Romina Reser

Enormes ventanales, mucha luz, sonrisas y personas haciendo lo que les gusta. Eso encontramos en la esquina de Colón e Independencia, la misma que aún sostiene un viejo cartel de una bulonería que allí supo haber. En su mayoría mujeres, de todas las edades, pero como dice María Eugenia Lievana, "los hombres son grandes cocineros, aunque en el camino ensucien todo lo que uno puede tener en una cocina".

Un maestro pastelero guía a una docena de estudiantes en uno de los muchos cursos que en la Escuela de Pastelería se dictan. Mientras tanto, con María Eugenia nos sentamos atrás, en la cocina, a hablar de su pasión. Entre mates esa mujer que supo hacer la torta de 146 metros para un aniversario de la ciudad, cuenta que vive con intensidad una profesión como la pastelería, que la enamora cada día y no para de sorprenderla.

"Uno tiene que poner en la docencia las misma ganas, todo el día. Al que agarras a las 8 de la mañana, darle la misma atención y paciencia que al de la noche; entonces uno tiene que estar bien todas las horas de clase. Yo sentí que tenía que parar porque era lo más saludable", admite sobre la razón por la que ahora la escuela sólo dispone de clases para adultos, aunque para los más chicos -criaturas de entre 4 y 11 años- era muy beneficioso. Incluso algunos, a través de la cocina, habían prescindido de otros apoyos porque "la cocina es una terapia alternativa" y sobradas muestras de ello tenemos en nuestra vida cotidiana.

Aunque la demanda para que se vuelvan a abrir los cursos para los más pequeños es enorme, por el momento eso no va a suceder, "quizás más adelante", plantea.

La chica de la ferretería

La escuela surge porque no había ninguna antes. Es decir, ella empezó a estudiar poco antes del 2010, tenía su "taller azul" como le gusta decirle en la esquina de Vicente López e Yrigoyen, y se dedicaba a dar algunas clases y a la repostería, algo que su abuela le había dicho "esto no lo hagas".

Las cosas pugnan por llegar a ser lo que siempre fueron, dijo alguien alguna vez y en el caso de Eugenia eso no para de ''querer ser''.

A la creación de la escuela "la empezamos a pensar con una amiga y la abrimos en abril de 2017". Eugenia habla de Maga, su socia fundadora. En el lugar que la conocemos hoy, antes había una bulonería y como ella dice "todo se conecta". Antes de ser esta gran mujer apasionada por la cocina, la enseñanza y la repostería; trabajó por más de 18 años en una ferretería familiar.

"Me crié viéndola a mi abuela, que vivía en Sierras Bayas y era repostera. Yo la veía y era mi ídola. Y ella siempre me decía ´Euge vos nunca hagas esto porque es re esclavo, no tenés sábados ni domingos''", recuerda al mismo tiempo que detalla sus primeras capacitaciones. "Antes del 2010 empecé a hacer cursos con Ely Ciancio, que para mí es lo más, es alguien que admiro mucho", agrega.

"Quiero ser como ella", cuenta mientras agregaba detalles llenos de cariño de su segunda maestra, la primera siempre será la abuela. "Hice varios cursos con ella, después me fui a estudiar a Tandil, ahí lo conozco a Roberto Goñi y decidí anotarme para hacer la carrera de Maestro Pastelero en Buenos Aires. Después empecé a ayudarlo a él en algunos eventos fuera de Buenos Aires y a viajar para la escuela. Y hace mucho tiempo que hago eso", explica y se le llenaban los ojos de amor por lo que hace cada día.

La escuela es reconocida a nivel provincial y, de hecho, vienen a tomar clases desde Bolívar, Tapalqué, Benito Juárez, Mar del Plata y Bahía Blanca entre otras ciudades. Para el próximo año tiene intenciones de traer la carrera de Gastronomía. Viaja para tomar y dictar cursos. Claramente, estamos frente a una persona curiosa y dedicada a la cocina y la pastelería.

"Tener ganas y darle para adelante"

Se la ve radiante, plena. "Cuando uno puede trabajar de algo que ama, de algo que le gusta, todo se hace más liviano (...) después de 10 horas de trabajo y tengo dos hijos que me demandan, estoy cansada, sí, pero es un cansancio lindo porque gracias a Dios tengo la posibilidad de hacer lo que me gusta y no somos muchos los que la tenemos".

"Si bien estudie tarde, tengo 40 años, lo que les digo a los alumnos es que hay tener ganas y darle para adelante. No importa la edad ni las condiciones", comenta con una voz llena, de esas que transmiten ganas de dejar de posponer los sueños y lanzarse. Además, "es una salida laboral linda y rápida", argumenta.

"Creo también que la escuela está funcionando tan bien por eso. Estamos en un momento del país complicado y hay amas de casa o muchas mamás que tienen que hacerse cargo del hogar y ves que vienen, hacen una capacitación y a los dos meses están vendiendo alfajores, una pastrafrola o empiezan con los bizcochuelos, y eso es una salida laboral rápida", valora con orgullo. Y cada vez que algunos de los estudiantes postea en las redes sociales una foto con el delantal o el uniforme de la escuela se le pone la piel de gallina de felicidad.

"Por eso siempre le decimos, no somos un taller que enseña a decorar una linda torta. Les vamos a enseñar todas las técnicas y les vamos a dar todas las herramientas para que puedan ampliar lo que hacen. Si te enseñamos una receta, vas a ser una lectora de una receta y nosotros lo que queremos es que sepas interpretar una receta y que la puedas volcar a un montón de opciones. La idea de la escuela es enseñar técnicas que vos la puedas aplicar a una infinidad de cosas", enfatiza sobre el final.

Torta Guinness

María Eugenia Lievena y Javier Todaro fueron los dos maestros pasteleros que realizaron un metro de torta por cada año que cumplió la ciudad en 2013. "Había un chef pastelero amigo en Buenos Aires y me dice ''tenemos que hacer algo en Olavarría''. Era octubre. Le dije que era el cumpleaños de la ciudad y surgió la idea de hacer una torta. Hablamos de una torta de 20 metros para el 146° Aniversario de la ciudad. En Morón, Vicente Campana, uno de los pasteleros más importantes del país, hizo una de 44 metros y pensé ''yo tengo que hacer una de 60´".

Fue por las redes sociales que se contactó con el ex intendente José Eseverri y le comentó la idea. Finalmente cuando se reunió con él, le propuso hacer un metro de torta por cada año que celebraba la ciudad.

Y así se hizo, durante una semana, en el "taller azul". "Estuvimos una semana horneando y calculamos que sacamos alrededor de 36 mil porciones" de la torta que llevó 12.000 huevos, 600 kilos de harina y 600 de azúcar, más de 600 litros de almíbar y 1.500 kilos de dulce de leche.

¿Y si nunca toqué una cuchara?

"Si sos virgen de la cocina es lo mejor, porque lo podemos formar desde cero. podemos enseñar desde cómo tomar una espátula o una manga. Ahora, cuando ya venís con mañas es muy difícil que las podamos sacar", expresó María Eugenia Lievena. "No tenemos gente que abandone los cursos pero quienes lo hacen, generalmente, son quienes no se pueden adaptar a la técnica", sostuvo. "Quien dice que sabe todo, no sabe nada. Cada vez es aprender algo nuevo, constantemente. La pastelería avanza muchísimo de un año al otro y sentís que no sabes nada", agregó sobre la constante capacitación que ella toma y dicta.

Aprender a emprender

Dentro de la multiplicidad de cursos, también se dicta uno de emprendedurismo. Surgió como una posibilidad con su hermana que es profesora en el Colegio Libertas y junto con Sebastián Grupico (maestro chocolatero) y Facundo Confortola (parte del equipo de Dirección de Panificadora 505 en San Pedro) lo llevaron adelante.

"Emprendurismo es que no sigamos el legado familiar. Si vos querés ser chef o diseñador de moda, uno tiene que seguir eso, tratar de trabajar de lo que te gusta", incentivó María Eugenia Lievena. Creer en uno mismo. "Con miedo no se puede hacer nada", remató la mujer que se animó a poner su propia escuela de pastelería.