La conexión es inevitable. Sobre ese mismo césped, bajo esas mismas luces, entre esas mismas tribunas donde un día, a comienzos de la década del 50, llegó uno de sus hijos dilectos para cambiar la historia del Real Madrid, del fútbol de España y del fútbol Mundial, River concretó la noche más gloriosa de su historia.

Con el duende de Don Alfredo Di Stefano sobrevolando el "Santiago Bernabéu" le ganó 3-1 a Boca en tiempo suplementario y se quedó con una Copa Libertadores de América que -por lo bueno y por lo espantoso- nunca podrá ser borrada de la memoria.

A 10.000 kilómetros de Buenos Aires, lo único que cambió fue el sonido del Bernabéu, más ruidoso que nunca. River propuso sin ritmo y Boca hizo arte de la espera hasta que asomara la oportunidad. Su vitamina es el balón parado, que domina tanto como molesta a su vecino.

Las tres grandes ocasiones de antes del descanso llegaron a pelota parada. Dos fueron para Boca, una volea blanda de Pablo Pérez tras un córner y un disparo cruzado de Pablo Pérez, desviado por Casco, en rechace de falta lanzada por Benedetto. La de River sucedió en un córner ensayado, con media vuelta aérea de Nacho Fernández.

El exceso de tensión le fue mejor a Boca. Palacios y Pity Martínez no tenían trascendencia en la primera mitad y a quienes les caía el balón, Ponzio o Enzo Pérez, no podían darle ni profundidad ni intención.

Y casi al filo del descanso, un ataque prometedor de River se volvió fatalmente en su contra: no supo culminarlo en remate y de vuelta, un pase larguísimo de Nández lo resolvió estupendamente Benedetto, en secuencia de vértigo control-regate-remate.

Del descanso volvió mejor River y peor Cunha, que convirtió un penalti clarísimo del meta Andrada a Pratto en juego peligroso de este, con el VAR haciendo la estatua. Ya antes el equipo de Gallardo se había arrimado con disparos de Nacho Fernández y Palacios, con Boca defendiendo peor el juego de entre líneas.

El partido cambió de rumbo con nombre propio: Juan Fernando Quintero. En una pared Nacho González - Exequiel Palacios, Pratto le dio la última puntada a un golazo.

La llegada al partido del colombiano Quintero, un futbolista de buen paladar, fortaleció a River y debilitó a Boca. De sus pies salieron los mejores momentos de fútbol, pero no fue suficiente como para inclinar la balanza antes de la prórroga.

Arrancaron vio la segunda amarilla Barrios por ir demasiado jugado en la mitad de la cancha, vio la roja, Boca quedó condenado a vivir en la agonía.

Y quedó el partido en la izquierda de Quintero, que fue arma definitiva. Su cañonazo acabó con este partido larguísimo y entró en la historia de River, de la Libertadores y del "Bernabéu", con Boca muriendo en área contraria con nueve (Gago se rompió), un tiro en el palo de Jara y Andrada en las barbas de Armani.

Jugado, le quedó una contra a Pity Martínez, corrió toda la cancha y se metió con pelota y todo.

River campeón de la Libertadores y la noche más gloriosa de historia en la casa de la mayor gloria que le dio al fútbol mundial. Uno de los cuatro grandes de todos los tiempos, Don Alfredo.