Es hora de que el país pida cuentas a quienes son responsables del desastre en el que estamos sumidos. Terminemos con la ficción de la “guerra” en el MAS liderada por dos facciones, la conducida por Morales y la conducida por Arce.

El fallido modelo del “proceso de cambio” tuvo en ambos su gestación y desastroso resultado. El uno como presidente el otro como ministro de Economía (2006-2019/2020-2024). 

El gran fiasco se expresa en un país destruido institucionalmente, con la justicia más podrida de nuestra historia, con una sociedad polarizada a grados de quiebre, con todas las líneas de diálogo plural quebradas, con niveles de corrupción sin precedentes y con una degradación de valores éticos, que encarna sin costo jurídico alguno la figura dominante del masismo, atrincherada en su feudo, el territorio del que se han apropiado los productores de hoja de coca del Chapare.

El gran fiasco se expresa en el engaño expresado en la dilapidación irresponsable en tiempo de vacas gordas, que se desarrolló durante más de una década. Empresas estatales nacidas para perder plata y succionar divisas a un Banco Central convertido en la caja de los gobernantes para malos negocios, prebendas y corrupción generalizada. El ministro “genio” de la economía probó que cuando terminó la bonanza de los buenos precios internacionales, cuyos fondos se hicieron humo igual que desaparecieron las reservas de gas, tras la falsa “nacionalización”, no tenía ni idea siendo presidente de cómo gestionar y pagar el costo de la fiesta anterior. Terminado el rosario de acusaciones contra el gobierno de Áñez de todo lo que los dos hicieron mal hasta 2019, sólo queda la evidencia de la incompetencia de más de tres lustros en los escombros de hoy.

El MAS es la enfermedad y Morales y Arce los virus que la expresan. Al punto de que los bloqueos de estos días muestran la esquizofrenia de un partido y un modo de hacer política desquiciado, sin otro destino que la perpetuación de un poder que no ofrece otra cosa que el trágico sainete que está destruyendo al país.

Es el momento de una nueva propuesta histórica que recupere el liberalismo político, la justicia y la fortaleza de sus instituciones, empezando por la separación e independencia de poderes y la garantía del ejercicio de derechos, pero también el cumplimiento de deberes. Es hora de la libertad económica, la sostenibilidad ambiental, el cambio de matriz energética y el cambio de matriz de consumo. Es hora de la transformación del modelo económico extractivista y rentista, fundada en la diversificación, la economía verde y la economía circular. Es hora de un sistema de regulación eficiente en defensa de los ciudadanos. Es hora de fortalecer la responsabilidad estatal en asuntos vitales como la educación, la salud, la seguridad y el cumplimiento de la Ley. Es hora de eliminar las barreras que impiden a la iniciativa privada impulsar el desarrollo, la creación de empleo y la generación de riqueza.

La primera tarea debe ser una respuesta clara sobre política monetaria, subvención de hidrocarburos, escasez de dólares y subida descontrolada de precios de la canasta familiar y de productos de consumo en general. Para ello no hay secretos, la respuesta debe ser clara y rápida, basada en decisión y firmeza, austeridad, credibilidad y transparencia. Tarea fundada en un plan macroeconómico que consiga la liquidez de divisas necesaria para encarar el desafío y que hagan viable un plan de soluciones imprescindibles para revertir el desastre, cuyos autores son Evo Morales y Luis Arce y, por supuesto, el MAS en su conjunto.

Es tiempo de cortar la sangría de recursos en proyectos públicos ineficientes y poco transparentes, de reestructurar el Estado a través de la eficiencia, la ética, la meritocracia, pero sobre todo de eliminar el experimento de un partido que se adueñó del Estado, el gobierno, las organizaciones sociales y las instituciones para imponer un modelo basado en la corrupción, la ineptitud y el enfrentamiento.

Es hora de recuperar Bolivia para los bolivianos.