Casas familiares…
El día 9 de julio ensambla dos casas familiares para nosotros. Dos efemérides vinculadas con el andar del pueblo argentino. Si pensamos en la Independencia, nos adentramos a la casa de doña Francisca Bazán de Laguna donde, el 9 de julio de 1816 se firma la Declaración de la Independencia. En 1941 fue declarada monumento histórico, museo conocido como la Casa de Tucumán.
Nos asomamos a "la casita de Tucumán" transportándonos a ese 1816 para escuchar al diputado sanjuanino Francisco Narciso de Laprida: "¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?". Todos los diputados contestaron afirmativamente. De inmediato, se labró el Acta de la Emancipación". Y nosotros como pueblo - asomados a la ventana de la casita - dijimos a una sola voz: ¡Viva la patria! Más de uno recordará las celebraciones patrias en la calle, con carreras de sortija, el juego del palo enjabonado. En las escuelas, reunidos los alumnos en el patio, se izaba la bandera, había cantos, poesías, bailes... ¿Añoranzas? ¡Expresiones de la construcción de la identidad nacional!
La otra casa familiar; de otro 9 de julio, es la Basílica de Nuestra Señora de Itatí uno de los principales centros de peregrinación católica del país. Esa imagen es la más antigua de las vírgenes criollas. Su casa primitiva fue una piedra en el río Paraná. En 1592 es llevada por el misionero franciscano Luis de Bolaños a las reducciones de Yaguarí, Corrientes, donde se le construye un oratorio de piedra y paja siendo venerada por los indios guaraníes. "Tiernísima Madre de Dios y de los hombres que, bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, miraste con ojos de misericordia por más de cuatro siglos a todos los que te han implorado, sigue cuidando a tus hijos". 9 de julio; tiempo para recordar y para reconstruir la patria al pié del Santuario, animados por un argentino que nos piensa y reza por nosotros: el papa Francisco: "Queridos hermanos, queridos compatriotas, me siento hablándoles como en casa. Gracias por todo lo bueno que hacen cada día, que el Señor los bendiga a todos. Sigan como pueblo que sabe ser solidario, que sabe caminar uno junto a otro, que sabe ayudarse, que sabe respetarse. (…) Los llevo en mi corazón. Aunque no podamos estrecharnos la mano, cuenten con mi memoria y mi oración para que el Señor los haga crecer como pueblo".
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