Daniel Lovano / dlovano@elpopular.com.ar

Si el fútbol tuvo a Di Stéfano, Maradona y Messi (por orden de aparición); si el automovilismo le regaló al deporte de los argentinos al "Chueco" Fangio; si el tenis se hizo popular con la aparición de Guillermo Vilas; si el boxeo vio a Carlos Monzón como el mejor mediano que haya caminado los cuadriláteros y si "Manu" Ginóbili inauguró un nuevo paradigma basquetbolero, el canotaje también tuvo su ícono.

El barilochense Javier Andrés Correa es espejo en el que se miraron y se mirarán todos los palistas que sueñan con representar a la Argentina en pruebas internacionales: fue dos veces subcampeón del mundo, tres veces medalla de bronce en la cita ecuménica, finalista en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 y múltiple campeón panamericano.

Retirado hace un tiempo, radicado en Carmen de Patagones, donde ejerce la docencia como profesor de horticultura en colegios secundarios, Correa es ese prócer patagónico que de vez en cuando rescata de la memoria sus hazañas arriba del bote para contárselas a sus alumnos.

"Algunos chicos me sacan el tema, otros no. Son de una generación muy posterior a mi carrera. Yo me retiré en 2004, y mis alumnos estaban naciendo cuando yo estaba compitiendo" comentó Javier.

Entre distintos galardones, Javier Correa tuvo entre sus manos 6 veces el Olimpia de Plata que entrega el Círculo de Periodista Deportivos de la Argentina y recibió el reconocimiento de la Fundación Konex en el año 2000.

Estuvo en tres Juegos Panamericanos (Mar del Plata 1995, Winnipeg 1999 y Santo Domingo 2003), y de cada uno de ellos rescató distintas vivencias.

"Tengo muy lindos recuerdos de los Panamericanos, pero también de mi paso por el deporte. Recuerdos hermosos, recuerdos amargos; alegrías, tristezas, como en la vida, como puede pasar en cada profesión. Mi primer Panamericano fue el de Mar del Plata. Era mi primera competencia internacional importante y lo tomé con esa inconsciencia, inmadurez y apasionamiento de juventud" señaló.

"Los viajes al exterior ya eran algo impactante para un pibe joven; después la competencia en sí, que es el lugar para medirse con atletas que tienen otras historias, otras ambiciones; y el resultado, que implica poner sobre la mesa hasta dónde puede cada uno" afirmó.

Medallas colgadas de su cuello hubo varias. "La localía en Mar del Plata lo hizo distinto a todos. Fue una experiencia espectacular. Fue mi primer año entre los mayores y ganamos el doble con Abelardo Strum, dejando atrás a equipos muy fuertes como Estados Unidos, Canadá, Cuba; países que son potencias del canotaje. Para nosotros fue tocar el cielo con las manos" confesó.

En su segundo Panamericano atravesó una situación parecida a la que vive el actual equipo argentino. A las cuatro semanas de Winnipeg 99 estaba el Mundial de Italia, clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Sidney 2000.

"Fue una carnicería ese año. Vivimos una tensión muy grande, porque era mucho más importante el Mundial que los Panamericanos" reveló.

"Hicimos la preparación para estar bien en Winnipeg, pero a las cuatro semanas había que dar el máximo en Italia. En un deportista de alto rendimiento la puesta a punto significa un desgaste muy fuerte, por eso en cada temporada hay que plantearse un objetivo importante y después algunos secundarios; un evento donde se pone toda la carne en el asador. Ese año había que elegir cortes para un lado y cuáles guardar para el otro, je" bromeó.

Menos mal... En Winnipeg Javier Correa ganó tres medallas doradas y una plateada. "Para mí el resultado fue muy bueno. Gané casi todo lo que competí; en el Mundial de Milán logré mi plaza para Sidney y junto con Abelardo (Strum) metimos el segundo bote en los Juegos Olímpicos" recordó.

Santa Domingo fue su último Juego. "Ya estaba en otro momento, ya había sido subcampeón del mundo dos veces y tenía otras garantías. Iba a los Panamericanos como figura, como a defender mi lugar. En resumen, los tres fueron distintos y todos fabulosos" destacó.

Vale la presentación como, ahora sí, sustento para cada palabra pronunciada sobre lo que se vendrá para el equipo argentino y sobre todo para Agustín Vernice en Perú.

"Creo que la Argentina está bien, hay un nivel muy parecido al que tuvimos nosotros y personajes muy interesantes, como Agustín" dijo, y afirmó: "Agustín es ese deportista que lleva la lanza en una delegación. El va a correr una de las primeras pruebas del Panamericano para la Argentina y representa esa figura que da la primera estocada. A partir de ahí arranca el resto. Agustín es ese tipo que tiene la valentía, y la inconsciencia a la vez, para hacerse cargo".

"Los que salen de la media son tipos que se animan a hacer algo que no hace nadie, y eso va más allá del entrenamiento, de las capacidades físicas y de un montón de cosas que se logran con horas de trabajo. La delegación argentina tiene muy buenos atletas, que sacrifican muchísimas cosas de sus vidas para estar en la elite, pero hay quienes están dispuestos a hacer algo más, quienes tienen esa creatividad para ver qué pasa si se la juegan por algo distinto. Agustín es ese loquito" enfatizó.

A la palabra "loquito", Javier Correa le puso un concepto: "A Agustín lo conozco desde que era pibe y era uno de esos locos lindos que la pasan bien. Una vez Michael Phelps dijo que su secreto era nunca dejar de divertirse, y cuando uno hace las cosas con pasión cualquier esfuerzo está en un segundo plano. Creo que Agustín tiene algo de eso. Lo veía competir de chiquito y en un momento determinado metía un cambio de ritmo cuando nadie lo imaginaba. Cosas que nadie hacía, él sí. Esa creatividad que distingue a los diferentes".

"Lo veo y me siento reflejado en él" cerró.