Pablo Picasso alguna vez dijo que le había tomado cuatro años pintar como Rafael, pero toda una vida para aprender a dibujar como un niño. Buscar, recortar y pegar para darles a las imágenes otro sentido también es, de alguna formar, un juego de niños.

"Lo lindo que tiene el collage, que fue lo primero que me dijeron cuando me senté con una revista y una hoja, es que tiene la libertad de que podés generar tu propio mundo", dice Nicolás Rodríguez Pane, artista del collage y embajador de la Sociedad Argentina del Collage en Olavarría.

"Al collage llegué a mediados del 2019 después de una gran crisis personal", cuenta. "Había un mar de emociones bastante complejo y necesitaba hablar, explicar y entender un montón", dice, y menciona que también "hace 15 años que estoy en la música con distintos instrumentos, distintas formaciones. Después tuve la experiencia de pasar por un taller de escritura que fue muy revelador".

Nicolás señala que "lo que me quedó del taller que lo tomé para el collage fue el aprender a usar las palabras, en darles esa potencia necesaria y también permitirles la reinterpretación".

Fue por ello que después de "combinar todos esos elementos y la necesidad de expresarme, de conectarme con nuevas emociones, apareció el collage como una herramienta de expresión". 

"Creás tus propias imágenes, podés usar tus propias palabras y entonces tenía todo disponible. Era una nueva oportunidad de canalizar y decir lo que necesitaba con esa libertad que tiene la técnica", afirma. 

Componer y abrir el juego

Primero fueron cuatro obras que en un primer momento "las empecé a compartir primero con amigos y después se empezaron a retroalimentar con las devoluciones, y uno sigue creando y generando obra. Cuando tenés una cantidad interesante, te das cuenta de que están empezando a pasar otras cosas", asegura. 

Para él, el collage "nunca dejó de ser terapéutico. Sigue siendo sanador, de encuentro con uno mismo", y menciona que utiliza una técnica "donde busco resaltar el detalle de cada imagen, entonces paso mucho tiempo preparando cada imagen para después componerla y que se convierta en otra imagen". En ese sentido "son muchas horas del día que uno le dedica a producir su obra o a comunicarse".

"En un primer momento fue sanador y muy revelador también, de encontrarse, porque el arte es un espejo. Es encontrarse con las cosas que uno tiene para decirse, que a veces son sanadoras y otras veces no son tan bellas", señala. 

"Cuando uno empieza a acumular obra, lo empecé a compartir más, se empezó a visibilizar y se difundía de a pasitos. Eso fue generando que se fueran acercando más personas con sus interpretaciones". Por eso señala que si bien "en un primer momento fue sanador, hoy en día es una herramienta de comunicación".

"Antes era mi expresión y ahora con cada obras que publico o muestro, eso hace que me pueda comunicar con otras personas de muchas ramas del arte y eso es increíble. No lo hubiese pensado jamás". 

"El componer imágenes y texto es mucho más amplio, abre más el juego. Mientras más elementos agregues, más abarcás", dice, y agrega: "Lo que me pasaba con la escritura es que me daba mucho pudor. Me costaba mostrar lo que escribía, me sentía muy expuesto".

Pero "combinando imágenes y palabras me escondía un poco más, jugaba más. Estaba hablando de mí, pero a la vez, en esa composición, trataba que ese mensaje dijera algo más o que permitiera otra interpretación. Trato de dejar siempre una puerta abierta para que el que lo ve le pueda poner lo suyo también. Esa es la búsqueda en la que estoy enfocado", asegura. 

Un proceso que lleva tiempo 

Cuando se refiere a su trabajo, Nicolás confiesa que es muy desorganizado. "Me cuesta seguir patrones o tareas. Por eso siempre lo encaré de una manera autodidacta. Al principio me condicionaba el material disponible. Podía hacer las obras que quería pero con las revistas que tenía. Después con el tiempo, y con más ganas, fui apuntando a la búsqueda de cierto material, determinadas imágenes, gestos. Lo mismo con las palabras, uso muchas frases de publicidades de los años 70 y 80, que son tremendas, porque me gusta ese desafío de poder sacarlas de contexto y decir algo más con eso", explica. "También hay momentos en los que sólo me tomo un rato a la tarde para sentarme a recortar imágenes que me gustan de las revistas. Así voy armando bancos de imágenes. Me estoy organizando ahora un poco y tengo cajitas con categorías".

"Al principio estaba condicionado por el material y decía con lo que tenia, después con más confianza te vas dando cuenta de que se puede controlar mejor las herramientas y que se que pueden manipular un poco mejor las composiciones". Ahí sí encara la búsqueda en las revistas buscando tal frase o imagen. "A veces es una mezcla de todo, según el momento", asegura, y en cuanto a los tiempos para elaborar una obras comenta que son bastante variables. "Hay obras que sucedieron en 5 minutos. Generalmente cuando aparecen las ideas y tengo que ir a buscar las imágenes, eso suele tardar mucho más. Hasta semanas o meses". 

La mirada del otro

"Es muy importante, pero no me parece que sea realmente necesario ir detrás de eso", dice con respecto a la mirada de los otros. Quizás unas de las cuestiones que atraviesan las obras de muchos artistas. En su caso fueron fundamentales las palabras de un amigo. 

"Yo terminaba un collage y lo dejaba en un costado para que se seque. Así se iba haciendo una pila que iba creciendo. Un día vino un amigo, que es tatuador y pinta también, y ve esa cantidad de obra. Ahí me motivó que me dijera que viera lo que estaba haciendo. 'Tenés que hacer más de esto', me decía. 

"Esa devolución fue fundamental para mí, de esa persona particularmente, fue un quiebre. Darme cuenta de que esto que estaba produciendo". Si bien "no lo estaba buscando, lo necesitaba".

Por eso "está buenísima la devolución cuando viene de artistas o de personas que uno admira" y reconoce que "sí, es importante, porque generalmente la devolución viene acompañada de un reconocimiento". 

Para Nicolás, "las obras son personales, pero también son para los demás. Entonces cuando uno expresa comparte y mueve las obras suelen venir las devoluciones. Hay que dejarlas que lleguen, pero trato de no preguntar, de no indagar en eso. Si hay alguien que tiene ganas de hacer una devolución, me encanta escuchar, porque es como ver la obra de afuera y suma mucho sea positiva o negativa". Aunque todavía para él el tema de las devoluciones con su obra sigue siendo "un lugar muy extraño". 

Una embajada collage

en Olavarría 

Cuando sus obras comenzaron a llegar a las redes sociales, rápidamente tuvo repercusiones entre los referentes de la técnica artística. Así llegó el contacto con la Sociedad Argentina de Collage (SAC), un espacio virtual donde los artistas se contactan, se conocen y pueden compartir sus obras.

"Cuando mi volumen de obra empezó a crecen me invitaron de la SAC para formar parte", dice, y comenta que "la red federal de collagistas nuclea a artistas del collage de todo el país y también tiene miembros en países como Brasil, España e Italia".

"Ahí empecé a reconocerme con otros artistas. Eso es fundamental, porque si no era yo solo encerrado en mi casa y recortando y pegando figuritas", lo cual le permitió crecer mucho. 

Un año después, estando en Buenos Aires en plena pandemia, se encontró con una muestra de la Sociedad Argentina de Collage y pudo disfrutar en directo de todo aquello que veía de forma virtual. "Fue una locura, una hermosura, no lo podía creer", dice emocionado. 

Allí se contactó con otro artista que lo ayudó a organizar una Embajada Collage Olavarría. Fue en diciembre del 2021 y posteriormente luego de una convocatoria se encontró con cuatro artistas locales que tenían su misma búsqueda.

"El desafío era, además de hacer collage, hacer algo más con eso como plantear actividades, ganas de moverse" cuenta.

En mayo de este año el grupo de artistas del collage que conformaron, además de Nicolás, Juan D. Fleitas, Melisa Prado, Pilar García Ferrari y Valeria Porello, hicieron una muestra en el Centro Cultural. 

"Montar una muestra es un desafío hermoso", expresa el artista, y cuenta que cuando recibió la propuesta por parte de Brenda Dobantón, quien se desempeña en el espacio cultural, "no me lo creía". "Fue superemocionante. Era la primera muestra y en el Centro Cultural", señala. 

"La Embajada de Olavarria es un grupo abierto, sin fines de lucro, gratuito", explica Nicolás, y afirma que "lo que nos encuentra es nada más que las ganas de hacer collage. No tenemos otra intención". Por eso, mientras se concentra en la próxima imagen que busca componer, invita a que todos aquellos que tengan ganas puedan sumarse. "Nos mueve las ganas de visibilizar el collage", concluye.