El 85% no voto por Maduro
Por Diego Ayo. Phd en Ciencias Políticas, escritor y profesor universitario.
Hay muchos elementos que merecen revisarse, pero lo descollante es poner los números sobre el tablero. Comencemos con lo más llamativo durante estos años: la fuga de millones de venezolanos. Migración solemos bautizar a este fenómeno, pero en verdad es un escape más contundente que el éxodo ucraniano de menos de medio millón de habitantes. Sepamos que los tres países con mayor emigración del planeta son la India con 16 millones, México 12 millones y Rusia 11 millones. Ah, podría respirar el lector, ¡Venezuela sólo tiene 6 a 7 millones de migrantes!¿Es cierto? Claro que no. En relación a los más de mil millones de hindús existentes, los 15 millones de migrantes son poco más del 1% de su población. Los 12 millones de México son el 8% de la suya y los 11 millones de rusos son el 6%. ¿Y los 8 millones de venezolanos que tuvieron que salir? Son el 25%. Son la cuarta parte de un país de 28 millones de habitantes que solía ser el país más rico de América Latina.
¿Por qué recordar esta partida inmensa de venezolanos al analizar la elección presidencial de este domingo? Por la sencilla razón de que el padrón electoral venezolano consigna la presencia de aproximadamente 21 millones de personas habilitadas para sufragar. Y este fin de semana votaron poquito más de 10 millones. ¡La mitad! De los 8 millones que tuvieron que huir de Venezuela sólo 69 mil estaban autorizados para sufragar. Menos del 1% de los votantes venezolanos del exterior votaron.
O sea, lo que vimos el domingo ya cercenaba la cabeza de, al menos, 5 a 6 millones de votantes. A eso llamamos ausentismo electoral: ni lograron inscribirse.
¿Qué más queda? El temor. El gigantesco temor que producen los controles electrónicos instalados ya cuando vivía Chávez. ¿Qué significa eso? Pues que, al ser un sistema electoral completamente digitalizado, se teme que, al votar, tu nombre quede registrado. No es cierto, quisiera decirlo con toda contundencia, pero no puedo. Ya todo hace sospechar. Esa es la conclusión, restando validez al “voto secreto”. Vale decir, tu “voto secreto” se transforma en “voto conocido”, al menos para el señor Amoroso, director del Centro Electoral de Venezuela, y para sus muchachos, ciertamente menos amorosos. ¿Quién es, pues, esta autoridad electoral? Un diputado de chavismo de 1998 a 2015. ¿Diputado del chavismo durante este largo periodo? Sí, una belleza que no se queda ahí. Pasó a ser contralor en 2018 y desde ese cargo inhabilitó a 15 dirigentes opositores, entre los que destaca Corina Machado. El señor no se jubiló con ese fantástico golazo para el régimen. No, se dedicó a lavar dinero y Panamá lo sancionó por esta causa. Estados Unidos también penalizó al mentado funcionario público en 2017, al contabilizar su deshonrosa participación en las elecciones de este país. ¿Cuál es la síntesis? El sujeto es un obediente militante del gobierno, capaz de ahuyentar, como decía, a otros 5 millones de venezolanos, ¡un 59% de los votantes!, que prefirieron quedarse en casa viendo películas.
A esto llamamos abstención electoral: no fueron a votar pudiendo haberlo hecho. Ya sólo resta la mitad de votantes: los 10 millones que si fueron.
¿Hay más? Sí, el fraude electoral claramente visibilizado en el rechazo a revisar el conteo de votos. El gobierno afirma que ganaron con el 51% de los votos frente al 44% del rival. ¿Qué significa esto en números? Pues que ganaron con poquito más de 5 millones de votantes. Es decir, aún si fuese este dato fuese cierto y creyésemos que el señor Maduro no se habría animado a hacer un fraude, tendríamos el reducido porcentaje del 25% de votos a favor suyo. Pero, no es así. El fraude parece evidente quedando el actual presidente-candidato con sólo el 30% de los votos frente al 70% de Gonzales y Machado. ¿Qué nos dice este caudal de votantes? Pues que sólo un 15% de venezolanos apoyó a Maduro. Esa es la síntesis. ¡Maduro consiguió el apoyo de 15 votantes de cada 100 venezolanos con posibilidad de votar!
¿Podríamos seguir? Sí, con seguridad que sí, analizando a ese menor porcentaje de venezolanos adeptos al régimen, ese 15%, distribuidos entre la burocracia, la mafia y la pobreza edulcorada con mentiras. Pero no vale la pena. Quede constancia, tan sólo, del ausentismo, abstencionismo y fraude electoral puestos en marcha. Lograron hacer ganador al más ilegal presidente de América Latina.