Daniel Lovano / dlovano@elpopular.com.ar

Fotos: Carlos Ramírez

Esta noche, cuando el Maxi de Estudiantes lo consagre padrino de la edición 2019 del Bataracito, será imposible que desde algún lugar de su memoria José Montesano no rescate las cosas que ha vivido en las últimos años durante el mes de marzo.

En 2017, después de una durísima pulseada, estaba a punto de torcerle el brazo al cáncer, y el año pasado Emanuel Ginóbili lo recibía en su casa de San Antonio antes de decirle adiós al básquetbol y a la NBA.

Como en buena parte de este relato -grabador de por medio- hoy habrá lugar para la emoción por la iniciativa de alguien que lo apuntaló allá, en sus comienzos, en el deporte que hoy lo tiene como uno de los grandes referentes del periodismo argentino.

"Con Memo (Ducuing) me une una gran amistad. Le reconozco haberme ayudado mucho cuando empecé, además de haber sido compañero de colegio y amigo. Soy un agradecido con la gente que me dio una mano y cuando me inicié a relatar voley Daniel Maletta y él me explicaban cuestiones vinculadas con el juego. Era difícil saber si estaba bien o mal el laburo, y ellos fueron los que estuvieron a mi lado. Y siempre muy sensatos" recordó.

Llegó de Bolívar, luego de transmitir el partido entre el local y River, por los playoffs de la Liga de Vóleibol Argentina, y allí tomó contacto con este reconocimiento.

"Una vez nos encontramos, lo charlamos y de mi parte le di una mano con la difusión. El voley de Estudiantes me parece que está muy bien. Viene de conseguir algo importantísimo, como un campeonato argentino. Le decía a ''Memo'' que fue un mimo por tantas noches de volverse a las 11 a su casa, por pasar frío, por hacer un montón de trabajos que tanta gente hace en tantos clubes del Interior, y quizás no trascienden porque no se logran los títulos. El lo tiene, para que se vea el trabajo que viene haciendo desde que lo conozco", destacó.

"Para mí está bueno también. Es una disciplina con la que me siento identificado; es Estudiantes, el club del que soy hincha. Es muy fuerte. Yo siempre digo que Olavarría es mi cable a tierra y todo lo que recibo de acá es bueno. Siempre traté de transmitir que soy de Olavarría y en la medida de lo posible me gustaba ser distinto en eso, en mostrar algo de la Ciudad, de los clubes. Cualquier reconocimiento está bueno que pase ahora. A veces se hacen y ya no estamos en esta tierra" acotó.

Se lo ve pleno, recuperado, feliz luego de la prueba que le atravesó la vida. "Empecé a valorar mucho más lo que la gente da a partir de haberme recuperado de un cáncer, de haberme salvado y de haberme curado. Siento que en gran medida me salvé por todo lo que me dio la gente, como energía, cadenas de oraciones. Entonces cada cosa que recibo es recontra fuerte. Esto, o que venga alguien a decirme ''tengo a mi mujer enferma de cáncer y le hablo de vos''. Capaz que me lo dicen en San Juan. A veces me quiebro y me pongo a llorar" reconoció.

"Mosquito", porque sigue siendo el mismo "Mosquito" que hace un cuarto de siglo dejó todo y se fue a Buenos Aires en busca de su vocación, tiene la autoridad suficiente para analizar un consejo que reciben quienes atraviesan situaciones límite.

"Creo que no es tan cierto que cosas así a uno le cambian la vida un ciento por ciento. Se puede ver de otra manera, pero no siempre se logra. Es imposible vivir sin que nada me roce. Por ahí un montón de cosas cambiaron en mi escala de valores, pero otro montón de cosas me van a seguir jodiendo. En algunas cosas mi cabeza cambió, en otras no y cuando veo que en esas cosas no cambió me pongo mal y me digo ''y cuál fue el aprendizaje por haber zafado del cáncer''. Trato de disfrutar un poco más de las cosas, y de esto que me va a pasar (esta noche) en Estudiantes" dijo.

Su lucha le permitió reconocer aristas propias que no tenía presentes. "Me sigo sorprendiendo -reconoció- hoy en día de cómo afronté el cáncer. Hace dos años estaba en pleno tratamiento, recibiendo la quinta o cuarta quimioterapia. Lo miro a la distancia y dijo ''ufff'' (resopla)".

"Es como que no tengo registro de un montón de cosas que pasaban alrededor del cáncer. Sí tengo registrado lo que me pasaba con la enfermedad, con querer estar vivo y luchar para ello. Fueron seis o siete meses de médico -análisis- internación. Digo ''yo no era éste''; por mi cabeza, por la cantidad de droga que me metían en cada quimio. Miro a la distancia y digo ''uhh, tuve unos huevos bárbaros'' y me pregunto ''cómo la pasé'', si yo veo todos los días que alguien se muere" enfatizó.

Con el cáncer, José también dejó atrás los tabúes. "Está bueno que lo pueda contar, y que pueda hablar libremente de esto. Y quiero hablar de esto, y necesito que la gente pueda hablar de esto. Que hable de ''cáncer'' y diga que es cáncer, y no digan ''la papa'' o se agarren el huevo izquierdo. Sé que es una palabra muy fuerte y que está relacionada con la muerte, pero también sé que no toda la gente que tiene cáncer se muere. Lo mínimo que puedo hacer es transmitir eso" sostuvo.

La lucha no le dio lugar ni siquiera para preguntarse "por qué a mí".

Fue minuto a minuto, día a día. "No tuve tiempo de nada. Creo que lo más difícil de la enfermedad, de los dolores y de todo lo que viví en cada quimio, con 10 drogas ingresando en mi cuerpo es que no da tiempo a procesar nada. Me dieron la noticia y para adelante. O no. Es la decisión de cada uno. Yo decidí ir para adelante" recordó.

"A mí me dieron la noticia un martes, y al otro lunes estaba haciendo la quimioterapia. Yo no podía hablar con mis amigos, con mi vieja. No podía dimensionar el ''por qué a mí''. Sí que podía morirme, más allá de que los médicos nunca me hablaron de muerte. Pero un montón de veces se me cruzó ''capaz que es la última vez que ceno con mi familia'' o ''capaz que es la última vez que veo a mi hija''. Lo otro que también es complicado para alguien que está enfermo, es que los resultados siempre están al tiempo, y esa espera desespera" apuntó.

"La pasé mal; sentía dolores al principio, se me cayó el pelo, se me cayeron las cejas, tuve alergia a algunos medicamentos, tuve dos descomposturas grandes y en una pensé que me quedaba. Pero también sé que hay gente que la pasó mucho peor, y que no zafó" advirtió.

El aura de afecto que lo rodeó fue una terapia extra: "Cuando uno escucha ''el amor cura'' a veces piensa que es chamuyo, y yo siento que el amor también me ayudó. Luchaba para estar vivo por mis hijas. Un domingo a las 10 de la noche salí para el culo de la quimio, porque al otro día mis hijas empezaban la escuela y quería estar. Y estuve. A las dos horas tuve que caer a internarme porque me había descompuesto, pero ellas fueron mi motor".

Otra prueba. "Me encuentro con gente que me dice que rezó por mí... en Salta. Sentía que tenía un montón de gente a mi alrededor que hacía fuerza para que no me vaya. Independientemente de la medicación, de los doctores y de las enfermeras que son cracks. También sé que hay un montón de gente que no tuvo las oportunidades que tuve yo con esta enfermedad" admitió José.

Desde su lugar, hoy trata de devolver esa misma energía: "Me ayudó mucho la terapia y me ayudó gente que había pasado por lo mismo, entonces ahora trato de estar al lado de aquel que lo necesita. Es bueno poder acercarme, después el que está enfermo decide si quiere escucharme o no. No sé... le mando un mensaje a Falcioni (Julio César), porque me lo encontré un día y sé que me contesta. Aprendí a estar al lado del que lo necesita, porque antes no sabía y porque a un montón de gente le pasó conmigo, que en un momento dado no supo cómo actuar, levantar el teléfono o mandar un mensaje".

"Siempre cuento, porque me parece la anécdota más loca que me pasó. Un día estaba para atrás, mal de todos lados. Fui a Medicus, y me entró un mensaje de Whatsapp de un número que no conocía. Decía ''hola José, soy Juan Fleita, te quería mandar un abrazo. Vos sos el que tiene la pelota, nosotros somos los hinchas. Vamos a rezar, vamos a estar a tu lado''. Y yo con Fleita no había hablado en mi vida. Fleita en ese momento me cambió el día" comentó. Y los ojos aguantan, pero los labios no pueden disimular la emoción.

Hasta que el día esperado llegó, el del alta: "Fue raro, porque tuve que esperar dos estudios. Primero me dieron un resultado; me informaron que todo se había ido y que los ganglios habían regresado a su tamaño natural, pero había que definir si me hacían trasplante de médula o no, y hasta no contar con ese otro análisis no podía celebrar con champán".

"No quería llegar a eso, no quería nada más, hasta que me dijeron que estaba todo bien. Hoy, me parece mucho más fuerte que en ese momento, porque lo puedo ver desde otro lado. Tampoco me creo Giunta, pero me pregunto ''mierda, cómo hice''. Si era un cagón, si se me bajaba la presión" bromeó.

Sólo un año pasó desde el regreso a otra cosa que tanto deseaba. "En el trabajo soy el mismo, por ahí mucho más tranquilo, con menos carga dentro del canal. Sigo con viajes, sigo con las transmisiones, pero me di cuenta de que no podía seguir así y el placer me viene con el relato, que es lo que mejor me hace. El relato es mi lugar, y partir de ahí me quedé con el básquet y con el voley. No tanto con estudios, tampoco con el noticiero, ni Domingol. Sí también con cobertura de la selección de básquetbol, alguna cobertura especial" relató.

Entre aquel marzo de hace dos años y este que lo verá siendo reconocido en el Maxi, el de 2018 le mostró a todo el país que era el mismo de antes.

"La nota con Manu fue muy fuerte. Me la re debía. Nunca había ido a San Antonio y Manu se iba. Viajé con Emiliano, mi hijo, así que fue un combo perfecto. Eran sus últimos partidos, en vivo, la gente que viajaba de la Argentina. Y un año antes la estaba luchando para ver si zafaba. Cuando me vio, me dijo ''bienvenido a mi segundo hogar, pensé que no ibas a venir'', y yo le dije ''yo también pensé que no iba a venir''. La verdad que Manu, pero fundamentalmente los deportistas, conmigo tuvieron una actitud tremenda. Conmigo o con mi familia. Llegaron a decirme que si no tenía plata para el tratamiento, Fulano, Mengano y Sultano estaban dispuestos a ponerla".