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La laboriosidad del hornero, el bullicio de las cotorras, la versatilidad de las calandrias, la ternura de un colibrí, el canto subyugante de un zorzal, la belleza de los cabecitas negras...

Con sus especies tradicionales, algunas que están en retracción y otras que fueron apareciendo en las últimas décadas producto del cambio climático o de la mano del hombre, Olavarría propone una diversidad en su avifauna que, según Flavio Maldonado (director de "La Máxima"), alcanza a unas 80 especies en el caso urbano y unas 150 en la zona rural, en base a la guía de aves pampeanas de Juan María Raggio.

"El ambiente es dinámico de por sí; hay especies que han disminuido sus poblaciones; otras que se mantienen estables en el tiempo, porque son las que tienen más oportunidades de alimento o nidificación y otras que son autóctonas, pero exóticas en el centro de la Provincia, que empiezan a encontrar propicio el ambiente y se han trasladado a esta zona" explicó Maldonado.

Un ejemplo de esto último es el cardenal rojo (Cardinalis cardinalis), que tiene registros habituales en el Parque Carlos Guerrero, en "La Máxima" y en distintos parques públicos de la Ciudad, producto de una migración natural que encontró buena disponibilidad de alimento en las zonas urbanas.

El hornero, ave tradicional si las hay (ver nota aparte), se ve en un número mucho mayor que hace tres o cuatro décadas, pero tampoco es de las pampas, que hasta la aparición del hombre blanco era una enorme planicie cubierta por pastizales.

Llegó desde la región chaqueña, y como necesita lugares altos para posarse o nidificar, encontró su hábitat propicio con la aparición de los árboles y los postes de electrificación.

En su viaje a través del tiempo ya está en Neuquén, y se cree que no tardará en cruzar la Cordillera de Los Andes, según un trabajo publicado por Antonio Elio Brailovsky.

Su nido es una obra maestra de la ingeniería animal. Tiene una sala y una ante-cámara en forma de "S" para evitar el ingreso de predadores, y su canto es el más agudo entre todas las aves del planeta.

Las cotorras (Myiopsitta monachus), tan combatidas por el hombre de campo, llegaron a esta zona por la intervención humana en el medio ambiente.

"Empiezan a invadir la provincia de Buenos Aires a partir de la plantación de eucaliptus en el pastizal pampeano" comentó Maldonado.

Viven en colonias y la forma de construcción de sus nidos las protege de sus predadores… Salvo el ser humano.

Los caranchos (Caracara plancus), muy presentes en la ruralidad y habitual en las rutas limpiando restos de animales atropellados, aparecen como uno de sus principales enemigos en la zona de Parque Norte.

También son espectaculares sus disputas aéreas con los chimangos (Milvago chimango), otra ave carroñera de presencia abundante en esta zona, grandes limpiadoras del medio ambiente por su capacidad de procesar cadáveres y su eficiente sistema digestivo, que impide la transmisión de enfermedades.

Una de las especies más recientes, y ya instalada en Olavarría, es el loro barranquero (Cyanoliseus patagonus).

Se trata de un ave migratoria y estableció sus nidos en los frentes de cantera, por lo cual es muy común de ver en Sierras Bayas y Sierra Chica.

El bello canto del zorzal (Turdus rufiventris) se ha impuesto sobre el canto matinal de los gallos en determinadas épocas del año.

Hacia fines de invierno empieza a cantar antes del amanecer. No es un animal originario de esta parte del país, se parece a un hornero, y es fácil de reconocer por su vientre anaranjado.

Los cada vez más numerosos tordos (Molothrus bonariensis) tienen un comportamiento para nada destacable: ponen sus huevos en nidos de otras especies (chingolos, horneros, calandrias, gorriones) y esas aves se encargan de la crianza de los pichones.

Es un hecho biológico muy interesante, pues las aves tienen un proceso que se llama imprinting: la primera imagen que ven la reconocen como de su propia especie. Ese proceso en el tordo está vedado.

Un par de especies de colibríes (Trochilinae) tiene registros en la zona bonaerense: el verde, el bronceado y el garganta blanca. De ellos, el primero es el más común en Olavarría.

Otra vez el hombre.

Estudios hechos por biólogos del Conicet en Mar del Plata han detectado que las luces LED en las ciudades están interfiriendo el despertar de las aves.

Empiezan a cantar más temprano, les provoca un gasto mayor de energía al iniciar antes su actividad, y ello atentaría contra la tasa reproductiva.

Olavarría es lugar de paso de las golondrinas (Hirundo rustica). Este verano fue todo un espectáculo ver su vuelo danzante a lo largo del Tapalqué.

En todo el corredor biológico del arroyo últimamente se empezaron a ver Martines Pescadores (Alcedo atthis) de importantes dimensiones, una especie de garza que son los chiflones (Syrigma sibilatrix), mientras en el Parque "La Máxima" hace un par de años se ha instalado una colonia de garzas brujas (Nycticorax nycticorax).

En nombre de la calandria (que se mueve con tanta facilidad en la tierra como en el aire) se han compuesto canciones.

"Era un gentil trovador" dice Carlos Gardel en el tango escrito por Juan Andrés Caruso, con música de Luis Teisseire, pero su aparición más célebre es en el vals La Pulpera de Santa Lucía: "Era rubia y sus ojos celestes / Reflejaban la gloria del día / Y cantaba como una calandria / La pulpera de Santa Lucía".

La calandria (Mimus saturninus) tiene la particularidad de imitar el canto de otras aves, esa versatilidad se ve también en los chingolos (Zonotrichia capensis), pero el canto responde a regionalismos y va cambiando la tonalidad según la región del país.

La diminuta ratonera (Troglodytes aedon) es un ejemplo de adaptabilidad. Hace sus nidos en hoquedades de los árboles, pero también en muros perforados, tubos, cajones cerrados, cajas de medidores de electricidad.

El benteveo (Pitangus sulphuratus) es otra especie muy común en la zona. Insectívoro, convirtió las antenas de las ciudades en un nicho ecológico donde es muy común verlos posados, cantando y marcando el territorio.

El tero (Vanellus chilensis) es una especie rural, pero se están volviendo cada vez más urbanos y se los suele ver en parejas. Su historia es célebre: pone los huevos en un lado y canta en otro para desorientar a los predadores.

En la zona del Parque Avellaneda es común ver pájaros carpinteros amarillos y en La Máxima pájaros carpinteros rojos (Melanerpes erythrocephalus). Se ha habituado a la zona urbana, donde necesita hoquedades de los árboles para nidificar.

Como las golondrinas, el bello churrinche (Pyrocephalus rubinus) es un ave migratoria que viaja entre la Argentina y Venezuela con algunas poblaciones, y entre Venezuela y los Estados Unidos otras.

No es sencillo de ver y tiene un claro dimorfismo sexual: los machos son de color rojo brillante y antifaz oscuro, mientras la hembra es de color parduzco.

El Centro de Interpretación Ambiental de "La Máxima", donde está la muestra de aves pampeanas, lleva su nombre.

En ese sentido, el Parque "La Máxima" tiene en pleno desarrollo la creación de una reserva natural para incrementar los ecosistemas urbanos de aves y otras especies silvestres.

Habitante de la zona, los pechitos colorados (Leistes superciliaris) tampoco son fáciles de detectar en el caso urbano, aunque hay registros de poblaciones importantes en la zona del aeropuerto.

Su primo hermano, el pechito amarillo (Pseudoleistes virescens), es muy común de ver en la zona del arroyo.

Olavarría es zona del bello cabecita negra (Spinus magellanicus) y del jilguero (Sicalis flaveola pelzelni), cuyo macho tiene ese color amarillo furioso y tanto las hembras como los ejemplares jóvenes presentan un color grisáceo con estrías por todo el cuerpo.

El misto (Sicalis luteola) suele confundirse con el jilguero. Es pardo oliváceo por arriba y por abajo es amarillo con el pecho lavado de pardo, mientras la hembra es más marrón por arriba y pardusca por abajo.

En un momento retraídas, se empezaron a ver en cantidad las palomas torcazas (Zenaida auriculata) por su gran capacidad de adaptación a los ambientes modificados por el hombre.

Hay que ser aficionado al avistaje de aves para detectarlas, pero la Ciudad cuenta con una variedad de aves de hábitos nocturnos, como lechuza del campanario (Tyto alba), el lechuzón orejudo (Pseudoscops clamator) y la lechuzita de la vizcachera (Athene cunicularia).

Todas ellas han sido víctimas de las creencias y las supersticiones de la gente, aunque son fundamentales para la salud del medio ambiente por ser reguladores naturales de las poblaciones de roedores.

"Nosotros estamos en un programa de instalación de cajas nido para la reproducción de bichos que predan sobre los roedores en diferentes escuelas de Olavarría" comentó Flavio Maldonado.

Se calcula que una lechuza por manzana pueda alimentarse de 200/300 roedores al año.

Por otro lado, aunque suene poco verosímil, se ha registrado dos o tres años seguidos la presencia de tucanes (Ramphastidae) en la zona de Sierras Bayas y Sierra Chica.

En el ámbito rural hay registros de flamencos (Phoenicopterus), espátulas rosadas (Platalea ajaja) y cisnes (Cygnus), y en el arroyo posee cada vez más diversidad de aves acuáticas, como el macá (Podiceps gallardoi), una especie de pato buceador, biguás (Phalacrocorax brasilianus), la cada vez más extendidas gallaretas (Fulica) y todo tipo de patos (barzino, sirirí entre otros).

Es cuestión de detenerse un instante, posar la mirada y disfrutar de la variedad biológica que ofrece en Olavarría tanto la Ciudad como el campo.