¿Se puede vivir comiendo solo lo que el Indec considera necesario para no caer bajo la línea de la pobreza? Para responder a esta pregunta, un grupo de voluntarios se alimentará durante seis meses únicamente con los productos y las cantidades de la canasta básica, buscando demostrar que debe actualizarse la metodología de medición y que, si eso se hace, los índices aumentarían dramáticamente.

Se trata del Proyecto Czekalinsky, impulsado por un grupo de investigadores cordobeses que busca demostrar que el modelo utilizado para medir la pobreza en Argentina, establecido en 1985 sobre la base de un modelo estadounidense de los ''60, está completamente desactualizado.

Para llevar a cabo el experimento, los voluntarios se dividirán en tres grupos de seis personas: uno se alimentará con los productos y las cantidades prescriptas en la canasta básica del Indec; otro lo hará según las Guías Alimentarias para la población argentina (GAPA), elaboradas por la secretaría de Salud; y un tercer grupo continuará con su rutina cotidiana. Todos serán sometidos a estudios permanentes para seguir su evolución.

Si bien recién en febrero estarán los resultados finales, el grupo ya anticipa una conclusión, a modo de hipótesis: el grupo que se alimentará según el Indec "desmejorará su perfil nutricional" y aumentará de peso, ya que las frutas y verduras de su dieta no alcanzarán para todo el mes, y deberán comer muchos carbohidratos para no pasar hambre.

Con estos resultados, los integrantes del Proyecto Czekalinsky quieren demostrar que la canasta básica "es un mal instrumento de medida porque está obsoleto", según sostiene Sofía Chacón, integrante del equipo de investigación.

"Está diseñada de manera errónea desde el comienzo, porque tiene base en la metodología de canasta básica que se usó en Estados Unidos en el año 1960, que en realidad eran las cantidades mínimas que necesita una persona en un mes, pero en caso de emergencia", asegura Chacón. En Argentina, el modelo se creó en 1985 y se empezó a aplicar tres años después. Según la investigadora, desde entonces "los hábitos de salud y de tecnología han cambiado muchísimo. Esa canasta debería ser mucho más costosa".

Comparaciones

La utilización de la GAPA para contrastar la canasta básica no es inocente: para los investigadores, la máxima autoridad en materia de salud sostiene que una alimentación como la que plantea el Indec, otro organismo estatal, no resulta viable para llevar una vida sana.

La GAPA es una guía creada en el año 2000 y actualizada en 2014, con recomendaciones para una alimentación saludable. A diferencia de la canasta básica, que contiene un alto porcentaje de carbohidratos (harinas, arroces y cereales, entre otros), se incluyen una mayor cantidad de frutas y verduras, insuficientes en la lista del Indec.

Chacón señala que "la canasta básica no es muy recomendable" por la composición y la cantidad de alimentos. "Es llamativo que se incluyan 7 kilos de pan francés pero muy pocas verduras y frutas para todo un mes", sostiene.

En efecto, las diferencias entre una y otra son abismales. Mientras que el Indec dispone el consumo de 9,8 litros de leche y yogurt, la recomendación de la secretaría de Salud es de 15 litros. También propone el consumo de 12 kilos de hortalizas y 9 de frutas, más del doble que los valores de la canasta básica, más rica por su parte en pan, fideos y arroces.

La diferencia también se traslada a los precios: la GAPA cuesta el doble que la canasta del Indec, que se ubica casi en los $ 32 mil para una familia tipo, aunque los responsables de la investigación señalaron que no pudieron completar los productos con ese presupuesto.

Con estas conclusiones preliminares, los integrantes del proyecto tienen una certeza: si se ajustara la canasta básica a valores más cercanos a una alimentación equilibrada, el umbral de la pobreza aumentaría considerablemente.

"Mejorar el instrumento de medida es elevar las líneas de indigencia y pobreza, y por lo tanto el porcentaje de personas es esa situación en Argentina, y por supuesto  ningún gobierno la modificó ni lo revisó en estos años", dice Chacón, quien indica que además de incorporar alimentos más saludables, la medición debería ser multidimensional, incluyendo "el acceso a otros derechos como educación de calidad, justicia de calidad, salud, y un montón de cosas que en la medición base no se toman en cuenta". (José Giménez / DIB)