El oficialismo pudo aliviar apenas con el triunfo en la Séptima Sección Electoral la tremenda derrota sufrida en la provincia y en la Nación.

Con el 90 por ciento de las mesas escrutadas, Juntos para el Cambio se quedaría (en caso de repetirse los guarismos de ayer en octubre) con cuatro de los seis diputados provinciales en tanto el kirchnerismo del Frente de Todos se lleva las dos restantes. Por su parte, Einar Iguerategui no pudo superar el piso para ganar un escaño en la Legislatura provincial.

La Séptima es la sección electoral más pequeña, con algo más de doscientos cincuenta mil electores. Se eligen seis diputados provinciales, de los cuales tres de ellos intentarán su reelección.

Aunque de distintas listas, tres de ellos son olavarrienses, dos de los cuales encabezan las nóminas de los espacios.

Olavarría es el distrito con más votos y siempre manejó los acuerdos seccionales. ofició casi como una ciudad líder en lo político, y así fueron concebidos sus intendentes.

Los primeros datos indicaban que Juntos por el Cambio había bajado considerablemente la performance de 2017, y que el Frente de Todos levantaba al mismo tiempo el piso que había tenido en las legislativas de hace dos años.

Pero todo estaba dentro de lo esperado. La caída de Cambiemos era general. También habían caído los datos de la CABA, de La Plata y seguramente de Mar del Plata.

El plan económico de Mauricio Macri se había transformando en un cruel espejo que devolvía una imagen no deseada para el espacio macrista-radical.

La gente había manifestado su bronca contra el ajuste y el modelo neoliberal se desmoronaba con el voto popular.

Un voto de contraste

En todos los grandes centros urbanos, el Gobierno recibía su castigo. Pero no se esperaba un resultado similar en una zona tan agrícola y ganadera como lo es la Séptima Sección Electoral. Pero la reacción fue general y hubo contagio.

Vale recordar las performances de cada espacio hace cuatro años y hace dos. Efectivamente, en 2015, Cambiemos se llevaba el 38,92 por ciento de los votos, en tanto que el Frente para la Victoria sumaba el 35,65 y Una, como tercera fuerza, sacaba un 15,45 por ciento.

En cambio en 2017, Cambiemos llegaba a los 45 por ciento, Unidad Ciudadana, un 26,22 por ciento mientras que Alianza Un País, un 17,1 por ciento.

También y para entender la dinámica entre una PASO y la general, Cambiemos sumó entre las primarias y las generales unos 4 puntos, mientras que el kirchnerismo se caía unos 3 puntos.

En 2017, Cambiemos subía seis puntos en la general y Unidad Ciudadana, (el kirchnerismo) mantenía su caudal de votos.

Esta vez, el kirchnerismo logró capturar el voto del massismo y del peronismo moderado que aquella vez se iban con el randazzismo.

Pero el macrismo jugó con su destino. Resignó representación por nombres y colocó a Juan Carrara, un hombre que reside en Mar de Ajó como cabeza de lista y a Daniel Lipovetsky, oriundo de La Plata, en tercer lugar. En tanto, la olavarriense, el distrito que Cambiemos tiene mayor poder electoral, Silvana Rosales, ocupaba un lugar que posiblemente no sea entrable.

El segundo lugar en la lista lo ocupa la saladillense, Alejandra Lorden. Pero el problema es el mismo de siempre, colocar paracaidistas a representar una zona extraña para ellos. Carrara llega a ese lugar de la mano de Alex Campbell, y Lorden, una mujer alineada a Daniel Salvador, encarna un radicalismo conflictuado por las internas con el macrismo. En tanto, Daniel Lipovetsky se había hecho visible por su apoyo al aborto, pero tal vez por eso perdió respaldo en la mesa chica del PRO y hubo hasta una campaña en redes para brindarle apoyo. Rosales le fue pedida a Galli en la última hora del cierre de listas.

César Valicenti renovaba siempre dentro del kichnerismo y Einar Iguerategui encabezaba la lista de Consenso Federal, como exponentes olavarrienses en la Séptima.

Sigue la grieta

Con el 90 por ciento de los votos, Juntos para el Cambio ganaba en la Séptima Sección con el 41,67 por ciento, contra el 37,61 por ciento del Frente de Todos. Mientras tanto, Consenso Federal sumaba apenas un 7,12 por ciento. Si estos resultados se mantuviesen en octubre, el oficialismo se llevaría cuatro de los 6 diputados mientas que el kirchnerismo se quedaría con los dos restantes. Llamativamente, el lavagnismo no podría ganar ninguna banca porque no llega al mínimo exigido que es un 16, 66 por ciento.

Indudablemente, la Argentina es un país bipolar en todos los ámbitos y no parece haber lugar para terceras posiciones, al menos no llegan a ser competitivas.

Ya se demostró con la experiencia de Sergio Massa, también fallida, y ahora con esta prueba de Roberto Lavagna. La grieta o la puja dicotómica parece irreversible. Octubre no parece ser un mes de muchos cambios para las conductas electorales.