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Hace escasos diez años Elva Gratas Abot y María Luisa Veltri pugnaban por casarse después de décadas de convivencia. La lucha por el aborto legal, seguro y gratuito era invisibilizada por los medios y no se debatía más que subterráneamente. Josefa Martínez era llamada oficialmente en la prensa por su viejo nombre masculino y, como contrapartida, este 8 de marzo de 2020 recibió el premio por el día de la mujer como "incansable luchadora por la igualdad de género". Mara no era Mara sino Germán Esteban Navarro, tal como decía su DNI y a contramano de su deseo y su sentir. El reciente femicidio de Magalí Giangreco no era tal sino un homicidio. Se seguía hablando tergiversadamente de crímenes pasionales con una terca resistencia a dejar de lado, aún entre los más jóvenes, una terminología anquilosada e ideológicamente peligrosa. Había quienes aún diez años atrás se negaban a hablar de trata de personas y persistían en aquella figura de trata de blancas, nacida de la mano del tráfico emprendido por los rufianes de la Zwi Migdal a inicios del siglo XX.

Apenas diez años transcurrieron. Sin embargo, hubo avances provocados por la confluencia de una fuerte militancia por la igualdad de géneros con las leyes que se fueron votando a lo largo de los últimos tiempos. En 2010, ley de matrimonio igualitario; en 2012, ley de identidad de género; en 2013, ley de fertilidad asistida. Y, en 2018, aprobación en Diputados del aborto legal, seguro y gratuito con su posterior rechazo en Senado. Sigue siendo una deuda.

Sin embargo, como una cachetada feroz este viernes el Concejo Deliberante votó contra la reactivación del consultorio inclusivo que funcionaba formalmente desde febrero de 2018 y que en los últimos meses fue vaciado de insumos y de profesionales. De la mano de la crisis sociosanitaria y económica derivadas de la pandemia, se viven ya los clásicos efectos colaterales. En este caso, se retroceden varios casilleros en el camino de creación de ámbitos amigables que faciliten, como el consultorio, una atención respetuosa de la diversidad sexual.

Un espacio en el que se estaban atendiendo a unas 25 personas en tratamiento de cambio corporal por hormonización (incluyendo a personas privadas de la libertad en la Unidad 2, que siguen recibiendo el tratamiento); de 5 a 8 personas que recibían atención psicoterapéutica; más aquellas 5 a 20 personas, según los meses, que concurrían por consultas ligadas a anticoncepción, interrupción legal del embarazo, testeos rápidos de sífilis y otras temáticas ligadas a la salud sexual. Desde el consultorio inclusivo se trabajaba además con los profesorados de Educación física, Educación inicial e Instituto 22 de formación docente. Más la facultad de Ingeniería y escuelas secundarias rurales y urbanas de la zona.

Horas extra

Dos de las profesionales ligadas al consultorio plantearon sus dudas, sus interrogantes y también sus temidas certezas. La psicóloga Gabriela Castro -que el 3 de junio anunció por facebook que ya no pertenecía al espacio- dijo a El Popular que "el trabajo que yo hacía me lo pagaban a través de horas extra. Unos días antes de la cuarentena empezó a circular que se iba a declarar la emergencia económica y que iban a cortar todas las horas extra. Y así fue. A partir de ahí se nos dijo que suspendiéramos todos los turnos por la pandemia. Yo seguí atendiendo por teléfono o por videollamada cuando se comunicaban conmigo usuarios del consultorio. Y cuando ya después planteé que me parecía que era hora de retomar y recibir un pago, la respuesta fue que no estaba esa posibilidad porque el municipio estaba muy mal. No había contratación formal y por lo tanto no hubo formalidad como para sentirnos echadas. Yo no acepté firmar una especie de renuncia por considerar que no estaba renunciando sino que me estaban echando. Y sí pedí una opción para dar a mis pacientes y no tuve respuestas".

Uno de los requerimientos más repetidos por parte de usuarias y usuarios del consultorio es, justamente, el de la atención psicológica. Las experiencias de terapia en otros espacios resultaron expulsivas. Muchas veces -reconoce un usuario- "te planteaban la necesidad de trabajar terapéuticamente sobre nuestra orientación sexual y no es eso lo que uno busca. Claramente era un problema de la profesional que me atendía".

Y en contextos como el actual el argumento no puede volcar la responsabilidad de la atención en las y los profesionales. Gabriela Castro refirió que "se nos propuso que volviéramos a la atención fuera del hospital dentro del horario de nuestros otros trabajos por el que recibimos el sueldo que se nos paga. Es imposible de llevar a la práctica. No alcanzan las horas, por ejemplo, para las situaciones de violencia de género y yo ya no puedo sumar más situaciones o restar tiempo. Tratan de enmascararlo de esa manera. Me plantearon que tuviera el compromiso de seguir atendiendo. Lo real es que no están destinando el dinero que tienen que destinar para esta área".

Cuando todavía no se había producido el vaciamiento del consultorio, ya María Virginia Piñeyro, trabajadora social que cumplía horas en el espacio, había renunciado. Sintió, según relató, que ya era insostenible su participación a pesar de su reconocimiento de que es imprescindible su funcionamiento. Ingresó en abril de 2017 al servicio social del hospital municipal y una de las funciones que asumió fue la de articular con el programa de Salud Sexual.

Profesionales

Los inicios del consultorio, en febrero de 2018, abarcaban el horario de 20 a 22. "En ese momento -reconstruyó- había varios médicos que habían hecho una formación en La Plata en hormonización y con diferentes técnicas para el tratamiento hormonal. Se suma además la infectóloga Marina Grand. Fue difícil. Estábamos solas con mi compañera, Eliana Landoni. Con pocos recursos en el consultorio. Empezamos a hacer un trabajo de promoción, nos contactábamos con referentes de las organizaciones, hicimos algunas actividades en el centro, salimos a caminar la zona roja con un grupo de gente de la mesa de violencia. Pero sentíamos que era necesario defender el consultorio y nuestra fuente de trabajo y salimos a captar a la población que sabíamos que estaba en Olavarría. Sabíamos que después de años de no tener nada, por lógica no iban a llegar corriendo y en cantidad al consultorio inclusivo".

En ese largo camino fueron logrando que se sumara a Gabriela Castro para la atención psicológica. "Y se suman otros médicos: la doctora Jorgelina Montenegro y el doctor Mario Díaz. No iban de forma presencial pero a la vez empezamos a contar con más recursos. Ellos hacían el trabajo por interés en la temática pero no les pagaban. Lo hacían dentro de sus funciones y lo que hacíamos era derivarles pacientes a sus salas. Durante 2018 y 2019 lo que sostuvo mucho al consultorio inclusivo fue la llegada mensual y sin faltantes del tratamiento hormonal. Un grupo de gente usaba las consejerías, la atención psicológica, médica, retiraban medicación y ahí fue cuando se estabilizó el consultorio. Pero siempre reclamamos que se designara personal médico para no tener que apelar a la buena voluntad de los profesionales que siempre la tuvieron pero implicaba recargarlos de trabajo. Nunca se otorgó a pesar de que fue un pedido sostenido", agregó Piñeyro.

Hacia finales de 2019 empezó a escasear la medicación. "Este verano decidí renunciar porque fueron dos o tres meses difíciles donde la gente reclamaba su tratamiento y nosotras no teníamos respuestas porque no nos las daban y la medicación tampoco. Sentí que era un trabajo de poner mucho el cuerpo sin recursos detrás. Siempre había sido así pero ya sin la medicación sentí que todo se había terminado. A principios de marzo presenté la renuncia y a los pocos días se decidió cerrar el consultorio inclusivo con la excusa de reorganizar el hospital pero era algo que se venía viendo".

Pareciera haber consenso en que la cuarentena no hizo más que acelerar un proceso de recortes que estaría sellando el final del consultorio.

A finales de mayo se anunció que ya no habría horas extra para los trabajadores municipales. María Virginia Piñeyro ya había renunciado para ese momento. "Ya hacía tiempo que se venía deslizando el discurso de que no había dinero, que no se podían pagar horas extra, se suspendían turnos y el panorama apuntaba a eso. Nosotras, como personal del consultorio intuíamos que se iba a cerrar con la excusa perfecta. Y creo que no va a ser automático el retorno después de la cuarentena. Tal vez con el reclamo de las organizaciones y la sociedad civil se logre en algún momento. Pero no me parece que sea inmediato".

Cada junio se marcha en las calles de la ciudad por el orgullo de sexualidades disidentes. Y en coincidencia con esa reivindicación será el primer junio de los últimos tres años en que el consultorio inclusivo sea ya un espacio vaciado de contenido.

Han sido infinitos los avances en materia de géneros en la última década. Hace 12 años asesinaban en la ciudad a Valeria Cazola en un femicidio que no era considerado tal. Como contrapartida, un año atrás se creaba la casa popular que lleva su nombre y atiende a las víctimas de violencias de género y, desde hace un mes y diez días, en un hecho inédito, una de sus referentes asumió como coordinadora por la Séptima Sección del ministerio de Mujeres y Diversidades.

En estos años también nació el servicio para la atención en fertilidad dentro del Hospital municipal que -tal como anunció Ricardo Foderé, su titular, a través de las redes sociales- dejó de funcionar a partir del 1 de abril de este año (aunque hacía meses que no percibía su sueldo). Otro ícono para una historia de avances y retrocesos. Un espacio que más allá de las múltiples historias de fertilización también implicó, por ejemplo, el nacimiento de la pequeña Zarahi, la primer bebé hija de una pareja igualitaria, dos chicas de 26 años.

Tal como planteaba Gabriela Castro llegará un tiempo en que no se necesitarán consultorios inclusivos producto de igualdades que aún falta mucho por conseguir. Mientras tanto, las razones para su no funcionamiento muestran raíces económicas pero engloban razones que son éticas, sociales y culturales.