Silvana Melo// [email protected]

Cuando hace dos meses y cuatro días Zarahi Aguirre Díaz asomó al mundo habrá percibido los claroscuros de esta vida. Un tiempo áspero y cruel que habrá que transformarle para que no le sea tan fatigoso ser feliz. Pero a la vez, dos madres maravilladas y muertas de amor por su arribo a estas costas. Donde ya no se van a atrever a encallar tan fácilmente las angustias. María y Daiana son muy jóvenes y tienen ese coraje de ojos cerrados. El que sólo se siente a los 25, cuando ya hace seis que se vive el amor con entera libertad y hace dos que se tomó la decisión de que la familia tenía que ser completa. Y en este capítulo de la historia es donde aparece el médico. Ricardo Fodere, el hombre que le abre las puertas a la maternidad en todos sus colores y sonidos, en todas las diversidades. Y que propició la vida de Zarahi desde una pareja igualitaria, en el Hospital público por primera vez en la ciudad.

"Nos vimos en la casa de una amiga, después nos buscamos en Facebook, nos fuimos tratando, conociendo y terminamos siendo pareja", cuenta María con una sonrisa enorme, fresca, mientras Daiana, que habla muchísimo menos, sostiene a Zarahi. Las dos tienen 25 y hace seis años de aquel remoto cruce que terminó en este bello presente multiplicado.

Daiana era de barrio Lourdes y María del Sarmiento. Juntas hoy alquilan una casita humilde en Santa Isabel. Hace dos años que "Dai vino un día y dijo, de la nada, cómo podíamos hacer para quedar embarazadas". A ella "le fascinan los chicos", cuenta María. "Fue una sorpresa, no lo esperaba. Nunca me imaginé que me iba a decir quiero formar una familia". Pero no lo pensó mucho. Acordaron, casi naturalmente, "que iba a ser yo la que la iba a llevar, yo iba a hacer el proceso, yo iba a tenerla los nueve meses, hacerme los estudios y todo eso". La decisión fue entre las dos. "Primero fue la pregunta quién. A mí me gustaba la idea de llevarlo yo. Ni siquiera lo discutimos".

Eso sí: "fue todo en secreto. No lo comunicamos a nadie". Empezaron "averiguando en el hospital". Después "nosotras conseguimos donante anónimo, tuvimos que poner abogados, para que quedara claro para el día de mañana que esa persona no se hacía cargo y que nosotras no la íbamos a molestar. Por eso tardamos tanto. Porque eran muchos trámites". Dos años llevó el proceso. "Son abogados, papeles, estudios, me tenía que venir la menstruación para empezar el tratamiento y como soy irregular tenía que tomar medicación para ovular bien".

Piedritas

Todo empezó a partir de unas piedritas en la vesícula que la llevaron a María a la guardia del Hospital. "Me había descompuesto. Era jovencita la chica que me atendió, entonces me animé a preguntarle cómo se podía hacer en el hospital para que pudiéramos tener un bebé. Y me comentó que había un doctor que se dedicaba a eso".

María no tiene obra social y la cobertura que tiene es lo que se llama Condición 2 en el hospital. "A la hora de empezar el tratamiento no teníamos nada, ninguna de las dos porque estábamos trabajando en negro. Ahora Daiana tiene un empleo en blanco pero es un reemplazo, no sabemos lo que durará".

A partir de la visita a la guardia, se animaron y sacaron turno para una consulta con Ricardo Fodere, especialista en fertilización asistida. "El nos atendió y nos ayudó muchísimo, estuvo siempre con nosotras. Va muchísima gente a verlo, no sólo parejas igualitarias".

"Arrancamos con los análisis de sangre de rutina por las enfermedades que una puede tener". Y por fin "nos hicimos la primera inseminación el 4 de octubre, las pastillas, las inyecciones... todo un proceso. Y recién en el tercer intento quedé embarazada". Ese momento es de los que se congelan en el tiempo. De los que se detienen en la memoria y quedan ahí, enteritos para siempre. "Fue una gran alegría. Mirá, en realidad, en ese momento estábamos peleadas... pero cuando me hice el evatest se terminó la pelea... a mí me resultó maravilloso", se ríen las dos con una mixtura hermosa de ternura y picardía.

"Fueron dos intentos anteriores y te desilusionás un poco -repasa María-. Pensás estoy dando lo mejor, hago todo lo que corresponde y no lo logro. Pero el doctor dijo que no me bajoneara porque si aparece una depresión es peor". En la espiral arbitraria de la memoria ella recuerda la última inseminación el 17 de diciembre del año pasado y el evatest del 7 de enero con el positivo delante de sus ojos. "Yo había puesto un poco la mente en otro lado. En noviembre había fallecido mi mamá y hasta ese momento había estado muy pendiente del tema, contando los días y quise dejar de pensar un poco".

Familia

"Cuando lo supe me largué a llorar de alegría". Su madre murió sin saber que tendría una nieta. "Nadie sabía. No lo contamos para que nadie se entrometiera. A veces lo hacen de buena forma y otras no. Y esto era algo muy nuestro. Muy para nosotras. Sabemos que no está bien en este momento la situación del país como para traer hijos al mundo. Pero si no aprovechamos ahora que somos jóvenes... eso de salir y joder ya no nos interesaba mucho; queríamos tener nuestra familia. Ser nosotras dos más la criatura.Ahora Dai quiere el varón... Ya tiene el nombre y todo..." Y se ríen las dos otra vez.

El papá de María murió cuando ella tenía nueve años. Daiana tiene una madre que resistió un poco esa pareja y esa maternidad. Hasta que Zarahi eligió nacer... justo en su cumpleaños. El 23 de agosto a las 5,34 de la mañana. Y la mamá de Daiana sucumbió a semejante encanto.

Cuando tuvieron la confirmación, decidieron contarlo. "No lo podían creer. Después de que quedé embarazada les contamos todo. Mi hermana me dijo estás loca. Creía que la estaba jodiendo. Le tuve que mostrar el evatest. Hubo muchas preguntas. Por qué, cómo, cuándo. Estaban enojados porque no les habíamos dicho". Es que esa misma hermana, que le decía que estaba loca, les había preparado la fiesta de boda el 26 de julio. "Nosotras quisimos casarnos antes de tener el bebé", relataron.

Una vez que el embarazo ya estaba encarrilado, "íbamos a todos los controles, las dos". María lo cuenta feliz: "fue un embarazo espectacular, tranquilo. Yo andaba de acá para allá, trabajaba en limpieza, limpiaba en las casas con la bebé en la panza, trabajé hasta los cinco meses y en el trabajo tampoco sabían que estaba embarazada". Hasta los últimos días: "contracciones muchas no sentí, ni enterada de que estaba haciendo trabajo de parto, tres días estuve y no me enteré... fui con una pérdida de sangre al hospital y ya estaba a punto de parir. Fue parto natural y yo confieso que estaba cagada hasta las patas... por suerte Dai estuvo en el parto conmigo..."

Daiana le dibujaba la panza. Copiaba de internet caritas asomando y las garabateaba en la pancita con los maquillajes de María. La foto la muestra a Daiana besando esa panza. Y ese dibujo que es una figura asomando. Con una franja que dice "45%". "Es que estaba de cuatro y medio", explica María. Y vuelve a reírse con los ojos festivos.

Zarahi apareció ante los ojos asombrados de este mundo el 23 de agosto a las 5,34 con 2,750. "Cuando salió no lo podía creer, ni siquiera la toqué porque no podía creer que estuviera fuera de mi panza. Agarró enseguida la teta..." Daiana no lo puede traducir en palabras. Sólo es eso: no puede.

Construcción

A los dos meses y cuatro días, cuando el continente está en llamas y la tierra que le tocó se convulsiona en angustias, ella sonríe plácida, con 4,750 kg y se estira en 52 cm. Con dos madres con vida nada simple. Pero dispuestas a construirle una felicidad chiquita a pesar de todo.

A Daiana le encanta cocinar. Hacer chapa y pintura. Y la mecánica. A María le gustaba ser médica forense. También la repostería. "Cuando salgamos adelante, me gustaría hacer un curso de repostería", dice. Hoy no resulta fácil vivir cada día. Alquilan una casita en Santa Isabel. Sólo trabaja Daiana, pero no es un trabajo seguro. "Estamos repartiendo curriculums todos los días. Cuando estaba por conseguir algo, supieron que tenía una bebé recién nacida y no me aceptaron", dice María, con su sonrisa, esta vez con el color pastel de la resignación. "Yo tengo una moto, hago algunos mandados a la mañana". Pero lo que está claro es que "lo primero que hacemos cuando cobra Dai es comprarle todo lo que necesita ella, que está primero".

Y ella crece en modo primavera. Sin que la toque el mundo. Porque hay una decisión sin vueltas de ir haciéndose, con ladrillos, piedritas y barros, una vida mejor.

"Una familia", como dicen ellas. Las tres, contra todo intento de la tristeza de venirse a vivir a casa. Las tres. Para barrer la soledad afuera, como para siempre.