Para los denominados "nativos digitales" (aquellos que nacieron y crecieron bajo el ala de la tecnología) muchas de esas cosas parecen sumamente extrañas e incluso no imaginan una vida sin celulares, tablets, redes sociales o youtube. Es más, muchos ni siquiera conocen los teléfonos a disco o lo que es esperar una llamada de alguien en casa durante horas.

Aquel modo de vida y el actual se contraponen, pero ambos forman parte de las experiencias de quienes integramos el grupo de los "inmigrantes digitales" que debimos aprender de qué trata el nuevo mundo tecnológico, algo que en ocasiones nos hace sentir como si hubiésemos nacido en otra era.

Lo cierto es que la tecnología llegó para quedarse y evoluciona a un ritmo acelerado. De hecho, hasta existe el Día Mundial de Internet que se celebra cada 17 de mayo. La fecha fue fijada por la Asociación de Usuarios de Internet en 2005 para conmemorar la transformación que ha experimentado el mundo con la entrada de la red internacional en los hogares.

¿Cómo era la vida antes? Muy diferente, al punto tal que aun siendo un "inmigrante digital" cuesta pensar cómo hacíamos ciertas cosas.

Ejemplos abundan para quienes desconocen por completo aquel mundo sin Internet. Era imposible leer una noticia casi al instante y a través de una pantalla, para escuchar música se recurría a la radio o a los negocios de discos y para poder escuchar al cantante referido era necesario comprar casetes o esperar que pasaran un hit por alguna que otra FM para poder grabarla.

No había Facebook y mucho menos Instagram, tampoco el correo electrónico. No existían mensajes de texto y ni se imaginaba algo parecido al Whatsapp. ¿Un dato para quienes no vivieron aquella época? EL POPULAR editaba un suplemento destinado a temas vinculados con los adolescentes y allí - en dos páginas- se tipeaban cientos de mensajes de chicos que querían decirle algo a otros. Se llamaba EL PASILLO y había mensajes de amor, de amistad o de "aguante" a promociones escolares, grupos de compañeros o bandas de música preferidas. Todo se publicaba una vez a la semana, por lo que había que esperar varios días para poder ver un mensaje.

Un lenguaje desconocido

Sin tecnología, el lenguaje no incluía términos como clickear, posteo o hashtag (#) y todos podíamos pasar largas horas ocupando el único teléfono de línea del hogar para conversar con amigos o con la pareja.

Facebook o Tinder estaban muy lejos de aparecer en la vida real (y en la imaginable también). Así, para conocer gente nueva no se podía recurrir a una red social, había que hacerlo en persona.

Las cámaras fotográficas se llevaban de un lado al otro en fundas, guardadas en el bolso o mochila y no había forma de poder verlas si no era después del revelado hecho en una casa fotográfica. Es más, más de uno a lerr estas líneas recordará que a veces para revelar un rollo de fotos se tardaba largo tiempo porque se sacaban fotografías de distintos eventos para no desperdiciar el revelado.

Las filmadoras iban de un lado al otro colgadas del hombro. Pesadas y aparatosas, eran la única posibilidad de poder registrar un video aunque durara apenas unos minutos.

Antes de internet, para resolver una duda o hacer un trabajo escolar se investigaba en libros o enciclopedias, o en última instancia se recurría a otras personas. Google y Wikipedia eran términos desconocidos y quienes ya contaban con computadora podían también hacer uso de los discos de Encarta.

Más allá de la vida hogareña y personal, el ámbito del trabajo era también muy diferente a lo que es ahora. Si en aquel entonces hubiese habido una pandemia como la actual era imposible trabajar desde la casa o tener clases virtuales por Zoom, algo inimaginable sin la tecnología de por medio.

En épocas precedentes a la llegada de las herramientas del mundo digital, todo lo que se escribía era a mano o a máquina. Y para mandar algo a distancia era necesario usar el correo postal o el fax.

Antes era imposible ver una serie completa en 24 horas, se emitían semanalmente en un determinado canal, por lo que llegar al final de una serie podía llevar meses.

Hay infinidad de ejemplos que marcan a la perfección el antes y el después de la llegada de la tecnología. Nada más simple ahora que salir a caminar o a hacer ejercicios con el celular en mano y la música que más nos gusta. Antes era necesario tener un walkman con casete o un discman que en épocas algo más avanzadas permitía introducir un CD.

Las visitas eran sin aviso previo y seguramente no haya quien forme parte de aquella generación que no recuerde haber llegado a la casa de alguien y no encontrarlo.

Nativos e inmigrantes

Seamos nativos o inmigrantes, lo cierto es que en el mundo actual las cosas han cambiado. Quienes integran el primer grupo utilizan la tecnología naturalmente, casi sin pensarlo, y el resto tuvo que acudir al aprendizaje para no quedar afuera de un modo de vida completamente diferente.

Aunque todos recurramos al mundo digital, hay señales que dejan ver a las claras a qué generación pertenecemos. Aquellas propias de un inmigrante digital pueden verse en cosas tales como quedarse desorientado durante horas al ver que Facebook ha cambiado la interfaz de usuario, utilizar como contraseña el mismo nombre de usuario, y usar solo una pequeña parte de las funciones de aquellos dispositivos de los que disponen.

Para diversión de los nativos digitales, los inmigrantes tecnológicos saltan a la vista porque más de una vez prefieren suplantar la posibilidad de enviar un mensaje por una llamada por teléfono. Quienes nacieron con la tecnología, en cambio, nunca agarrarán su celular para llamar a alguien si cabe la posibilidad de enviar un whatsapp, y en caso estrictamente necesario preguntará antes al interlocutor si le va bien recibir la llamada en ese momento.

Imprimir un documento para corregirlo es otra de las características propias de aquellos que no nacieron en el mundo digital.

Todavía abundan esos inmigrantes digitales que teclean sus computadoras, celulares o tablets como si de una máquina de escribir se tratara: con el dedo índice. Por el contrario, el nativo digital, sabe bien que sus mejores aliados son sus dos dedos pulgares.

El mundo va a ritmo acelerado para quienes formamos parte de una generación que creció con juegos de mesa y no de pantallas, con aire libre y amigos del barrio, con dibujos animados solo en horas acotadas y con televisores sin control remoto, pues el zapping tampoco existía hace años y la oferta televisiva proponía solo dos canales.