Rodrigo Fernández / rfernandez@elpopular.com.ar

Cuando Omar Rosini abre las puertas de su taller, el tiempo parece detenerse. Los ojos enseguida se van hacia los autos que descansan entre repuestos y herramientas. La radio suena de fondo, como en todo taller que se precie de tal, y en la oficina las paredes están tapizadas con fotos de Dante y Torcuato Emiliozzi y reconocimientos por su participación en diferentes encuentros con La Galera. Desde hace casi 25 años que se ocupa de ella. Mucho antes de que el auto de los hermanos Emiliozzi tuviera un espacio propio, era en este taller donde pasó la mayor parte del tiempo. Hasta aquí llegaba gente de todos lados a ver la máquina con la que los Emiliozzi se destacaban en el Turismo Carretera. Sentarse en esta pequeña oficina para hablar con Omar es como sumergirse en el tiempo, porque él no sólo tiene una memoria prodigiosa, sino que además tiene la pasión intacta.

"La relación con La Galera es de toda la vida...", dice de entrada como para despejar dudas. Pero un día de la década del 1980, cuando al autódromo de La Bota se lo iba a bautizar como "Dante y Torcuato Emiliozzi", invitaron a los hermanos a recuperar y poner en marcha La Galera.

"Hacía muchos años que no se ponía en marcha, estaba desarmada, y como gran entusiasta me arrimé a ver si me permitían colaborar, y ahí empezó la relación más estrecha con los Emiliozzi, más que nada con Torcuato", cuenta. 

"Después de eso La Galera se vende y la compra un vecino de Olavarría. Luego la vuelven a vender, hasta que la compra la Municipalidad en 1997".

Ese mismo año se festejaban los 60 años del Turismo Carretera y hasta Olavarría habían llegado todas las personas que de una forma u otra habían estado vinculadas a la categoría. "Lo más importante de la fiesta era que La Galera arrancara...", dice, y cuenta que "desde hacía pocos días era del Municipio y no arrancó. Ahí participé para tratar de ponerla en marcha. Por casualidad o por suerte arrancó y desde ese día, el 2 de agosto de 1997, la Municipalidad me entregó la llave y me dijo que me tenía que hacer cargo del auto".

"Lo tomé como una cosa que había que hacerlo con mucha responsabilidad. Era una pieza histórica de Olavarría, con una historia impresionante".

"Lo que hice con este auto fue recorrer gran parte del país", manifiesta Omar, y todo eso que cuenta se puede ver en las paredes de su oficina. 

"Cuando se enteraron que La Galera estaba funcionando y en condiciones de ser vista y mostrarla y disfrutar del sonido de ese auto, que es único, empezamos a recibir pedidos de todos lados. Hicimos mas de 50 mil kilómetros con La Galera, hemos estado en instituciones de bien público, colaborando también con otras instituciones importantes". 

"Se llevaba La Galera, se armaba un evento y eso era lo que se presentaba: que la iban a poder escuchar marchar. Se juntaban fondos para un hospital, para una maternidad, para una escuela, para una cooperadora. Tenemos que sentirnos orgullosos de que se pudo colaborar con este auto tan histórico"

También fue un camino plagado de anécdotas, de gente que se acercaba a contarle qué significaba La Galera para ellos. Fue por eso que se le ocurrió que era hora de armar un museo en Olavarría.

"Las autoridades por suerte nos apoyaron en la idea y en la locura ésta; a veces hasta pedí disculpa por ser tan insistente...", asegura. 

"Olavarría le debía un homenaje a los Emiliozzi, que era hacer su lugar, y qué mejor que hacerlo donde se gestó toda esta hazaña. Es casi un museo único, un museo de sitio con los elementos, las maquinas que hicieron toda la gran historia", describe, y enseguida señala que "la ciudad es reconocida en gran parte por los hermanos Emiliozzi". Omar agradece "a las autoridades municipales de poder preservar la historia de nuestra ciudad que fue importante por estos dos señores".

Visitas y emociones 

"El auto estuvo 16 años en el taller y yo atendía a todo el mundo. Un día apareció Mauricio Macri, otro día vino Enrique Pinti, otro el Flaco Traverso, también Guillermo Vilas. Aparecieron personajes de todo tipo", cuenta, pero "a mí quedó algo muy marcado con una familia que vino de Bahía Blanca. El auto estaba acá y cuando llegó, el hombre lo vio y dijo '¡La Galera de los Emiliozzi...!", se agarró de otro auto y se desvaneció. Llamé a emergencias médicas y tuvieron que hacerle un masaje y respiración, y el hombre volvió en sí. El hijo, mientras esperábamos, me decía '¡Se me muere mi papá al lado de La Galera...!".

Otra vez "estando en La Pampa, en una muestra en la municipalidad de Santa Rosa, vino un señor y me dijo que tenía un amigo muy enfermo que era entusiasta del automovilismo y si podría ver La Galera". La persona no podía acercarse, así que Omar le llevó el auto hasta la puerta de donde estaba internado. "Cuando La Galera arrancó, la aceleré y el hombre dijo 'qué linda que está1' ". El amigo se puso a llorar y le contó que hacía cuatro años que no hablaba. Todavía cuando lo cuenta se emociona y es imposible explicar hasta donde llega el fanatismo de las personas por el auto. 

"En la Fiesta del Bicentenario la gente se tiraba en el piso. Cuando salimos a hacer desde el Obelisco hasta San Isidro, en todo ese trayecto la gente se tiraba para que vos tengas que parar y ellos pudieran besarla, abrazarla y llorar al lado del auto".

"No quiero pecar de fanático, pero (los Emiliozzi) fueron lo más grande que tuvo el automovilismo", dice, aunque todavía "hay algunos que no pueden creer que hayan hecho semejante hazaña".

"Los pilotos de Buenos Aires estaban apoyados por las fábricas, por los gobiernos. Esto era todo esfuerzo propio; pelearon contra todos", explica. "Cuando se fabricó el motor de válvulas a la cabeza, eso fue algo muy superior a cualquiera, porque si bien hay otras piezas parecidas, no las hubo como el de los Emiliozzi. Por eso fueron invitados a Detroit para explayarse sobre lo que habían hecho, porque Estados Unidos no lo habían hecho todavía".  

Trabajar a la par de Torcuato 

"Cuando desarmé el auto completo, él venia todos los días y charlábamos y cambiábamos algunas ideas", dice sobre su relación con Torcuato. "De lo que hablaba mucho era de cómo poder hacer La Galera lo mejor posible, que funcionara como era antes".

"Creo que fui un privilegiado de poder haber charlado con él y estar trabajando en 'el hijo' de ellos dos. Es un auto hecho sobre un chasis de Ford, pero es marca Emiliozzi. Los cambios que le hicieron solamente lo usaron los Emiliozzi", explica. Por otro lado menciona que "la restauración nunca la terminé, porque si bien son 25 años siempre se va encontrando alguna piecita que correspondía a La Galera. Pero ya está en un altísimo porcentaje". 

Si bien hace muchos años que está con La Galera, reconoce que cada vez que la ve "siempre me pasa algo. Se erizan los pelos del cuerpo".

"Me gusta cuidarla y que todo el mundo la pueda ver. Cuanta más gente se arrime y la podamos llevar a algún lado, en buena hora. No quiero que se muera la historia" concluye.