Estamos a un paso de que estalle la caldera. Un pasito menudo para acercarnos a una situación revolucionaria. Ya James Malloy, el grandioso politólogo/historiador estadounidense, lo apuntó con rigurosa cientificidad al escribir el famoso libro La revolución inconclusa sobre la revolución del 52. ¿Qué decía este destacado investigador? Señalaba tres condiciones para aproximarnos a un potencial suceso revolucionario: la disfunción, la intransigencia y el disparador. Este marco teórico se hace imprescindible para entender el momento que vivimos.

La disfunción tiene lugar cuando pasa algo distinto. Ya Hernán Siles mismo fue distinto. La democracia fue un sistema político nuevo al que no estábamos familiarizados. ¿En qué consistía ese modelo? En lograr acuerdos. Jamás pudimos hacerlos. Repetimos en democracia, con actores salidos de las urnas, el comportamiento autoritario del periodo militar, impidiendo cualquier acercamiento con el enemigo. El asunto finalizó con un novedoso acuerdo multipartidario acordando adelantar las elecciones. Nos acordamos de ser democráticos para exigir la renuncia del presidente. Actuamos en el mundo de la excepción, cuyo cierre, ya de por sí inédito, exigió convocar a elecciones en 1985 cuando el periodo legal señalaba la conclusión en 1986. Lo propio ocurrió con Carlos Mesa: la excepción se hizo regla y sólo un nuevo presidente, Eduardo Rodríguez Veltzé, surgido del marco jurídico constitucional, zanjó el caos. ¿Qué decía esa impronta jurídica? Pues que el presidente de la Corte Suprema de Justicia asumiría la presidencia cuando el presidente y el vicepresidente no pudieran hacerlo. Goni se había ido y Mesa renunciaba de tanto en tanto. Lo extraño se hizo regla. La excepción pasó a gobernarnos, o, como apunta Malloy, la disfunción se tornó dominante. 

¿Podemos pensar que estamos hoy en ese instante de la historia? Si. Arce gobierna con sus vergonzosos magistrados del Tribunal Constitucional. Los truchos prorrogados. Es una situación anómala que se vuelve aún más anómala de la mano de una convocatoria presidencial a un referéndum innecesario, a última hora y, sobre todo, ilegal. ¿Qué podemos constatar? Una evidente situación de disfunción política. Primer requisito revolucionario honrosamente cumplido.  

La intransigencia tiene lugar cuando se mantiene rígidamente el modelo institucional. Un modelo que funcionó durante casi dos décadas y que hoy, a la luz de los cambios ocurridos, ya parece obsoleto. Ese modelo que tuvo su apogeo de 2006 a 2014, ya no calza con el momento histórico del presente. Es ponerse los polcos de la infancia, que te quedaban de maravilla, cuando ya tienes 28 años. ¿Se puede? Claro que no, pero Arce lo hace testarudamente deshaciendo el tejido coqueto de su niñez. Se sumerge en el mundillo imaginario de su modelo social, económico, comunitario, productivo jurando estar frente a una infantil y risueña criatura. ¿Quién tiene la culpa, entonces? Los cruceños y sus 36 días de bloqueo, el coronavirus, el Evo que desarrolló un modelo económico errado y engañoso (¿?), etc.

¿Es la hegemonía de la intransigencia? Claro. El tigre está encima tuyo, te va a arrancar la cabeza de una mordida, pero antes de que lo haga, sonríes a la cámara y nos juras que el gatito cariñoso te quiere dar un besito. ¿De verdad? Claro, nuestro presidente pasa de la mentira a la vergüenza. o, peor, al avivamiento más miserable convocándonos a un referéndum “gana-tiempo” para llegar al final de su gestión repleto de este talante de negación lastimera. Segundo requisito revolucionario honrosamente cumplido.   

Finalmente, el disparador es el último requisito para crear una situación revolucionaria. ¿Qué es un disparador? Es algo inédito, jamás visto: un cataclismo, un coronavirus o algún fenómeno natural que dispare, precisamente, diversas dificultades: escasez de presupuesto, politización exacerbada del problema, incapacidad gubernamental para solucionar el asunto, etc. Sin embargo, no son los únicos riesgos. En verdad, los problemas más agudos son los disparados por el propio gobierno: asesinato de manifestantes en un momento específico, descubrimiento de caudales de dólares extraídos de cuentas estatales, venta de los alimentos recibidos como donación ocasionando la muerte de miles. Son sólo ejemplos. 

¿Hay más? Claro, el problema que acecha en nuestra realidad: la escalada del dólar. Ese es un disparador monumental. No es que no haya habido hasta el presente gatillazos ya llamativos como la noticia de los “negocios” del hijo del presidente Arce, las colas por la gasolina o los incrementos en el precio de los alimentos básicos del mercado. Los hay, pero no detonan, aunque posiblemente ese detonador monumental nos visitará a finales de este año o a principios del siguiente con una cotización de 20 bolivianos por dólar. ¿Podrá ser el disparador final que genere esa situación revolucionaria? Probablemente. El tercer requisito revolucionario estaría ya a pocos metros…   

Veamos qué sucede, mientras el presidente coge su oxígeno artificial creado por el doctor referéndum y respira, ya artificialmente, pero respira.