Gerardo Lizardía

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Si bien tal vez las consecuencias más notorias de la pandemia se relacionen con las esferas económica y laboral, también existen otros aspectos insoslayables según la franja etaria que se aborde. De esa manera, cuando se enfocan las actividades de los chicos en edad escolar, aparece una carencia importante por el lado afectivo para quienes cursan en 2020 el último año de la educación primaria o secundaria, que en pocos meses vieron diluirse sus expectativas de transformarse en Promo en sus respectivos establecimientos educativos o transitar la experiencia del último primer día por partida doble.

Así a los trastornos propios acarreados por el aislamiento en estos casos, de chicos de 11 o 12 años entre los de Primaria y de 17 o 18 años entre los de Secundaria, se suma en la actualidad la imposibilidad de materializar en el escenario público los ya tradicionales distintivos, un signo de distinción de cada división del último año de la Secundaria, una actividad con el tiempo asimilada también por los de Primaria. Tampoco serán posibles las fiestas de presentación ni los desfiles en carroza por calles céntricas o el festejo del Día del Estudiante, como ocurre año a año.

Para tratar de comprender qué ocurre con los pre adolescentes y adolescentes que deben atravesar esa situación sin mayores respuestas, EL POPULAR Medios entrevistó a la psicóloga Valeria Di Giano, quien analizó la problemática y sus consecuencias a través de un documento denominado "Nada es como lo esperaba... acerca de los ritos de pasaje en tiempos de pandemia".

La profesional, especializada en niños, adolescentes, jóvenes y familias, detalló cómo sufren los chicos el desencanto de despedirse de un peldaño de la educación y comenzar a evaluar su futuro. " ''Nada es como lo esperaba'', ''Ayer charlábamos con los chicos... nos queremos morir'', algunas de las frases que escuchamos de los adolescentes respecto de su último año de la educación secundaria".

De ese modo, con la traba invisible de la pandemia, "tanto el fin de la primaria como el fin de la secundaria atraviesan un año atípico". En su mayoría, los chicos transitan esos momentos "con grandes expectativas, que se chocan con una realidad que las limita en su desarrollo normal".

Desde ese punto de vista, la psicóloga plantea que "tenemos aquí tres ejes de análisis y tres corresponsabilidades que construir para que la finalización de ambos ciclos escolares tenga un ''final'' medianamente feliz para todos, los niños y adolescentes, los adultos y la escuela. En ese marco, es necesaria "una acción fundamental: ''escuchar''. En esta construcción en corresponsabilidad escuchar es vital".

Con ese punto de partida, "avancemos. Claro está que no es lo mismo los que sucede a un preadolescente de 11 o 12 años que lo que le sucede a un adolescente de 16 o 17 años. En el caso de los más jóvenes, los procesos de socialización son importantes, y el contacto con sus pares es fundamental, pero aún conservan ese lazo con los adultos que hace que sea posible intercambiar de otra manera y pasar este proceso con otra mirada, más alentadora y sostenedora por parte de los adultos que cuidan".

Así las cosas, "son ellos los que se han organizado para realizarles el distintivo aun cuando lo usen en sus casas y no lo puedan lucir en grupo, los que arman redes de contención y organizan llamadas de Zoom, incluso hay grupos que han incluido el tapaboca personalizado con su promo", destacó Di Giano.

"Otro lugar"

Sin embargo, "diferente es el caso de los adolescentes. Los padres no constituyen el grupo de apoyo más importante ni el anclaje más relevante. Acompañan, sostienen pero desde otro lugar. Este adolescente quiere festejar, quiere presentar su distintivo (que es diseñado al gusto de ellos) quiere ''joda'' y quiere hacer sonar los bombos al ritmo de ''mi último año de secundaria'' ".

Con las limitaciones de la telaraña de la cuarentena, en el caso de los adolescentes "el aislamiento y los cuidados preventivos por la pandemia han dejado a estos chicos aislados precisamente de lo que los constituye y les da sentido en su último año escolar. El último año de secundaria es sentido como duelo y pasaje. Lleva algo de lo cultural pero en líneas generales lleva en sí mucho de la construcción subjetiva".

Con ese argumento, expuso cómo la pandemia afecta además el normal desarrollo de la personalidad porque estas actividades truncas sirven para complementar la forma en que se transforma en adulto y asumirlo. "Por un lado, se comienza a duelar al niño que se va... que desaparece. Si bien ya hace tiempo dejaron de ser niños, aún siguen siendo dependientes en gran medida de los adultos. Ese proceso que se lleva a cabo en la adolescencia siempre es en conjunción con otros adolescentes. Hoy lo hacen relativamente solos. Se las ingenian para verse entre ellos pero nada se compara con la grupalidad".

Sin fin

En medio de una cuarentena que pareciera no tener fin por su prolongación todavía indefinida, "los adultos nos preguntamos cómo afectará esto el futuro de los chicos. Claramente los adolescentes de esta generación tienen que lidiar, y tendrán que lidiar con dos cuestiones que hacen a la conformación de ellos como adultos, y que tiene relación directa con el fututo. Les queda por delante la salida del confinamiento, sin sus ritos de pasaje (presentación de distintivo - fiesta de egresados), o al menos sin éstos tal cual lo hubieran deseado. Lo que trae aparejada distancia entre ellos, que la grupalidad caduque y también algo de la construcción de la identidad". Asimismo, "les queda un futuro incierto, a la crisis económica se le suma la que dejará la crisis de la post pandemia. Y en ese contexto proyectar con energía un futuro... queda un camino difícil", anticipa la profesional.

En definitiva, para no aumentar los traumas propios de la cuarentena, "entiendo que el rol de los adultos será central, siempre lo fue, pero quizá en este contexto acompañar y sostener va a volverse un pilar fundamental. ¿Sostener qué? Sostener con elecciones libres pero ancladas en la realidad, que ayuden a dar pasos cortos pero firmes. Ese siempre ha sido un trabajo duro, pero en este contexto lo es aún más. Además de necesario, empatizar con ellos y ayudarlos a ellos a empatizar con nosotros. Mostrarles de qué se trata ser adulto, y que sepan que estaremos ahí para ellos. Claro que los adultos que crían también están vulnerables, ése es un tema a profundizar".

El rol de la escuela

La psicóloga Valeria Di Giano, al analizar el contexto de desarraigo deparado por la pandemia en el caso de pre adolescentes y adolescentes valoró el rol de la educación. Así, no deja de ser importante que "luego tenemos el eje escuela, y sus avatares actuales. ¿Qué papel les toca? Creo que en el mejor de los contextos, aguardar las directivas sanitarias y proponerse facilitar lo más que puedan, conforme a esas reglas, el encuentro de los chicos en la escuela que ''abandonan'' ".

Con esa mirada, la profesional propone que la escuela en sus niveles primario y secundario, en los casos de los chicos que transitan el último año en alguno de esos niveles, se tranforme "nuevamente en sostén y posibilidad. Interactuar con ellos y estudiar sus intereses y expectativas, escucharlos y escuchar las familias. Es vital este papel de la escuela y los docentes, tejer redes que ayuden, generar espacios (aunque sean virtuales) que les permitan el intercambio en la Promo".

Para tratar de lograr cierto grado de eficacia en ese aspecto, "lo ideal es que todas las dimensiones abordadas aúnen criterios e ideas. Que puedan dialogar y que logren buscar un equilibrio realista y preciso acerca del porvenir y de los ritos de pasaje".