Por lo tanto, el agua que echemos en el terreno se mantendrá ahí por más tiempo y sin evaporarse, lo cual redunda en más tiempo para que las raíces de las plantas puedan absorberla y alimentarse.

Aunque esto suena fantástico, puede ser un arma de doble filo. Ya que en terrenos con pobre drenaje y donde se producen charcos de agua, esto puede provocar que se pudran las raíces de algunas plantas y eventualmente mueran. Así que hay que asegurarse de que el terreno esté en óptimas condiciones antes de proceder a hidratar.

Se debe tener mayor cuidado en terrenos arcillosos donde el sustrato tiende a acumular agua.

La poda es muy recomendada en la época de otoño. Pero igual que la hidratación, puede ser un arma de doble filo.

La poda por lo general estimula el nuevo crecimiento de las ramas y hojas. Por lo tanto, si se poda muy tarde en el otoño, es muy probable que se promueva nuevos brotes y que estos se vean afectados con los primeros fríos del invierno.

Para evitar que esto suceda, habrá que asegurarse de hacer las podas a principios del otoño para dar tiempo a que maduren los nuevos crecimientos antes de que llegue el invierno.