BELO HORIZONTE / Daniel Lovano,

enviado especial de EL POPULAR Medios

La camaradería, la amabilidad, la impagable predisposición belo-horizontino es lo que emerge de las primeras horas en una capital del estado Minas Gerais, que en algunos puntos parece ajena a lo que se va a venir y en otros colapsada por apurados trabajos en la infraestructura, que de ninguna manera llegarán en tiempo y forma para el primer día aquí, el 14 de junio, cuando Colombia haga su reaparición en la Copa del Mundo después de 16 años de ausencia.

Un día luminoso, cálido, un cielo increíblemente celeste y una temperatura que en el mediodía trepó hasta los 25 grados, a ojo de buen cubero. Una ciudad que bien temprano, cuando el equipo de EL POPULAR Medios se trasladó hacia la Pampulha, su centro turístico más importante, se "cruzó" con el avión de la presidenta Dilma Rousseff que llegaba para inaugurar una de las obras que sí está terminada.

La primera mandataria de este país hizo escala en sus actos públicos para poner en funcionamiento de forma oficial el sistema de tránsito rápido de autobuses en la capital del estado que demandó una inversión de 730 millones de reales, de los cuales 382 millones fueron aportados en fondos federales a través del Pro-Transport Program. La visita fue la estación de Mineirão en la línea que comprende las avenidas Antônio Carlos y Pedro I.

Era tal vez una parte de la obra que se puede mostrar; no muy lejos de allí el tránsito tranquilo de un domingo colapsa cuando enfoca en las inmediaciones de puentes que llegan a medio terminar; asentados aún sobre estructuras metálicas, y con superficies donde todavía no hay hormigón.

La cartelería y la señaléctica siguen brillando por su ausencia. "Estos tipo hicieron un Mundial para ellos solos. No hay un cartel en castellano, y casi nada en inglés. De otros idiomas, ni hablar", comentó, no sin razón, Darío Rampoldi, al final de una recorrida que consumió toda la mañana y buena parte de la hora de la siesta.

En los parques (aún en todo el entorno del lago), los panes de césped resacados denotan una imagen de descuido seguramente no querían los responsables de la organización. Muy cerca del barrio anfitrión (Candelaria - región Venda Nova), las obras de las estación Pampulha apenas si llegaron a tiempo con los andenes; de otro lado del tapial se ve una edificación proyectada para oficinas y servicios que no lograron atravesar la barrera del esqueleto de cemento armado.

En "La Pampulha" también están el estadio Mineirao, como en el Mineirinho, un gimnasio gigante, con capacidad para albergar a 25.000 personas, que oficiará de centro de prensa, y donde hoy se entregarán las acreditación que espera la prensa apostada en esta ciudad.

"El brasileño es apasionado, quiere la Copa del Mundo, pero no tolera la sobrefacturación, ni la corrupción que rodeó a toda la organización, porque además -si bien el país está un poco mejor- aún faltan muchísimas cosas para hacer en salud, educación y otras cosas importante para la vida de la gente", reveló Carequinha, un morenito de unos 22 años, que vive en el barrio Candelaria y atiende en un puesto de telefonía móvil en el centro comercial "Vía Brasil", cruzando la avenida con la estación. 

Donde se pose la mirada, se trabaja contra reloj. Doble vallado metálico en la periferia del escenario que utilizan Cruzeiro y Atlético Mineiro, y donde la Argentina jugará su segundo partido en la Copa. Ingreso restringido con celo; llegada y salida incesante de camiones, accesos sin terminar y escáneres (como los de la Aduana) aún sin desembalar.

"La plata que se malgasta, es trabajo que no se da", escrito con apuro, también con poco cuidado de la estética, pero con un contenido muy profundo, dice un graffiti justo al lado de ese puente que nunca llegará para este Mundial.

Lo que se dice del Aeropuerto "Tancredo Neves", que recibirá a la selección argentina, es más o menos parecido. Obras sin terminar, vidrios sin colocar, andamios y otro tipo de estructuras metálicas por todos lados.

"Belo Horizonte está trabajando ''muito bem'' para una Copa del Mundo, tal vez para la de 2018", bromeó Carequinha al bajarse en el "punto de ônibus" (parada de colectivos) donde nos despedimos, vaya a saber hasta cuándo.