Juntar unos pesos, armar la mochila, apostar a un emprendimiento itinerante y largarse a la ruta. O dar un giro de 180 grados en ese trabajo de rutina dejando atrás la zona de confort. Salir a pedalear por las calles de la ciudad con un carrito que promete nuevos sabores y otras energías o dar rienda suelta a imágenes surrealistas estampadas en remeras y pañuelos.

Todo un abanico de proyectos que quedaron en pausa el veinte de marzo y que obligó a barajar y dar de nuevo. Sin más recursos, en muchos casos, que apelar a la imaginación y a la creatividad para reinventarse en medio de la pandemia. Construyendo de cero o recalculando planes pero intentando ver una oportunidad detrás de esta crisis que ha puesto en jaque a la humanidad entera. En este FINDE, nos asomamos a cuatro historias con sello propio, inspiradoras y capaces de salir adelante mientras impera el #QuedateEnCasa.

Buscarle la vuelta

"Obviamente que la pandemia nos tocó a todos", dice Marisol Farana tras resignificar su arte en función del coronavirus. La artista se inició en 2003 con la fotografía surrealista: "Comencé a ir a ferias con cuadritos e imanes con mis fotos y sentí que me faltaba algo más" hasta que "en 2018, decidí incorporar remeras sublimadas. Me compré una sublimadora y proyecté mis fotos en las remeras. Después fui agregando más que nada prendas para mujeres".

Jamás se apartó de la esencia de sus diseños. Su marca es Photosol y su microemprendimiento marcha al ritmo de la demanda. "Me piden algo específico o envían fotos bajadas de Internet pero otras veces puedo darle mi toque, agregarle, buscarle la vuelta y que tenga mi impronta", explica en un micro especial ideado desde el programa radial "Mejor de Mañana" (98POP) y producido por Solange Rivarola Vales.

A las remeras le sumó pañuelos. "Creo que es mi fuerte, me inspiro más y es donde me encuentro. Son personalizados y de diseño, es otro terreno que me fascina. Hice cursos para incorporar el tema de rapport, que es la repetición de imágenes y de a poco empecé a sublimar telas. Ver tu diseño en una tela es fascinante y me encanta que lo lleven puesto los demás", destaca.

Pero llegó marzo con un virus que le puso freno a todo. "Al principio no podía hacer pedidos para conseguir remeras e insumos ni telas de pañuelos. Todo el sector de emprendedores nos vimos afectados", asume. Primero pensó en barbijos pero la sobreoferta la hizo desistir y finalmente optó por reconvertir los pañuelos sublimados en tapabocas.

"Hay que reinventarse, buscarle la vuelta. Con medidas de seguridad, tomando pedidos de manera virtual y luego que los retiren o los enviamos. Estamos bastante organizados los emprendedores locales", observa Marisol, que también ofrece remeras, guantes y medias a los que "pronto sumaré otra indumentaria". Instagram y Facebook son sus aliados a la hora de tentar vías de comercialización.

Ver cómo crear

¿Es posible cumplir con la responsabilidad del trabajo y a la vez ser nómade? Mica Piquet, de Ruta Café, confirma que sí. Es artista circense y emprendedora en movimiento. Con su incipiente cafetería móvil salió a la calle en un triciclo a que llevaba de tiro un cajón de madera listo para la elaboración y exhibición de productos. Licuados, jugos, café, pastelería, budines, tortas y muffins.

"Quería trabajar sin estar encerrada en un local y al ser móvil podíamos estar en ferias, eventos o algún punto de ciudad y los alrededores. Estar en constante movimiento, eso es lo que busco para mi vida", dice con incuestionable convicción. "Viajo mucho pero al querer quedarme en Olavarría decidí emprender una manera que me haga sentir cómoda", aclara la joven.

Todo comenzó el último verano pero sobrevino el covid. "Las primeras experiencias fueron muy lindas. Inauguramos en el Salto de Piedra, donde pusimos el carrito y la gente se acercaba a consumir o darnos apoyo y felicitarnos", destaca, en medio de un cóctel donde se mezclaban expectativas con temores.

La habilitación llegó tres días antes del aislamiento social, preventivo y obligatorio por lo que "no nos quedó otra que reinventar el trabajo y adaptarnos a esta situación que nos atraviesa a todos", dice la artista.

Admite vivir la cuarentena con "mucha incertidumbre y ansiedad por el hecho de no saber cuándo podremos trabajar de la manera en que estaba pensado el emprendimiento. Mientras tanto, voy pensando todo el tiempo qué hacer para crear. Eso me mantiene en pie y me dan ganas de seguir porque todo esto en algún momento va a pasar y vamos a poder salir a las calles".

Lo cierto es que para sostener Ruta Café "no quedó otra que reinventarme, pensar en otro funcionamiento, estar al 100% en las redes sociales con precios accesibles y envíos gratis, entendiendo la situación económica. Sumando otros artículos, como tazas personalizadas y café de especialidad. Que no se pierdan la posibilidad de compartir un café pero en sus casas", sugiere Mica.

No tiene descanso pero su deseo es que pronto, muy pronto, "podamos encontrarnos en algún punto de la ciudad, en algún evento o fiesta". Su triciclo adaptado está listo para salir a pedalear con aroma a café y sabor a budines, en busca de hacer escala en cualquier rincón o parque de Olavarría.

Cuestión de piel

Aylén Herrero no dudó en dar el salto. Su idea era dejar el trabajo en el servicio penitenciario al que llegó hace cinco años más motivada por los ingresos que por la vocación, dispuesta a adquirir una camioneta y utensilios básicos para lo que sí siente en el alma: los tatuajes. "Ya tendría que estar en otro país, en el norte por ejemplo, pero la pandemia no me dejó", explica, consciente de que solo será cuestión de tiempo.

"Tomé la decisión ahora porque es una etapa que culminó y sé que dejar un trabajo en blanco en este contexto es un montón pero soy tatuadora y tengo posibilidad de generar ingresos de otra manera. No es algo que me aflija", admite en respuesta a quienes ya les plantearon que era una osadía renunciar a un empleo en medio de esta crisis sanitaria y económica.

"Mucha gente no tiene posibilidad de elegir, Yo sí. Soy joven, no tengo hijos y mi meta es viajar y la plata para viajar la estoy generando sin necesidad de ir a un trabajo al que no quiero ir", responde.

Está feliz y en armonía. A la espera de que el covid amplíe los permisos. "Somos personas en contacto directo con la piel de los demás y eso nos expone muchísimo. No queremos dejar de hacer arte porque es lo que amamos pero hay que prevenir, cuidarse y cuidar al otro", reflexiona.

Hace arte en el cuerpo. Eso la llevó a tatuarse los pechos y lo compartió en las redes sociales, para derribar tabúes y estereotipos. "Estamos super cargados de estándares de belleza a cumplir y me habían hecho creer que mis pechos eran pequeños. Me miraba y era difícil amigarme con ellos hasta que me los tatué y vi que quedan lindos y no quiero cambiarlos. Es aceptarse a uno mismo. Es salir de los estereotipos", argumenta la joven.

La Fase 4 le permitió retomar los tatuajes en otros cuerpos. Atrás, en ese mundo que restringe libertades, deja amigas y compañeras además lindos recuerdos. "Ojalá muchas personas se animen a salir de su zona de confort y lo hagan sin ninguna excusa", concluye Aylén Herrera.

Atreverse y soñar

Sin saberlo, Nadia Lachermeier y Ezequiel Gómez tenían la misma hoja de ruta hasta que la vida cruzó sus camino y "decidimos viajar juntos y salir a vender licuados y ensalada de fruta", explican, con entusiasmo. En tres meses transformaron una vieja Trafic en food truck en busca de nuevos horizontes. El primer destino fue Gualeguaychú y de ahí pensaban rumbear hacia Córdoba, seguir por el norte y llegar hasta Perú. "No teníamos destino final, era dejarnos sorprender y seguir viaje durante un largo tiempo", cuenta Nadia.

Pero las trabas que encontraron en el camino más una falla mecánica que coincidió con el inicio de la cuarentena los devolvió a Olavarría. "Primero nos generó incertidumbre. Hubo replanteos. Luego entendimos que tenemos que hacerlo de nuevo pero mejor. Reacomodarnos y buscar cómo sustentar el viaje, estamos enfocados en eso", reconoce Ezequiel.

"Estamos muy seguros de que nos irá mejor" la próxima vez que salgan a la ruta sin estar pendientes de un GPS. "Los dos teníamos trabajo y había algo en esa vida que no nos gustaba, que no nos llenaba y era la rutina, la falsa seguridad. Los horarios, los jefes... Es algo que no queremos", manifiestan.

Admiten, sí, que eso implica "trabajar mucho el desapego material y también de la gente. Estar solos. Y en muchos aspectos logramos en vivir nuestros sueños ahora. Lo único seguro es el presente, no sabemos qué va a pasar mañana. Queríamos disfrutar desde ahora y no pensar qué pasará cuando nos jubilemos".

Entonces, como primer objetivo se fijaron la necesidad de "disfrutar de la vida ahora, que es lo único que tenemos. Todo lo pasa por algo pasa y para el que sigue sus sueños todo es posible. No hay que enfrascarse y decir ´no puedo´. A corto o mediano plazo todo se cumple". De eso se trata, de romper la rutina, de conocer lugares, de despuntar el arte, de conectar con otras historias y de abrirse a nuevos horizontes. Y no hay vuelta atrás. Saben que solo es cuestión de esperar a que la pandemia quede atrás en la línea de tiempo y les permita a unos y a otras retomar sus hojas de ruta.