mover las manos" va a seguir trabajando. "Hasta que no se corten ninguna de las cuerdas" dice riéndose.

Porque "mientras no te quedes sordo, puedas caminar y las manos te respondan no hay límite de edad" concluye.