Rodrigo Fernández// rfernandez@elpopular.com.ar

Apenas se sienta en la silla Benjamín Rampoldi, o su alter ego musical Benjamín Keib, se relaja. Habla pausado, sonríe y piensa antes de responder. La mirada le brilla cuando habla de una infancia con la música en casa. Entre los discos de su padre y un hermano músico que lo llevaron a vincularse desde muy niño con lo musical. También se le ilumina el rostro cuando habla de Luis Alberto Spinetta o del "Mono" Fontana, maestros y guías en su búsqueda.

Pero la historia de las cosas que lo llevaron a ser músico tiene un momento crucial con la aparición de un objeto en su vida: un teclado de juguete con algunas teclas menos. Ese fue el momento en que, según recuerda ahora sentado en la sala de entrevistas, tuvo en sus manos un instrumento con el que empezó a jugar.

"Eso fue a los 9 años y fue un regalo de los Reyes Magos", dice y se acuerda perfectamente que le ponía una base de batería y sobre ella tocaba las teclas. Buscaba un sonido que aún hoy se afana por conseguir. Un sonido que contenga toda aquella música que gira todo el tiempo en su cabeza. Un torbellino que abreva del jazz pero también del funk, del soul, electrónico y spinettiano. La música de Benjamín Keib tiene raíces fuertes y sin embargo él sigue buscando aquello que mejor lo represente.

Su madre fue la que dijo que fuera al Conservatorio. "Ella me activaba, era como que me veía que estaba ahí entonces me tiraba para mandarme a una profesora para seguir aprendiendo".

"Eso es como una tortura para el común de la gente"

Su música de hoy "es como volver a ese momento, donde investigaba sonidos, tocaba y utilizaba la tecnología que tenía a mano", cuenta y habla de los instrumentos de su hermano o de las bandejas donde giraban los discos de su padre. "Un poco lo siento así. Es como volver a la raíz", explica.

De su paso por el Conservatorio de Música recuerda que no estudiaba mucho. "Era un mundo un poco ajeno por donde venía. Porque me llamaba el hecho de los sonidos de un teclado, porque los podes cambiar. No es un piano", asegura y señala que "explorar también es muy limitado porque ¿hasta cuándo podemos jugar? Podes jugar pero luego tenés que ordenar para ir hacia un objetivo, un lugar".
"Si vos haces todo desde lo intuitivo te perdés, no sabés cómo bajarlo. Concretamente qué es lo que está pasando acá, cómo lo comunico para otros músicos", dice y subraya que "hay que tener ese balance para saber comunicar y para concretar. El orden es un límite y te sirve para decidir por dónde vas".

Componer y producir

"Trato de no hacer cosas muy largas. Más de 5 minutos es un montón. Un poco por venir haciendo jazz medio que un poco el tiempo lo perdés por la improvisación y no sabés si va a ser de tanto tiempo", dice con respecto a la forma en la que trabaja sus canciones y añade que si bien "está bueno, hay que mesurarlo pero hay mucha libertad con respecto al tiempo y cuánto te podes explayar con la improvisación. Entonces por ahí hay temas que duraban 10 minutos".

"Eso es como una tortura para el común de la gente", reconoce entre risas porque "no sé si lo soportan tanto. Mismo los músicos" y afirma que en su caso no puede escuchar mucha música a la que define como "larga".

Por otro lado menciona que le gusta mucho la música académica y señala a Debussy u "obras para piano u orquestales que son largas pero hoy en día la atención está como muy disputada con las redes sociales, como mucho al mismo tiempo". Por eso señala que hay que ir directo a la canción.

"Es el formato que me gusta porque tiene buena duración y es como una obrita. Producir una música de 8 minutos es un quilombo porque tenés que prestar atención a un montón de cosas y te va a llevar el doble de tiempo para que esté todo parejo".

Durante un tiempo estudió la música del estilo para finalmente darse cuenta que aquellos sonidos lo representaban perfectamente.

"Hace poco me hice cargo de que era eso. Hay una cosa de decir soy músico y grabo todo pero en realidad no es así. Uno termina eligiendo y estéticamente se condiciona sanamente para generar un límite y que también el público entienda para dónde querés ir", explica.

"Un poco de la producción musical tiene que ver con aprender a grabar en computadora, estudiarlo bien en serio y aparece la electrónica porque es el mundo del que está manija 10 horas dándole y no para" señala, y allí fue donde se encontró en un ambiente distinto con músicos más intensos que con los que venía compartiendo en el jazz.

"Me pienso más como productor que como pianista", afirma y observa que se está lanzando ahora a cantar más ya que "con el jazz se sentía más condicionado para hacerlo"

"Hay personas que te conocen como pianista y uno ya se identifica con ese rol y siente que no puede salir de ahí. Obviamente cantaba pero de decir que hago un proyecto donde canto todos los temas es distinto. Todavía me cuesta un montón porque cantando te exponés más".

La música, su música

"Mi música partió de la decisión de, si no me salía nada en grupo, hay un problema conmigo. Estoy fallando en algo porque veía que otros grupos sí avanzaban", manifiesta con respecto no sólo a los sonidos que buscaba junto a otras personas sino también en ese necesaria búsqueda interna.

"Entonces dije que no tocaba con nadie más y empecé a hacer algo solo y donde me trabo me fijo dónde me equivoqué". De esta forma se fue dando cuenta "dónde me trababa, cómo abrir ideas y no terminarlo o el orden, el límite. Quería hacer todo junto y la idea de hacerlo te bloquea por el hecho de las tantas posibilidades para activar que me abruma y lo dejo ahí".

"Este año fue de confianza conmigo y de independencia", asegura.

En las redes sociales

Mientras trabaja en nuevas canciones, cerca de 20 esperan por ser producidas y publicadas, se puede acceder a las redes sociales para escuchar "Apenas puedo verte" o el cover de Devin Morrison "Fairytale".

"Lo de las redes sociales es porque estando acá y al no haber mucho intercambio como en una ciudad más grande lo único que te queda es internet", explica y cuenta que está prácticamente todo el día en la ´kaib´, una deformación de la palabra cueva en inglés que ya se convirtió en un complemento de su nombre. "Estoy con la compu produciendo y con internet y así fue como pensó en dar a conocer su música y conectar con mas gente". Para Benjamín Rampoldi "fue un poco una conclusión lógica".

"Un año escuche sólo Spinetta y no podía escuchar otra cosa"

Las repercusiones son buenas y escucha todas las reacciones que su música va produciendo. Pero mientras tanto sigue trabajando en nuevas canciones a las que le faltan algunos ajustes de producción. "Ahora es seguir haciendo para que todo lo demás vaya llegando", concluye el músico, productor y artista audiovisual.

Spinetta y el "Mono" Fontana, los Maestros

Con Luis Alberto Spinetta, el amor por su obra le viene desde pequeño. Más precisamente desde que vio una entrevista en Canal a donde el flaco desarrollaba todas las ideas que le rondaban en la cabeza. Benjamín Rampoldi era muy chico, tenía 12 años, pero fue un antes y un después. "Un año escuche sólo Spinetta y no podía escuchar otra cosa", cuenta y señala que "del Flaco tenía todos los discos y me los escuché todos. Después toda la música que tiene ahí adentro, porque toca con muchísimos músicos". Como el talentoso "Mono" Fontana. "Al ''Mono'' le dicen el Chamán, es un tipo muy especial", cuenta Benjamín que fue su alumno durante un tiempo. "Es muy grosso, te escucha y ya sabe para dónde querés ir. Tiene una visión muy única, no es como un profesor de piano", afirma.