Daniel Lovano / dlovano@elpopular.com.ar

Ella tuvo que recorrer casi ochocientos kilómetros y él unos mil antes de enamorarse. Ninguno de los dos pudo precisar cuándo fue, pero fue en Paraná. Emily Burgos reveló que el primer flechazo lo sintió ella, y que Juan Cruz (Zara) tardó en reaccionar un poco más más que en un diamante de softbol.

"Todavía estamos en discusiones con ese tema" dijo Juan Cruz, antes de compartir una carcajada. "La verdad es que él no me daba bola. Nos conocíamos desde antes del Mundial 2012, yo siempre lo miraba, pero él miraba para otro lado. Hasta que un día lo conquisté" recordó Emily.

Fue cuestión de tiempo. "Me hubiese avisado y habría reaccionado más rápido, pero no me dijo nada. Adivino no soy. Empezamos a juntarnos con los mates y tuve que darme cuenta sólo" respondió el bahiense, que no tuvo tempo de retornar a su ciudad luego de consagrarse campeón del mundo.

Volvieron a estar juntos apenas unas horas en Olavarría, antes de partir él hacia Canadá y ella para Entre Ríos porque la selección argentina llama. Pero antes contaron todo lo que pasaron en esos días de ensueño que terminaron con la consagración de la selección masculina en el Mundial de Praga.

Ambos advirtieron que son "muy maricones" al recuperar sentimientos relacionados con las semanas que instalaron al softbol argentino y a Juan Cruz en la cima del mundo.

Pero Emily hizo punta: "Yo soy más maricona que él cuando tengo que expresar estas cosas, pero siempre digo que las palabras nunca van a alcanzar. Todos los que amamos y conocemos este deporte tenemos una felicidad que no se puede explicar".

"Vivimos muy intensamente el Mundial, con un ida y vuelta tremendo a cada lado de la computadora; analizando los partidos a full. ¿Críticas? No, para nada, siempre apoyando. La verdad es que me ayudó un montón a la distancia" agradeció Juan Cruz.

"Vivir esto de tan cerca es increíble. Estar en cada paso, escucharlo después de cada partido, que me cuente sus sensaciones, llorar a través de la web cam. Es un sueño cumplido. Estoy muy orgullosa de lo que ha logrado, porque además sé el esfuerzo que hace cada día para estar donde hoy está, que es la cima del mundo" replicó Emily.

"Hay mucho esfuerzo extra. Yo sé que todos los deportistas hacen un sacrificio grande, pero nosotros no vivimos de esto; cada uno tiene su laburo, o estudia. Nuestro capitán, Bruno (Moltroni), entra a las 5 de la mañana en Vialidad, sale a las 4 de la tarde, come algo de pasada y se va derecho a la cancha o al gimnasio. Entrenamientos con fríos, con calores; preguntarme ''qué carajo estoy haciendo acá''. Todos hacemos un poco la misma, por eso la satisfacción es gigante y hoy puedo decir que valió la pena" reflexionó JC.

Emily acotó que "por ahí la gente de Paraná (son 13 en el equipo) la tiene mucho más fácil porque dice ''mañana entrenamos'', desayuna en su casa con su familia, con sus hijos, se va al entrenamiento y vuelven a su casa. A Juan le pasa como a mí, tenemos que viajar 16, 20 horas cada 15 días para entrenar con el equipo y la verdad que no es nada fácil".

El resto fue casi todo de Juan Cruz, de ese otro romance con la gloria que concretó el domingo en Praga, y que al otro día les dio un lugar destacado en los grandes medios.

"Me vi en lugares que son reservados para los Messi, para los Ginóbili -bromeó- y para mí fue algo increíble. Si me lo preguntan dentro de un año, tampoco voy a poder decir lo que siento, pero es bueno que se muestren otros deportes, más que nada para los chicos que vienen, que tiene el mismo sueño que alguna vez tuvimos nosotros. También vernos en esos lugares es una emoción para la familia".

Toda hazaña empieza a verbalizarse, a sentirse de algún modo; todo campeonato presenta sus momentos.

"En el partido con Nueva Zelanda, el último de la zona, creo que fue clave para todo lo que vino después. Era el último campeón, con todo lo que eso significa, y nos levantó anímicamente, porque lo perdíamos 4-1 y pudimos darlo vuelta. Fue la mejor manera de irnos a los playoffs" subrayó.

La previa entregó algo así como una revelación, aunque la interpretación llegó más tarde.

"Tuvimos una reunión en Paraná antes de irnos y llegamos a la conclusión que los 17 jugadores del plantel jugábamos temporadas en el exterior y a todos nos iba bien con otras camisetas, enfrentando a los mismos lanzadores del Mundial. Que en Paraná entrenábamos con 4 lanzadores de arriba de 80 millas y les bateábamos; que nos salían prácticas bárbaras, de nivel mundial. Ahí se nos prendió un poco la luz. Dejamos de ver a Canadá o a Nueva Zelanda como lo que eran y les perdimos el respeto, entre comillas. Faltaba convencerse; la cabeza fue el 80% del resultado" reflexionó.

Es cierto que hay sentimientos intransferibles e imágenes que sólo algunos privilegiados pueden abarcar con palabras. El último día, la última pelota, la Copa el cielo en manos del capitán, la explosión de felicidad.

El post del out que acabó todo y dio nacimiento a la hazaña, Juan Cruz lo compartió con un hermano del softbol.

"Soy amigo íntimo de Huemul Mata, que lanzó en la final. En los últimos dos Mundiales nos volvimos llorando juntos, porque a él no se le daban las cosas, y verlo tirar como tiró en esa final fue emocionante. Pero del último out lo único que puedo decir es que vi salir la pelota, me lo quedé mirando, y cuando salió corriendo a abrazarse, salí detrás. ''Terminó'' fue lo único que me dijo" relató.

Lo otro lo conmovió como pocas cosas serán capaces de hacerlo en su vida. "Cuando vi a nuestro capitán levantar la Copa del Mundo me vi de chiquito, cuando entrenaba en Bahía Blanca, y pensé en mi Vieja, que seguro lo hubiese disfrutado mucho" dijo Juan Cruz.

Su voz se fue apagando paulatinamente, los ojos de Emily se nublaron, y ya no tenía ningún sentido seguir charlando ni de softbol, ni de nada.