smelo@elpopular.com.ar

El mundo está cortado en dos entre los poderosos y los débiles. Un territorio vasto, yermo y peligroso abarca a miles de millones de fragilidades. Un country cerrado como una fortaleza con paraíso interno guarda a los otros, que son pocos, ricos y soberanos. La desigualdad extrema es la llaga en la médula de la humanidad. Y los privilegios, derecho adquirido y propiedad de quienes se sienten de este lado del mundo. En el country y vecindades. Las vacunas prebendarias son un botón en la muestra de la inequidad y del desprecio de quienes creen que tienen a dios atrapado de los tobillos. Pero en esta escena entran como protagonistas fulminantes la hipocresía y el honestismo. Los fiscales de la república que no resisten un mero repaso de sus acciones y aquellos que depositan en la honestidad el único valor posible en la política.

En esta nota hay un honesto que asesinó obreros en la Patagonia trágica, hay un ministro expulsado por sostener privilegios pero que intentó rasguñar otros y se le colgaron de la yugular. Hay superempresarios que protestan contra los privilegios de los que cobran un plan y tratan de evadir para no pagar los dos pesos del aporte "solidario" por única vez de las grandes fortunas.

Hay un intendente de 40 años que se vacunó y se fue de vacaciones un mes. Hay un hombre que se murió en 1820 y una mujer en 1869 en la indigencia. Son pilares en la lucha por una patria puesta de pie. Hay un mortal que dijo en 1951 que los únicos privilegiados son los niños, pero desde la vuelta a la democracia los gobernantes en su nombre no han podido bajar los porcentajes de pobreza infantil del 50%. No se recuerda a nadie que haya hablado de los privilegios de los viejos y es la única realidad tronante y sin dobleces: no llegan a 20 mil pesos los haberes de más de la mitad de los jubilados del país. Y el poder político se pelea por fórmulas que no cambian un ápice la corta vida que queda.

La risa de Horacio Verbitsky al relatar que su gran amigo Ginés González García le había abierto las puertas para una vacunación sin espera ni cola, es el meme de la impunidad. Ginés propició la Sputnik V para toda la familia de su amigo Eduardo Duhalde. Pero Carla Vizotti, la ministra que lo sucedió, dio covid positivo el viernes. Un tratamiento al que está siendo sometida le impide vacunarse. Santiago Cafiero tampoco se vacunó y está guardadísimo por sus reuniones de horas con Vizotti. Se cuida a algunos y a otros no.

El opaco periodista y el ministro Ginés patearon con el ventajerío político los tobillos de la frágil estructura del gobierno y todo tembló.

En abril de 2020, cuando en calma chicha se esperaba el estallido viral, el mismo Ginés armó un decreto que disponía colocar "bajo la dirección del Ministerio de Salud todos los recursos sanitarios públicos y privados del país, en consonancia con decisiones que tomaron países como España e Irlanda". El objetivo era que existiera "un tratamiento igualitario para todos los argentinos" durante la pandemia. La decisión, incuestionable en el marco de una emergencia, se volvió atrás como la marea cuando los privados pusieron sus colmillos en la yugular de Ginés y amenazaron con clavarlos. Ellos saben cuidar sus privilegios. Tienen con qué.

Honestismos

Carlos Menem, en sus diez terribles años, destruyó el aparato productivo del país, desguazó el estado, fabricó millones de desocupados, indultó a los genocidas e hizo explotar un pueblo para tapar un delito. Entre otras cosas. Pero las críticas de la hegemonía se basaron y se basan en la corrupción que también, como cereza final, contaminó a su gobierno. Las medidas estructurales que terminaron el trabajo feroz de la dictadura, tuvieron más aval que cuestión.

Es el honestismo.

Hay una calle "Elpidio González" en capital. El señor fue elegido vicepresidente en las elecciones que consagraron a Marcelo T. de Alvear. Cumplido el mandato, dejó la política y se fue con los bolsillos vacíos. Para poder comer, vendía anilina en los tranvías. Un legislador supo de él y armó un proyecto de ley que aprobara pensiones no contributivas para los políticos de cargos importantes. Cuando lo llamaron para que se anotara en un beneficio que él mismo había inspirado, dijo que mientras tuviera manos para trabajar no necesitaba dinero de nadie. Elpidio González vivió hasta su muerte en una pensión decadente.

El detalle es que tres años antes de la vicepresidencia había sido ministro de Guerra y jefe de la policía de Hipólito Yrigoyen. Fue, Elpidio González, el que dirigió a los policías que reprimieron y asesinaron a decenas de trabajadores durante la Semana Trágica y está señalado como mentor, Elpidio González, de los grupos de choque parapoliciales que persiguieron a obreros, inmigrantes y judíos.

La honestidad no es un valor político en sí mismo.

Privilegios

Para los millones que miran el mercado desde afuera, los privilegiados son un puñado: banqueros, terratenientes, jueces, ciertos periodistas, dueños de medios, políticos prebendarios. Para este puñado, los privilegiados son los muchos: los que subsisten con un plan, las beneficiarias de la AUH, los que reciben subsidios, los manteros, los artesanos de la vereda que no pagan impuestos. Es decir, las víctimas de la última capa del sistema. La más populosa y la de más abajo. La que soporta el peso del resto.

La que vio caer el desempleo y la miseria como si fuera un alud sobre sus cabezas cuando se levantaron los ramales y los camiones y los colectivos se adueñaron de las rutas destruidas y del transporte de todas las cosas: desde leche hasta personas. Y ahí festejaron los empresarios y los sindicalistas ad hoc, como el clan Moyano. Y las empresas de servicios privatizados que tuvieron en sus manos de pronto el negoción de los servicios básicos con entes reguladores que eran muñequitos de porcelana fría en el modular. Los privilegios destronaron brutalmente al mínimo de justicia al que podía aspirar gran parte de la sociedad.

Pero lo más criticable era el helicóptero que se tomaba la interventora en Corrientes Claudia Bello para cortarse el pelo en capital. O el tapado de piel sin nada debajo que mostraba María Julia Alsogaray en la tapa de Noticias.

Si para el presidente que murió en estos días eran tan importantes los niños pobres que tienen hambre como los niños ricos que tienen tristeza, los privilegios quedaban derogados. El aburrimiento de los niños de los countries era tan dramático como la desnutrición de los pibes de La Matanza.

Ahora, cuando los niños y los viejos son los extremos de la vida que se caen del sistema, hambreados y fuera de todas las agendas serias, el presidente de la Cámara de Diputados propone la baja de Ganancias para la clase media.

Que es la que hay que re enamorar para la elección intermedia 2021. Ventajas, privilegios, etcéteras. Tan inmunes como Ezequiel Galli vacunándose a los 40, con un mes de vacaciones en pandemia. Tan berretas como Patricia Bullrich hablando de la oligarquía K. Tan impune como el gran amigo de Verbitsky.

Manuel y Juana

_NOTA

Belgrano se murió el 20 de junio de 1820 y ése es el día de la bandera. La vocación necrofílica de las provincias unidas del Plata –no se ha dejado de serlo hasta ahora- dispone esos homenajes, además de reconocer a alguien extraordinario por lo más liviano que hizo. Tendrá que ver con trivializar personalidades monumentales. Un Belgrano light es más soportable para un país que lo dejó morir en la indigencia el día que había tres gobernadores de Buenos Aires. Tuvo que separarse de sus tropas porque estaba enfermo, las autoridades le negaron los medios para viajar y la familia no pudo comprar una lápida para su tumba: tuvieron que cortar un pedazo de mármol de una cómoda donde escribieron: "Aquí yace el general Manuel Belgrano". No era militar. Era abogado. Pero se cruzó el arma cuando fue imprescindible la lucha. Fue un revolucionario en serio, de ésos que quieren la igualdad y no el corte atroz del mundo entre los que pueden y los que no. De ésos que, 200 años antes, ya veía que los ataques contra la naturaleza se levantarían contra la gente. De ésos que detestaban los privilegios y las prebendas.

Como Juana Azurduy, icónica recién en la década que pasó, con un monumento fastuoso frente al CCK, que combatió con el sable que le regaló Belgrano. Cuando, herida y maltratada, volvió a Chuquisaca, le habían sacado las tierras. Le quitaron la pensión que le había concedido Bolívar y murió en la pobreza absoluta. Enterrada sin honores ni funeral en una fosa común.

Vivieron, lucharon y murieron en la misma tierra que los ricos de cuna que hacen política por aburrimiento y los que se enriquecen en la función, en la misma tierra de los que no trabajaron nunca y no vieron un pobre en cercanía; la misma de los que juntan privilegios como flores del jardín mientras los otros, los que no pueden, los confinados y las confinadas, son acusados de vivir de planes y embarazarse para cobrar un subsidio. Es decir: la tierra del desprecio y la hipocresía.