Daniel Lovano

dlovano@elpopular.com.ar

En plena pandemia las luces de los grandes escenarios ya se encendieron hace meses, con espectadores virtuales o con banners gigantescos en las tribunas, que en poco tiempo pasarán a amontonarse con otros desechos contaminantes que castigan al planeta; también volvieron a brillar las estrellas en el firmamento futbolero.

Lejos de las metrópolis le pasan otras cosas al fútbol y a los futbolistas. En Olavarría también.

Martín Labarrieta compartió años entre las canchas como líder de la defensa y el Hospital como licenciado en tecnología médica que es.

Desde marzo una de las dos relaciones se cortó y la otra se acentuó producto de la pandemia.

"Como dijo Diego, ''nos cortaron las piernas''. Estábamos haciendo un gran campeonato con Estudiantes, veníamos primeros en la tabla y se frenó todo" recordó en tono de broma el zaguero albinegro.

"Costó mucho al principio, estuvimos pendientes de una noticia, de saber si el fútbol iba a volver rápido, pero por mi relación con la salud me daba cuenta de que esto iba para largo y parecía imposible reanudar la actividad en el resto del año" reconoció.

"Del lado de Estudiantes fue complicado entender la interrupción, pero del lado de la Liga y de los otros clubes fue una medida entendible. Se había jugado una parte del torneo y las condiciones no estaban dadas para seguir" admitió.

"Eran realidades que iban a contramano: en lo deportivo se esperaba volver, y en lo sanitario se esperaba el pico".

No pudo asegurar con qué camiseta, pero un agente exógeno no va a definir el destino de su carrera futbolística: "Este virus me hizo crecer a nivel personal, me di cuenta de muchas cosas, y en el aspecto futbolístico me enseñó a buscarle una vuelta más, no sólo a lo competitivo".

"Vi muchas cuestiones sociales, compromiso con la sociedad -como debe ser- de los jugadores, la Unión de Clubes fue una gran creación y también valoré mucho jugar por el gusto a jugar. Querer estar en el lugar donde uno se siente parte, y el año que viene espero poder volver. La verdad es que no sé dónde, si en Estudiantes o en Loma Negra, que es mi segunda casa" meditó Labarrieta.

En su otra pasión la realidad fue y es totalmente opuesta.

"Viví la pandemia con mucha responsabilidad en el Hospital, con nuevos protocolos laborales y a su vez mucho cuidado personal ahí adentro. Sabiendo que está el virus uno se cuida doblemente".

"En otro sentido fue dejar de ver durante un tiempo a mi familia, amigos, todo porque no se sabía quién podía portar este virus" apuntó Martín.

En el mismo tiempo que se paró la pelota, allá por marzo, se aceleraron las obligaciones laborales.

"No fue fácil conseguir el equipamiento y después ponerlo en condiciones cuando llegaron los respiradores, el equipo de aire comprimido, tensiómetros, estetoscopios, oxímetros de pulso, termómetros. Y sigue, con la reparación y el mantenimiento" describió.

"Por suerte los equipos respondieron, y no hicimos las cosas mal parece" subrayó, antes de una carcajada de alivio.

Cruzado por la pandemia, en estos meses Maxi Gargaglione atravesó dos situaciones fuertes en la vida de cualquier ser humano: nació Genaro, su tercer hijo, el primer varón de la descendencia, y el mismo día de la muerte de Maradona falleció su abuela paterna, a la que al menos logró ver un par de días antes de su partida.

"Pasé todo el embarazo de mi esposa durante la pandemia y el nacimiento fue en octubre, durante la cuarentena y con todos los cuidados. Fue muy especial, porque ella se tuvo que internar sola, no estaban permitidas las visitas, así que después del parto estuvimos en la clínica apenas mi señora y yo" contó.

"Mis padres están en el grupo de riesgo, y llevamos adelante los cuidados especiales por sus patologías. A mis abuelos tampoco los vi en su momento y ahora que se habilitaron algunas cosas los alcance a ver, en especial a la abuela que falleció hace una semana. No la veía desde marzo, y tuve la suerte al menos de estar con ella un par de días antes y despedirla" relató.

"Trabajo no faltó" celebró el legendario capitán de Ferro.

Maxi es licenciado en seguridad e higiene y el coronavirus golpeó a su puerta más de lo normal.

"Siempre estuvieron las enfermedades laborales de riesgo biológico en nuestra profesión, pero este año casi en lo único que trabajó la empresa fue sobre el coronavirus" reveló.

Dentro de un panorama complejo para el fútbol del interior, Maxi reveló que, si en algún momento había manejado la chance del retiro por sus ocupaciones profesionales, no será un virus el que se encargue de ello, con 33 años cumplidos en pandemia.

"Como veníamos, con preocupaciones por el trabajo, la familia, a veces ir a entrenar se hacía más duro, y es como que el coronavirus me puso ante la disyuntiva dejar o seguir" dijo.

"En el fútbol profesional hubo casos de jugadores muy importantes que optaron por colgar los botines. En mi caso me tira para el otro lado, porque dentro de todas las cosas que sucedieron pude confirmar lo importante que es el fútbol para mí, y siento que la inactividad me dio más energías aún para volver renovado y con ganas" anticipó.

Néstor Ramírez podría estar ante una opción parecida, la del camino bifurcado.

"Lógicamente que en lo físico cuesta más que antes, pero pienso seguir, y voy en el día a día, sin decisiones apresuradas" comentó el arquero símbolo de El Fortín.

"Cuando vea que no puedo sostener el ritmo de mis compañeros, solo me daré cuenta, pero las ganas siguen intactas y el parate de tantos días me sirvió para darme cuenta de que extraño un montón al fútbol y de que aún no es momento de decir basta" afirmó.

Sólo en primera división, Néstor llevaba un cuarto de siglo ininterrumpido adentro de la cancha.

"En lo personal esta pandemia me permitió dedicarle más tiempo a la familia y eso estuvo bueno, pero en lo futbolístico y en lo físico me costó: entrené solo, salí a correr con mi sobrino muchas veces, y se extraña no tener contacto con los compañeros y con la pelota todos los días. Pude seguir moviéndome, pero ya se notan los 42" bromeó.

Los meses pandémicos fueron tranquilos en el aspecto familiar, tanto de su lado como el de su esposa: "Cuidándonos, lógicamente".

"Mis padres son grandes, aunque por suerte ahora se van normalizando las cosas de a poquito. Al principio fueron varios meses sin verlos, después -cuando pasamos a Fase V- vieron a los nenes más que nada. Era lo que más los golpeaba desde el punto de vista anímico, entonces decidimos con las precaucioness correspondientes que pudieran ver a sus nietos y eso les hizo bien. La tristeza a veces es peor que otras enfermedades. Se hizo largo, pero pudieron pasar ese mal momento" reflexionó.

Juan Longhini no fue uno más en el fútbol olavarriense de los últimos tres lustros.

Sus goles lo celebraron varias camisetas y de su fútbol sacaron provecho en campeonatos del Consejo Federal Ferro (sobre todo), El Fortín (con ascenso incluido), Estudiantes y Racing.

En esta pandemia le puso fin a una larga carrera y a centenares de gritos.

"Mucho tiempo parado, cambié de trabajo en el medio, se me complicaba con los horarios y fueron demasiados años..." explicó.

El coronavirus se metió con su familia, aunque sin consecuencias mayores.

"Casi todos la pasamos diez puntos. La única que se contagió fue mi hermana mayor, pero se aisló con la pareja en su casa; el resto bien, y eso que yo en estos meses estuve la mayor parte de tiempo laburando en la calle" mencionó Juan.

Con Braian Toro, compañero en su último equipo, vieron cómo se interrumpía por la pandemia la campaña de Racing en el mejor momento: una semana después de la clasificación con un gran partido frente a El Fortín y una semana antes de debutar en el siguiente obstáculo camino al ascenso.

Por lo menos, la situación de Racing en el TRFA lo volvió al contacto con la pelota en esta puesta a punto previa a la reanudación del certamen.

"Me costó las primeras semanas, por los dolores y la exigencia después de tanto tiempo de inactividad, pero ya me adapté; de a poquito va aflojando con los partidos amistosos y la tranquilidad que dan estas definiciones sobre la continuidad del torneo" observó Toro.

El aislamiento lo transitó en su pueblo, donde se unen en sur de Buenos Aires con el norte de Río Negro.

"El primer mes, hasta mitad de abril, estuve en San Antonio Oeste, y después me alquilé un departamento en Las Grutas por precaución, porque mi viejo tuvo tuberculosis cuando era joven y estábamos un poco asustados con ese tema" manifestó.

A pesar de los cuidados especiales, Braian sacó la parte buena de una época tan especial. "Traté de aprovechar el tiempo para disfrutar de otras cosas. A los 14 años me fui a Mar del Plata a hacer inferiores y volvía sólo por unos días a casa".

"En ese sentido, lo malo de la pandemia lo compensé disfrutando de la familia, recuperando cosas que me perdí, por ejemplo el crecimiento de mis hermanitas. Ellas son mellizas, tienen 14 años y cuando dejé mi casa eran bebés; con mi sobrinito, el hijo de mi hermano pasó lo mismo" resaltó.

En las mañanas trabajaba con su viejo en la construcción, por la tarde vendía ropa deportiva que le mandaba un amigo diseñador que vive en Buenos Aires y aprovechaba los generosos médanos de la zona para mover el cuerpo bajo la supervisión de otro amigo, profesor de educación física.

"Traté de estar ocupado, porque con este parate si no hubiese hecho nada me terminaba retirando" dijo, como una síntesis de lo que experimentan los futbolistas en una situación inédita y adversa como no hubo en el mundo desde que el fútbol es fútbol y la pelota es lo que es.