Abel Alves: "Maradona le salvó la vida a mi hija"''
En diálogo con Infobae, el olavarriense Abel Alves realizó un recorrido por su carrera como futbolista, su experiencia como director tecnico y su relación con Diego Maradona, quien según relata "le salvo la vida a mi hija".
El 9 de noviembre de 1980 se enfrentaron Argentinos y Boca Juniors por la fecha 12 de la zona B del Torneo Nacional. En los días previos al partido, el arquero xeneize Hugo Orlando Gatti declaró que Diego Maradona, jugador del conjunto de la Paternal, era un "gordito".
A raíz de esto, Pelusa, sabiendo que la bronca era su principal motor, le demostró su calidad en la cancha: hizo cuatro goles en la victoria del Bicho por 5-3 en el estadio de Vélez. Fue la única vez que el astro marcó esa cantidad de tantos en la Argentina.
"El arquero era un admirador de Pelé. Entonces, para apoyar al brasileño se la agarró con Diego. Y empezó a decir puertas adentro ''vamos a ganar porque Maradona es un gordito''. Pelusa en enteró y, como entrenábamos juntos en el seleccionado juvenil, una semana antes, me dijo: ''Chueco, decile a ese Payaso que cierre la boca, porque le voy a meter cuatro goles''", recordó Abel Alves, quien jugó aquel partido para Boca y sufrió la magia del Diez.
Mas allá de haber sido rivales, Diego y el Chueco también fueron compañeros en Boca, siendo campeones en 1981. Es más, la relación entre ambos traspasó los límites del campo de juego. Porque Maradona fue una persona muy importante en la vida de Abel: "Diego le salvó la vida a mi hija Marita, porque cuando necesitaba dinero para llevar a cabo un tratamiento por un problema en su corazón me ayudó económicamente desde Nápoles y hoy la tengo vivita y coleando", reveló Alves, mientras su voz se entrecorta porque tiene un nudo en la garganta.
No obstante, el Chueco está muy identificado con el Xeneize. En su etapa como jugador obtuvo tres títulos: Metropolitano 1976 y 1981 y el Nacional 1976. Luego, en su carrera como entrenador, tuvo dos interinatos (2005 y 2009) y un ciclo como director técnico principal en el 2010, tras la salida de Alfio Basile.
"Cuando se fue el Coco las cosas no estaban bien en el plantel. No tenían una buena relación Riquelme y Palermo. Cuando un jugador está en el ocaso de su carrera, más siendo ídolos como ellos, y con un buen pasar económico, es muy difícil de manejarlos porque cada uno tiene su ego. Ninguno de los dos quería perder terreno en el vestuario. Me pedían que no tratara de juntarlos, porque no venían al club a hacer amigos, sino a jugar al fútbol", remarcó Alves, quien llegó a dirigir en 18 encuentros con tres triunfos, seis empates y nueve derrotas.
- Se cumplen 41 años de aquel encuentro entre Argentinos y Boca que terminó con cuatro goles de Maradona al Loco Gatti. ¿Qué recuerda de aquel suceso?
-Se disputó en la cancha de Vélez. El arquero era un admirador de Pelé. Entonces, para apoyar al brasileño se la agarró con Diego. Y empezó a decir puertas adentro ''vamos a ganar porque Maradona es un gordito''. Pelusa en enteró y, como entrenábamos juntos en el seleccionado juvenil de Menotti, una semana antes, me dijo: ''Chueco, decile a ese Payaso que cierre la boca, porque le voy a meter cuatro goles''".
-¿Se lo comentó a Gatti?
-Sí. Resulta que en la semana previa al encuentro con Argentinos me sumo al plantel xeneize y se lo dije al Loco. ''Dejate de joder, Hugo. Estoy con Diego en la selección juvenil y dice que te va a hacer cuatro goles''. Entonces, me respondió: ''Qué va a convertir goles ese, si es un gordito''. Después, vino Diego a la cancha de Vélez y estuvo intratable. No podíamos marcarlo. Recuerdo que jugué con mi hermano Hugo ese día.
- ¿Qué dijo Gatti en el vestuario, tras los cuatro goles de Diego?
-Se quería morir. Encima, lo volvíamos loco: "Hiciste enojar a Diego y te metió cuatro goles". Además, le dijimos que habíamos perdido por sus declaraciones. El causante de la derrota fue Gatti (risas). Igualmente, Diego ya venía mostrando que era un crack. Hugo no se enojó, pero se lo recordábamos cada vez que decía o hacía algo. "Mirá que le decimos a Diego, eh". Vivíamos cargándolo. Gatti era un tipo con mucho humor y sabía que Maradona era el mejor del mundo.
-¿Qué recuerda de su paso por Boca como jugador?
-Todo. Soy un agradecido a la vida por haber vestido esa camiseta. Jugué en el mejor club del país y compartí cancha con el mejor jugador de todos los tiempos, Diego Armando Maradona. El club me dio todo, más no puedo pedir. Tenía 17 años y disputé un Superclásico en el Monumental en 1975. Fue el año que River salió campeón tras 18 años de sequía. Tenía un equipo increíble con Fillol, Pasarella, J. J. López, el Beto Alonso, el Puma Morete y Pinino Mas.
-¿Fue el que ganó Boca 2 a 1?
-Sí, y convierto el segundo tanto. A mi corta edad y con tan poco tiempo como profesional, ya que había debutado un año antes, para mí fue tocar el cielo con las manos. Estaba rodeado de jugadores que los tenía en el álbum. Ese partido no me lo voy a olvidar jamás. Salí del Monumental y me fui caminando hasta Congreso. No quería tomar taxi ni nada porque no sabía donde estaba parado.
-Ganó tres títulos con Boca. Tuvo a Juan Carlos Lorenzo como entrenador. ¿Qué enseñanza le dejó?
-Muchas cosas. Para mí, el mejor técnico que tuve fue César Luis Menotti. El Flaco está por encima de todos. Pero mis respetos para el Toto, igualmente, que fue un director técnico muy dedicado al fútbol. Sabía todos los detalles de los rivales. Me enseñó a ser disciplinario, porque tenía 17 años, jugaba en el Xeneize, contaba con un poco de dinero en el bolsillo, manejaba un auto nuevo, salía mucho, vivía solo en Buenos Aires y no era de tener mucha conducta.
-Entonces, ¿el Toto le marcó el camino?
-Sí, me aconsejaba que tenía que hacer una vida ordenada y cuánta razón tenía. He cometido errores y hoy les enseño a los pibes que no deben llevar a cabo un estilo de vida desordenado. Trato de inculcarles el buen camino y vivir para el fútbol para que, en un futuro, puedan tener un buen pasar económico, ¿no?
-¿Por qué dijo que Menotti fue el mejor de todos?
-Porque lo tuve en las juveniles del seleccionado argentino y veía el fútbol de un manera muy diferente al Toto Lorenzo, que era más estricto y si te equivocabas te sacaba del equipo. El Flaco era más del fútbol callejero. Te permitía pensar un poco más y, con un par de cosas que te comentaba, pretendía que vos sumaras el resto. El dialogo con los jugadores era diferente. Menotti era más joven que Juan Carlos y cambiaba la manera de expresarse.
-Fue compañero de Maradona durante un año en Boca. ¿Qué recuerdos tiene de él?
-Era una fiera, un grande dentro y fuera del campo de juego. Si se enteraba de que algún compañero tenía problemas económicos, le tendía una mano. Si no cobrabas tu sueldo, daba la cara y te resolvía el problema. Cuando entraba al vestuario alentaba a todo el mundo. Fue un placer jugar con él. Hacía cosas con la pelota en sus pies que a nosotros se nos dificultaba hacerlas con las manos. Tener un jugador de esos en el vestuario tiene un plus.
-¿Compartió habitación con él en la concentración?
-Sí. Recuerdo que una vez me volvió loco. Resulta que ante Platense en el Amalfitani se perdió un gol porque estrelló la pelota en el travesaño y se pasó toda la noche lamentándose por esa ejecución. Le decía en la habitación: "Diego, fuiste la figura del partido. Hiciste dos goles, ganamos 4 a 0 y te lamentás por ese disparo". Me respondía: "Chueco, tenía que haberle pegado de esta manera". Ese era Diego Maradona.
-¿Cómo era como compañero de vestuario?
-Cuando Diego viene a Boca firma un contrato en el cual el club no le podía pagar e incluye una cláusula que, al año siguiente, se iba al Barcelona (España). En mi época, los torneos se jugaban de domingo a domingo. Por ende, no había fecha entre semana. Entonces, los martes y jueves se disputaban amistosos en el Interior porque los contratos eran en dólares. Por cada uno de ellos, el Xeneize cobraba 140 mil dólares, de los cuales 80 mil eran para Diego y 60 mil para repartirnos entre nosotros; un dinero que nos venía muy bien. Hubo partidos que Maradona los jugaba desgarrado para que podamos hacernos de ese dinero. Porque él cobraba yendo o no a jugar, pero el resto de sus compañeros no lo hacía. Por este motivo, viajaba igual y jugaba unos minutos. Igualmente, nosotros le decíamos: "Quedate Diego en Buenos Aires, así te cuidas para el campeonato". Nos respondía: "No, yo voy igual así ustedes cobran".
-Era muy generoso.
-A mí me ayudó en algo que no me lo voy a olvidar nunca más. Tengo una hija que nació con problemas del corazón. En esa época, la estaba pasando muy mal económicamente con el gobierno de Raúl Alfonsín. Recuerdo que había huelgas constantemente de médicos y enfermeros en todos los hospitales. Pero debía operar con urgencia a mi hija en el Hospital de Niños porque era de vida o muerte. Si se demoraba mucho, la perdía. Entonces, con su representante, Guillermo Coppola, hablamos con el director del hospital, Eduardo Lorenzo Borocotó, quien nos dijo: "Hay un quirófano que no se pudo terminar por falta de dinero. Si se termina de construir lo antes posible, podemos operar a su hija y salvarle la vida".
-¿Cómo hicieron?
-Guillermo llamó inmediatamente a Diego a Nápoles, donde estaba jugando y armó un amistoso entre jugadores argentinos e italianos para recaudar fondos. La mitad de lo recaudado se destinó para los hospitales napolitanos y la otra mitad para construir la sala de operación del establecimiento de salud de niños. Se terminó de construir la sala, mi hija fue operada y se salvó de milagro.
-¿Le salvó la vida Diego?
-Sí, porque mandó inmediatamente el dinero para construir la sala de operación del hospital y, además, le pagó el tratamiento a mi hija. Diego le salvó la vida a mi hija Marita, me ayudó económicamente desde Nápoles y hoy la tengo vivita y coleando. Tiene 30 años y me dice: "Papá yo sé lo que hizo Maradona por mí. Sé que está con Dios en el cielo y me salvó la vida". Cuando terminaron la sala de operación, pasaron de operar 15 chicos por día a 30.
-¿Qué reflexión le merece cuando salen a criticar a Diego por su vida privada?
-Tal vez su vida privada no fue lo más prolija, pero los que estuvimos a su lado sabíamos del corazón que tenía y lo que hizo por mucha gente. Boca iba a jugar amistosos al Norte del país, a lugares muy carenciados y con mucha pobreza. Entonces, parábamos en parrillas a comer y había muchos chicos mirando lo que comíamos. Ante esa situación, él se levantaba, hacía poner una mesa para todos: 50, 70 chicos y los ponía a comer. Pagaba Diego y no dejaba que nosotros colaboráramos. La gente se queda con lo último que ve, pero no sabe que Diego tenía un corazón grande como una casa.
-En junio de 2015, Boca pierde 4 a 0 con Chivas en la Bombonera, lo que provocó la renuncia del entrenador Jorge Benítez, tras el escupitajo que le propinó al Bofo Bautista. ¿Cómo se vio ese hecho puertas adentro, ya que después se hizo cargo del plantel como técnico interino?
-Al Chino lo quiero muchísimo porque es un tipo bárbaro. Me sorprendió lo que hizo porque nunca fue una persona conflictiva y de reaccionar mal. En su carrera tuvo muy pocas suspensiones. La presión de dirigir a la Primera de Boca le jugó en contra. Por ese hecho, fue suspendido por un tiempo sin poder dirigir y viajó a México a pedirle disculpas a Bautista. Ahí te demuestra la clase de persona que es.
-Tras su salida, le tocó comandar el vestuario xeneize. ¿Cómo fue su primera experiencia como entrenador interino de Boca?
-Mientras sos un entrenador interino no pasa nada porque vas manejando la situación a tu manera. No podés corregir ciertas cosas, porque no sabés quién será el próximo técnico y cómo manejará el vestuario, ni lo que va a pretender de los jugadores. En mi posición, lo único que puedo hacer es ingresar al grupo, hablar y nada más. Los jugadores saben bien que vas a estar por 3 ó 4 partidos y te vas. Pero cuando ya nombran un técnico oficial es otra cosa, porque contás con tiempo para trabajar. En el torneo de verano del 2010 me tocó atravesar un momento muy complicado.
-¿Qué fue lo que pasó?
-El plantel del Coco Basile hace la pretemporada en Tandil, juega el torneo de verano en Mar del Plata, pierde con River el superclásico, y al martes siguiente renuncia el entrenador. A todo esto, faltaban cuatro días para empezar el torneo local. Los directivos, con Jorge Amor Ameal como presidente, me llaman y me ofrecen el cargo fijo de director técnico. No iba a desaprovechar esa oportunidad. Yo estaba con la Tercera y me suben a la Primera. Entonces, agarré y me di cuenta de muchas cosas.
-¿Como cuáles?
-Que no se llevaban para nada bien Juan Román Riquelme y Martin Palermo; y había dos grupos en el vestuario. Eran dos señores que le habían dado todo a Boca y campeones del mundo. Dos ídolos que no podían convivir y el grupo estaba dividido. Estuve cuatro meses, dirigí 13 partidos y le ganamos 2 a 0 a River en la Bombonera. Eso no me lo saca nadie.
-¿Cómo manejó esa interna Palermo-Riquelme dentro del vestuario?
-Fue muy complicado. Trataba de hablar siempre con ellos, pero no había solución. Cuando un jugador está en el ocaso de su carrera, siendo ídolos como ellos y con un buen pasar económico, se hace muy difícil manejarlos, porque cada uno tiene su ego y su trayectoria. Ninguno de los dos quería perder terreno en el vestuario. Hablé con ambos muchísimas veces, pero me decían que conmigo no era el problema. Me pedían que no tratara de juntarlos porque no venían al club a hacer amigos, sino a jugar al fútbol. Pero no entendían que si no tiran todos para el mismo lado, es muy difícil que al grupo le vaya bien. Hoy en el PSG pasa algo parecido. Tiene los mejores jugadores del mundo, pero le cuesta ganar los partidos. Hay lucha de egos. Cuando el grupo está unido, fortifica un montón y vas a pelear cosas importantes, como fue en la época de Bianchi, Basile y el Toto Lorenzo.
-En su época era diferente, porque agarró un plantel golpeado por la derrota ante River en el Torneo de Verano y dividido en dos grupos...
-Sí, además eran dos ídolos que no se aceptaban y tenían problemas entre sí, que eran muy difíciles de arreglar. En ningún momento los pude juntar para hablar por la discordia y el resentimiento que había entre ellos. Pero sí sé que en el Superclásico por el torneo local se unieron todos y ganamos 2 a 0 en la Bombonera. Palermo y Riquelme sabían que la hinchada no les iba a perdonar el hecho de perder contra River. Entonces, se unieron y volvieron a ser un equipo como cuando estaban Bianchi o el Coco Basile. Pero a la semana volvió todo a la normalidad de vuelta (risas).
-¿El vestuario se volvió a dividir a los pocos días?
-Sí, aparte la hinchada también estaba dividida. Porque La Doce gritaba por Palermo y los plateístas por Riquelme. Estaba muy complicado todo. Palermo es el mayor goleador de la historia boquense y, Riquelme, el máximo ídolo de la institución junto a Ángel Rojas. Ser ídolos pesa más que ser camarilleros, porque con el solo hecho de repasar todo lo que ganaron se te plantaban y manejaban el vestuario. Haber sido entrenador de Boca en esa época fue muy jodido.
-En su último partido que dirigió al Xeneize, ¿se fue a las manos con Javier García, que hoy es parte del plantel?
-No, estuvimos muy cerca, pero no nos peleamos. Yo lo tenía en la Tercera y lo quería subir a la Primera. Javier tiene un carácter difícil de manejar, pero yo lo conocía muy bien. Él empieza a jugar en la máxima categoría porque saco a Roberto Abbondanzieri del equipo, porque no veía bien, ya tenía su edad, y lo mandé al banco de suplentes. Entonces, lo puse a él. Y le dije: "Como te pongo, tengo todo el derecho a sacarte". Hubo una discusión fuerte, pero no pasó a mayores. Javier se enojó porque a nadie le gusta salir.
-¿Lo llamó Román para trabajar en las divisiones inferiores del club?
-No tuve una relación tan estrecha como lo que están a su lado. La mayoría convivió muchos años de su vida, yo lo viví como técnico y nada más. Yo trabajé al lado de Jorge Griffa en las divisiones inferiores desde el 2005 al 2010. En esos cinco años, debutaron 46 jugadores, a un promedio de nueve por año. Hoy, eso no pasa. No se ve tanta salida de canteranos.
-¿En su carrera presenció una situación similar a la que pasó con Riquelme, que hizo bajar a los jugadores del micro para hablar en el vestuario?
-Nunca lo vi ni lo viví. Me sorprendió porque en el Consejo de Fútbol son todos ex jugadores y exponerlos de esa manera no está bien. No se puede hacer eso. No era el momento de hacer lo que se hizo.
-En su época de entrenador en el 2010, si le pedía a Riquelme que bajara del micro, ¿Hubiera bajado?
-Ni loco. Si era Riquelme el que estaba arriba del bus, no hubiera bajado para meterse al vestuario. Hoy hay muchos chicos y por eso lo hicieron. No estoy de acuerdo con la forma ni con el momento en el que se hizo. Sí me parece bien que los integrantes del Consejo hablen con los futbolistas por los puntos que dejaron en el camino y por el mal partido que hicieron ante Gimnasia y Esgrima La Plata. Si deben remarcarles cosas, que lo hagan, pero en el vestuario, ni bien termina el encuentro o al otro día en el entrenamiento. En nuestra época, la palabra y el respeto estaban a flor de piel. El grupo te sacaba para afuera. Jamás íbamos a permitir que un directivo subiera al micro y nos hiciera bajar de esa manera. O hablás en el vestuario o al otro día. Merecen respeto los jugadores.
-¿A qué se dedica, Chueco?
-Estoy como coordinador de las inferiores en Camioneros. Trabajo muy cómodo porque, más allá de que es un club bonito, se trabaja bien y aparte hay muchos chicos con muy buenas condiciones, con un futuro muy promisorio. Trato de ayudarlos para que cumplan sus sueños de llegar a Primera.
-¿Cómo fue jugar en Loma Negra, presidido por Amalia de Fortabat?
-Fue mi club de origen. Yo empecé en las divisiones inferiores y alli me desempeñaba cuando vivía Luciano Fortabat. Después me convertí en el primer jugador de Olavarría en jugar en un equipo grande como Boca Juniors. Me acuerdo de que el Sr. Fortabat me mandó un telegrama felicitándome por haber llegado al Xeneize porque salí de Loma Negra. Yo vivía en el campo ordeñando las vacas a los 11 años y le pedía a Dios que quería ser futbolista.
-¿Cumplió su sueño de jugar en el club del que es hincha?
-Sí, soy hincha de Boca y de un día para el otro me encontraba jugando allí con el mejor del mundo. Dos por tres nos juntamos entre ex jugadores, empezamos a remover estas historias, sale el tema Loma Negra y decimos "puta madre". Todos nos conocían por Loma Negra. A mí me fueron a buscar en enero del 81 y no me quise ir de Boca. "Qué voy a dejar Boca, con Maradona, para jugar por Loma Negra", dije. Después estos turros cobraban cinco mil dólares de premio por partido y nosotros mil.
Fuente: Infobae