BELO HORIZONTE / Daniel Lovano, enviado especial de EL POPULAR Medios

Desde que dejó Arsenal de Sarandi, Gustavo Alfaro está con el traje de entrenador colgado en el armario. Ahora luce un impecable saco que lo identifica con la Cadena Caracol de Colombia, que lo tiene de comentarista en las Copas del Mundo desde Alemania 2006.

En Brasil se ha pasado más tiempo arriba del avión privado de la compañía que con los pies en la tierra: hizo los dos partidos de los cafeteros, los dos de Brasil, Alemania - Portugal, Holanda - España, Chile - España y los dos juegos del equipo de Alejandro Sabella.

Reconocido tanto por la práctica como por la teoría (se expresa como pocos en su gremio) no paró de atender a la prensa, y en la previa a Irán se comprometió a compartir un café para charlar de todo un poco, con la mediación inestimable de un paisano suyo, Néstor Clivati.

Casi dos horas después de otro milagro messiánico cumplió. Más, fue a buscar los café, se sentó en el buffet de la sala de prensa, sirvió y arrancó.

Su primera impresión fue sobre el Mundial que estamos viendo: "Está muy bueno, porque creo que hubo un cambio de postura. Desde que ganó España en Sudáfrica, los entrenadores cambiaron las formas. Al sacarle un volante central a la mitad de la cancha, todo se hizo más fluido, se ven partidos más abiertos y se privilegian más los jugadores con talento que los jugadores con dinámica, y eso nos ha deparado un Mundial muy bueno, y con mucho gol".

Alfaro ve que hoy "todos los equipos son mortales; no hay de esos equipos invencibles, como Brasil de 70 o el Barcelona desde hace tres años. Hoy México, a base de actitud y determinación, controló a Brasil; Costa Rica le ganó muy bien a Italia y a Uruguay, Chile ofreció una muy buena predisposición para sacarlo a España, Colombia, lo que vimos de Irán frente a la Argentina. Se ha perdido el respeto supremo hacia los equipos que tienen las principales figuras del fútbol mundial".

A esa paridad la explicó con este concepto: "La evolución del juego hace que un equipo disciplinado y bien preparado físicamente pueda plantarse ante los rivales con más pergaminos. Si a eso se le agrega algo de jerarquía en ataque, ya estás para complicar a cualquiera. Hoy, sin ese plus que se debe agregar al talento, no alcanza. Hoy con talento sólo no se gana".

El ex entrenador de Arsenal enganchó la realidad de la Copa con el presente argentino: "El problema de la Argentina es que hoy no tiene esa prepotencia futbolística para convertirse en un candidato y tampoco muestra esta actitud avasallante para salir a ganar de cualquier modo, entonces termina siendo una expresión reducida de voluntades al servicio de un equipo, que define más por el peso específico de sus individualidades que por el peso del equipo".

La primera apuesta táctica de Sabella y su golpe de timón hacia un formato más afín a los gustos de sus estrellas fue el siguiente abordaje: "Los equipos están más en la cabeza del entrenador que en la realidad que emana del campo de juego. Yo puedo pensar que con Campagnaro, Fernández y Garay voy a tener una defensa sólida y fuerte en el juego aéreo; desdoblamiento ofensivo con Zabaleta y Rojo; que Maxi Rodríguez me va a perforar por adentro, que Di María me va a perforar por afuera, que Messi va a encontrar un socio cuando meta una pausa".

"La realidad la devuelve el campo de juego; por eso los equipos que empiezan no son los que terminan. En la cancha es el único lugar donde los entrenadores pueden sacar conclusiones y cuando se juega por los puntos. ¿Dónde se pisa Sabella? En tener una idea afianzada que le hizo ganar con autoridad las Eliminatorias, y cambiarla ante rivales de mayor envergadura, y las improvisaciones en el fútbol se pagan de dos maneras: con pérdida de puntos o con pérdida de prestigio".

Su último análisis de una charla jugosa fue sobre lo que sucedió contra Irán: "La Argentina adoleció más de cuestiones individuales que colectivas. No creo que Sabella haya planteado un partido con jugadores tan estáticos. Cada jugador argentino que recibía la pelota resolvía individualmente. El que no tenía la pelota no se movía y el que la perdía volvía caminando, eso hacía que terminara recuperando la pelota en posiciones defensivas y muy estirado en la cancha".

"Al equipo le faltó agresividad, le faltó presionar sobre la pérdida de la pelota. Irán sabía que el juego argentino estaba por adentro, entonces le cerró el medio y le regaló las bandas", dijo.

Y el cierre fue contundente, con varios títulos dentro de una sola frase: "La Argentina necesita un cimbronazo de nombres o actitudes para que se sienta un equipo vivo; hoy es un equipo burocrático, va y cumple. Ahí nomás, pero si la Argentina le adosa rebeldía a su juego y seguridad en la defensa, entonces sí puedo decir que está en condiciones de ser campeón del mundo".