Integrar una lista de espera de trasplante y luego recibir el órgano es una circunstancia difícil, estresante, con muchas chances de éxito y final feliz, pero que lleva a atravesar múltiples emociones. Además, la intervención propiamente dicha tiene detrás un complejo proceso administrativo y sanitario, que necesita ir continuamente optimizándose para que más personas puedan acceder al órgano que necesitan.

En el XV Congreso Argentino de Trasplante, que organizó la Sociedad Argentina de Trasplantes entre el 19 y el 21 de mayo, se debatió sobre este tema. Por otro lado, más allá de todo lo que las personas y los sistemas de salud pueden hacer para evitar que se llegue a la indicación de trasplante, "la novedad de este año, a partir del lema ‘Integración Procuración - Trasplante’, es que hacemos un llamado a unir y amalgamar mejor todos los principales pasos de las dos fases del proceso de trasplante de órganos", señaló Rubén Schiavelli, jefe de la División Nefrología y Trasplante Renal del Hospital General de Agudos "Cosme Argerich" y uno de los presidentes del Congreso junto con Roberto Sabbatiello.

La procuración comienza con la identificación de un donante "fallecido" (antes llamado cadavérico), frecuentemente un individuo internado en terapia intensiva en un centro de salud, generalmente con respirador artificial y lo que se denomina "muerte encefálica".

El equipo médico tratante se contacta con el Incucai, o con cualquiera de los organismos provinciales de ablación e implante, para iniciar el proceso de donación, para que -ante la confirmación de la muerte- los órganos puedan ser distribuidos rápidamente de acuerdo con las listas de espera. Esta etapa incluye también la comunicación con la familia del fallecido y realizar los correspondientes trámites administrativos y, a veces, judiciales.

"Estos pasos son indispensables para que quien necesita el órgano lo reciba. La pandemia puede haber complicado este proceso, pero jamás se detuvo y -aunque es mejorable- consideramos que en la Argentina es exitoso y viene siendo optimizado. Por lo pronto, ahora es obligatorio que los hospitales públicos y privados cuenten con un Servicio de Procuración", subrayó Schiavelli.

No llegar

al trasplante

Aunque las medicaciones para el paciente trasplantado sean muy buenas y pueda volver a llevar una buena vida luego de la intervención, es indudable que siempre será preferible conservar sano el órgano propio y controlar el cuadro que lo pone en riesgo antes de que sea demasiado tarde.

El caso de la hepatitis C es paradigmático. Si se diagnostica a tiempo la enfermedad, hoy está garantizada la cobertura total de los medicamentos que la curan en pocas semanas, por lo que el desafío pasa a ser el diagnóstico antes de que la enfermedad progrese y que aquellos que están diagnosticados no se dejen estar por los motivos que fueran, entre otros, que durante muchos años no da síntomas, por lo que la persona se siente sana, aunque no lo esté.

"La hepatitis C también tenía antes una incidencia importante en la indicación de diálisis, pero que está en descenso desde la aparición de las medicaciones modernas. Por otro lado, con las drogas anteriores, la persona no podía integrar la lista de espera mientras estaba en tratamiento. Hoy puede hacerlo o curar su hepatitis C luego de recibir el órgano", remarcó Schiavelli.