Peralta, ya fuese porque la conocía tan bien o por ese olfato detectivesco que solía activarse en las situaciones más insólitas, se dio cuenta de que algo ocurría. Se le acercó, y al hacerlo, vio el diario en el cesto para la basura. Se agachó y lo recogió.

-Es la edición de hoy -comentó, con sorpresa-. ¿Por qué lo tiraste?

-No hay nada que a usted le interese leer, Martincito -respondió Eulalia, tratando de apoderarse nuevamente del ejemplar del diario El Popular que había sido dejado en su casa hacía menos de una hora.

Tras el intento inútil de la anciana por evitarle el mal trago, Peralta ocupó su silla y comenzó a hojear el diario. Estaba a punto de recibir el primer mate de la mañana cuando se topó con un titular que lo dejó atónito.

"No hay novedades en torno al crimen de Rosa Cardozo. Sin pistas y sin ningún sospechoso a la vista, el comisario Martín Peralta va derecho a otro fracaso en su carrera policial"

La extensa nota de Madariaga en El Popular, iba acompañada por una fotografía suya; una del cabaret La Nuit y en la parte superior derecha, como si fuese una burla destinada exclusivamente a él, había una imagen de Alcira. Era una de las últimas fotos. Había sido tomada en su casa, durante la fiesta de cumpleaños de su hermano Dante, apenas un mes antes de su asesinato. Tenía una expresión aniñada mientras miraba a la cámara con cierta melancolía. Verla le causó un impacto tan grande que se olvidó por un momento del contenido acusatorio de la nota que había escrito Lautaro Madariaga para dejarlo como un inepto frente a los ojos de la sociedad de Olavarría.

-Ese muchacho no puede escribir esas cosas sobre usted, Martincito -manifestó Eulalia, molesta. Le cebó un mate, pero cuando se lo ofreció, Peralta lo rechazó. -¿Quiere que le prepare un café? El agua está todavía caliente...

-No, Eulalia. -Arrojó el diario sobre la mesa y se llevó la mano al mentón-. Tengo el estómago cerrado. Creo que iré a caminar un rato. Necesito tomar un poco de aire.

Eulalia no dijo nada. Cuando el agobio lo asfixiaba de esa manera, Martín salía de la casa para intentar despejarse. Recordó aquella vez, después de la muerte de su prometida. Se había ido en medio de la noche, sin avisarle y no volvió a aparecer hasta la tarde del día siguiente. En esa ocasión, había regresado ebrio y con la cara llena de moretones. Por el bien de su querido Martincito, esperaba que la historia no se repitiera. Tomó el ejemplar de El Popular, lo dobló y con rabia, lo arrojó de nuevo en el cesto de la basura. Ahí era donde debía terminar la nota de ese periodista de pacotilla.

*

El lunes por la mañana, cuando Victoria llegó a la biblioteca, fue abordada por Dorita. Apenas puso un pie en el interior del edificio, su amiga la saludó con un abrazo y prácticamente la empujó hasta el salón adjunto en donde, tras prepararle un café, comenzó con el interrogatorio. Victoria bebió la infusión con calma mientras trataba de encontrar las respuestas adecuadas para saciar la curiosidad de Dorita. La conversación que había sostenido con el comisario Peralta la noche del sábado cuando aceptó que él la llevase hasta su casa todavía le rondaba la cabeza. Sobre todo, después de escuchar la propuesta que él le había hecho.

-¿Vas a volver a verlo? -Dorita estaba ansiosa de oír su respuesta.

A Victoria se le iluminó el rostro. Habían acordado encontrarse nuevamente esa noche para afinar los detalles del plan que el comisario tenía en mente y que la incluía a ella. Aunque él le había dicho que entendería si se negaba, en ese momento, mirándolo a los ojos, estando tan cerca de él en la intimidad de su auto, fue imposible decirle que no. Martín Peralta le había advertido del riesgo que corría, aun así, no titubeó en ningún momento cuando le dijo que contara con ella.

-Quedamos en que esta noche iría al cabaret -contestó por fin. No sería sencillo ocultarles a sus amigas el secreto que mantenía ahora con el comisario. Debía guardar silencio porque así se lo había prometido.

-¿Qué es lo que quiere con vos realmente? Anoche, Estelita no dejaba de darle vueltas al asunto y ni hablar de su hermano... Lautaro no dijo ni una sola palabra durante el viaje hasta mi casa. Es evidente que le molestó que te hayas ido con él.

-Lautaro no tiene porqué molestarse por eso -replicó Victoria regresando al salón principal. Allí, las esperaba una gran cantidad de libros que acababan de mandar desde Buenos Aires y que ellas debían catalogar antes de ofrecerlos a sus socios.

-No debería, pero lo hace. Ya te dije que está interesado en vos. -Dorita intentaba que sus palabras no revelaran la verdadera naturaleza de sus sentimientos. Adoraba a su amiga, pero los celos no la dejaban pensar con claridad. Le gustaba Lautaro Madariaga... le gustaba mucho.

-Yo no he hecho nada para alentarlo, Dorita -repuso Victoria, un poco contrariada por el rumbo que había tomado la conversación. -Solo he tratado de ser amable con él. Estelita y Lautaro me han ayudado mucho y lo sabés. Tanto ellos como vos son cómplices de mi sueño. No lo hubiese podido lograr sin ustedes. -Le dedicó una sonrisa a su amiga a pesar de percibir cierta hostilidad en su mirada-. Gardelia no existiría sin vuestro apoyo. Creo que jamás me habría subido a ese escenario si ustedes no estuvieran ahí para acompañarme y solapar esta aventura.

Dorita, avergonzada por sentir celos de su amiga, también le sonrió. No era justo enojarse con Victoria. Ella no tenía la culpa de que Lautaro no le hiciera caso.

-Ahora que has podido estar a solas con el comisario... ¿qué es lo que sentís por él? Recuerdo que te dejó bastante alborotada esa noche en la cual te siguió hasta tu casa. ¡A la mañana siguiente llegaste a la biblioteca casi eufórica!

Victoria se mordió el labio. Aunque había detalles que no podía revelarle, terminó confesándole que Martín Peralta le gustaba mucho.