Reconstrucción de la institucionalidad empresarial en Bolivia: una necesidad imperante
Por el Ing. Gustavo Jáuregui Gonzáles.
Cita la historia que hace un poco más de medio siglo atrás, un 4 de septiembre de 1962 se creó lo que se denomina “la entidad cúpula del sector empresarial privado boliviano – la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia con su sigla CEPB”, cuando un grupo de 19 empresarios visionarios, representando a las principales entidades productivas del país, se reunió en la Cámara Nacional de Industrias (CNI) en la ciudad de La Paz, para dar inicio a un emprendimiento lleno de esperanzas: unir e integrar a las organizaciones destacadas del sector en una entidad nacional de carácter gremial, que tuviera la capacidad de interpretar los propósitos y anhelos de la comunidad empresarial y se propusiera fortalecer su presencia en la sociedad boliviana, armonizando sus intereses particulares con los intereses superiores de la nación.
A lo largo de su historia, la CEPB sobrellevó ciclos políticos acompañados de coyunturas económicas complicadas siempre tratando de mantener una línea institucional apegada a los principios fundamentales que inspiraron su creación, entre ellos la defensa de la libertad económica como fundamento esencial para el desarrollo económico y social del país. Algo importante a destacar, es el rol esencial de liderazgo que debe ejercer la CEPB en establecer una posición institucional en asuntos de interés empresarial, estableciendo líneas de acción común con las organizaciones empresariales afiliadas; algo que penosamente se ha ido diluyendo en la actualidad.
Lamentablemente, este último ciclo que comprende los últimos veinte años socavó fuertemente la institucionalidad empresarial en nuestro país. La política pública basada en un modelo de sobrerregulación a la actividad empresarial privada generó como uno de sus resultados más visibles el incremento desmedido de la actividad económica informal, lo cual se tradujo en un debilitamiento sistemático y sostenido del tejido empresarial en el país.
Ese tejido empresarial, constituido por actividades económicas formales que contribuyen al Estado Boliviano mediante el pago de tributos y la generación de empleo, que hoy se ha reducido cerca al 20% del total de la economía, son la base ancha de la pirámide de esa institucionalidad empresarial en el país; aglutinadas en organizaciones empresariales nacionales, departamentales, sectoriales y sub-sectoriales, constituidas como entidades sin fines de lucro, que representan los intereses colectivos de cada sector y que consecuentemente también se han visto mermadas.
Como consecuencia natural al citado proceso iniciado a principios de este ciclo, al momento ya se puede vislumbrar efectos en las organizaciones que componen esa institucionalidad empresarial, caracterizados por la ausencia de liderazgo, precariedad de la situación financiera, institucional y de representación a los intereses legítimos de un sector que, si bien ha sido altamente mermado, ha ratificado nuevamente su vital importancia como principal motor de desarrollo del país.
La coyuntura antes descrita requiere, hoy más que nunca, de un liderazgo con especiales particularidades en la cúpula empresarial, con verdadera vocación y compromiso a liderar esa necesaria reconstrucción, que si bien deberá apegarse a los principios fundamentales que inspiraron su creación, deberá adaptarse a la nueva realidad que atraviesa el mundo en general pero el país en particular (en lo político, económico y social).
Ese “liderazgo disruptivo e irreverente necesario” deberá estar caracterizado por la determinación de una nueva visión que marque una línea político institucional adaptada a la realidad actual, por la valentía de asumir decisiones importantes y oportunas incluso cuando ellas sean impopulares, por la suficiente pasión y energía que impulse al logro efectivo de la reconstrucción e inspire al resto del colectivo empresarial y finalmente por la construcción de relaciones sólidas, auténticas y transparentes que se traduzcan en la recuperación de la confianza de la base empresarial.
Finalmente, es ineludible plantear a empresarios bolivianos exitosos con vocación de servicio, que tengan la firme convicción de apoyar al país para salir de la actual coyuntura económica, como es el caso del empresario Marcelo Claure, puedan brindar un apoyo decidido a su gremio y gestar esa necesidad imperante de la “reconstrucción de la institucionalidad” como primer paso hacia el fortalecimiento del tejido empresarial privado como motor de la reactivación económica en el país.