Una nutrida columna de hombres, mujeres y chicos con camisetas albicelestes, gorros, banderas, vuvuzelas y rostros pintados avanzaba minutos antes del partido a pie por la avenida 9 de Julio desde el sur hacia el Obelisco, donde cientos se congregaron para seguir desde allí la final en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.

Muchos otros se congregaron ante las pantallas gigantes instaladas en el Parque Centenario de Caballito y en la Plaza San Martín, en Retiro, mientras en bares y restaurantes, grupos de familias y de amigos se acomodaron horas antes frente a los televisores.

A diferencia del día del debut, cuando las calles quedaron desiertas, hoy el movimiento y la alegría por llegar a la final, después de casi un cuarto de siglo, llenó las calles y las vistió de albiceleste.