Kierkegaard y el concepto de angustia
Por José Luis Toro. Periodista y abogado
Soren Kierkegaard, el filósofo que a mediados del siglo XIX irrumpió en el espacio de la reflexión filosófica con obras tan singulares, generadas todas ellas por una potencia especulativa, reflexiva, original, incluso rupturista respecto de la tradición filosófica de su época, dominada por la filosofía de Hegel, obras tales como “O esto o aquello” (Enten -Eller), su primer libro, con el que se hizo una celebridad, o “El concepto de angustia”, o “Temor y Temblor”, o “Diario del seductor”, libros por los que fue elevado por la crítica a la altura de Nietzsche, de Schopenhauer, nació en Copenhagen, Dinamarca, en 1813, en el seno de una familia en la que el apego al luteranismo estricto, riguroso, formaba el severo clima en el que se formó desde muy niño.
Su padre, Michael Perderson Kierkegaard que había llegado a ser un rico comerciante, deseaba que el más brillante de sus hijos se dedicara al estudio de la Teología. Además, sólo le quedaban dos hijos; de los siete que tuvo, cinco murieron a edades muy tempranas, y les había confesado a los dos que era culpa de su gran pecado de juventud, cuando vivía en Jutlandia, al oeste del país, días en los que no encontraba salida a su vida, cuando parecía que no podía aspirar a ningún futuro digno, porque todos los caminos parecían estar cerrados para él, fue dirigirse a una colina, una de las pocas que hay en ese país, que más parece una extensa mesa de billar, desde donde, con la mirada dirigida al cielo, profirió toda suerte de blasfemias contra Dios, todos los más soeces insultos que se le ocurrieron.
El célebre escritor noruego Knut Hamsun, premio nobel de literatura en 1920, ha recreado ese hecho en su novela “Hambre”, haciendo que el personaje de esa obra, al encontrarse en circunstancias extremadamente adversas, en un estado cercano al de la inanición, ascienda a lo alto de una colina y desde ahí blasfeme a voz en cuello contra Dios, gritando contra él las más ofensivas, hirientes palabras. Después, dice Hamsun, “bajé y me senté a llorar en un banco. Entonces note que una mano se posaba en mi cabeza. Era la mano de Dios; pero como era una mano muy poderosa, sin querer hundió mi cabeza, y enredó todos los hilos de los cables de mis nervios. Luego me dejó ir, con el agujero en la cabeza”.
Volviendo al padre de Kierkegaard y pese a que los hijos se le fueron muriendo sin llegar a la adolescencia. Excepto Soren y el hermano mayor,las cosas le empezaron a ir muy bien. Le buscó desde la capital un tío que se dedicaba al comercio de lana, y lo tuvo como socio. Tras la muerte de ese tío heredó el negocio y con él una considerable fortuna. La Encyclopedia Britannica dice que, durante la guerra contra Inglaterra, el año 1817, las cinco casas que poseía Michael PedersonKierkegaard en Copenhagen fueron unas de las muy pocas que quedaron intactas después del gran incendio que asoló la ciudad. También dice que, en 1830, el año en el que nació Soren Kierkagaard, sus activos financieros salieron indemnes del crack bursátil que hundió a muchos negocios.
Sin embargo, aquella riqueza no aminoraba la ansiedad de Soren, el menor de todos, era el hijo que tuvo su padre con su segunda mujer, que murió al poco tiempo de dar a luz. Viviendo en un ambiente de extrema religiosidad luterana, creció con su hermano mayor, abrumados ambos por una tensión psicológica difícil de soportar. Les pareció un castigo, el abominable pecado que había cometido su padre en sus días de juventud. A tal extremo llegó Soren, que, con ese peso de angustia, pensó queiba a morir a sus 33 años y tras haber cumplido esetiempo de vida, fue al registro civil para confirmar su edad.
Soren Kierkegaard estuvo unos meses en Alemania, en Berlín, asistiendo a unos cursos sobre la filosofía de Hegel, a los que también asistió Engels, el compañero de Marx.
Su primer libro, “O esto o aquello”, que se publicó el año 1843, es el apasionado compendio del observador sagaz y erudito, que razona con meditada distancia todo lo que le llama la atención en el comportamiento social; es el libro que le ubicó entre las primeras mentes pensantes europeas.
“Los hombres son irrazonables. No usan la libertad que tienen, pero exigen la que no tienen”
Unamuno, el filósofo español, catedrático de griego en la Universidad de Salamanca, de la que fue rector, que conocía ya diez idiomas, aprendió danés para leer a Kierkegaard en su idioma.
Borges en el prólogo a “Temor y Temblor”, afirma que Kierkegaard fue menos un filósofo que un teólogo, y menos un teólogo que un hombre elocuente y sensible. En este cautivador libro que reflexiona sobre el mandato de Dios a Abraham para que sacrificara a su hijo, Isaac, su único hijo, nacido en su vejez, Kierkegaard imagina diversas situaciones, todas ellas imbuidas por la angustia que debe experimentar un padre ante un mandamiento semejante.
Kierkegaard negaba los argumentos que probaban la existencia de Dios, porque los consideraba absurdos desde el punto de vista de la razón. La fe no tendría que ver nada con la razón.
Escribió: “Si después del Juicio final hubiera un solo réprobo en el infierno y me tocara ser ese réprobo, yo celebraría desde el abismo la justicia de Dios”.
Estuvo formalmente comprometido con una joven, de la que estaba muy enamorado, Regina Olsen, pero inesperadamente rompió el compromiso, sin dar explicaciones, lo que causó un revuelo en la sociedad danesa de la época, por una costumbre familiar conservadora, haciendo quizá que la joven viera en él un perverso, un esteta cínico.
Una de sus famosas frases de Soren tal vez refleja esa ruptura sentimental “El amor es hermoso, solo mientras duran el contraste y el deseo; después, todo es debilidad y costumbre”.
Soren Kierkegaard menciona que la angustia es el camino también para que la humanidad sea salvada. “La ansiedad nos informa sobre nuestras opciones, nuestro propio conocimiento y nos conduce desde un estado de auto conciencia inmediata a uno de auto conciencia de reflexión”