Según la autora principal de la investigación más reciente de Michigan Medicine, esta adicción a la comida no se limita a los adultos mayores.

Por otro lado, y de acuerdo con Kristin Kirkpatrick, dietista titulada de la Clínica Cleveland, los síntomas se parecen a los clásicos signos de adicción: incapacidad para reducir el consumo de alimentos altamente procesados, fuertes antojos, pérdida de control sobre la ingesta y signos de abstinencia.

La adicción a la comida, a pesar de su aparente presencia, hasta el momento no ha sido reconocida como una adicción, diagnóstico real o trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Y es por ello que, los profesionales sanitarios no pueden diagnosticar a nadie con ella.

Generalmente, a las personas que buscan un tratamiento para esta perturbación alimentaria se les diagnostica un trastorno por atracón. Sin embargo, el procedimiento que se ofrecería para la adicción a la comida sería distinto. Esto se debe a que la neurología subyacente de la adicción a la comida y el trastorno por atracón no es la misma.

Según los especialistas, la química cerebral de una persona puede influir, así como los antecedentes familiares de relaciones problemáticas o adictivas con sustancias. Kirkpatrick explicó que las personas estresadas, deprimidas, traumatizadas o ansiosas pueden consumir este tipo de alimentos para hacer frente a las emociones negativas.

En el momento que las personas intentan reducir el consumo de dichos alimentos, es posible que aparezcan signos comunes de abstinencia como agitación, irritabilidad o falta de energía.

Para erradicar este problema con la comida, además de cambios políticos, será necesario un conjunto de medidas individuales. «Las personas que tienen menos probabilidades de llegar a estar fuera de control son las personas que, en su mayor parte, tienen comportamientos bastante saludables». Afirmando así que siguen una dieta mediterránea.