"Quédate a vivir en Boedo, Pájaro", le pide un hincha de San Lorenzo entrado en años a Federico Marín. El alero acaba de ser el héroe en la salvación de San Lorenzo del descenso en la Liga Nacional de Básquet (LNB) ante Atenas de Córdoba y todo el Polideportivo Roberto Pando quiere una foto con él o un autógrafo. El jugador de 41 años ya no tiene la remera y un joven le pide el pantalón, pero lo prometió. Los azulgranas le agradecen haber sido la bandera de un plantel que mantuvo la categoría y empujó a la segunda división al club más ganador de la historia de la competencia con nueve títulos y el que participó, hasta esta temporada, en todos los torneos.

El Ciclón llegó a la serie por la permanencia por la mala temporada regular que hizo con ocho victorias y 30 derrotas. Teniendo en cuenta también el cruce contra el Griego, no ganó ningún juego de visitante. Sin embargo, con la ventaja de localía y, sobre todo con Marín, pasó el mal trago. El experimentado jugador promedió en los cinco encuentros 18,4 puntos con un 53% de aciertos en triples; 4,6 rebotes; y 2 asistencias. Y su mejor actuación fue cuando no había mañana para su equipo, este martes. En un contexto de mucho nerviosismo, se cargó a los suyos al hombro y los empujó a la orilla de un río revuelto siendo amo y señor del juego atacando y defendiendo, también levantando al público en momentos de zozobra. Su noche, la del alivio, terminó con 21 unidades -4 de 8 en triples-, 8 rebotes y 2 pases gol.

Sus cifras fueron extraordinarias, sobre todo por la presión con la que se jugaron los encuentros porque la camiseta del club de Boedo también es muy pesada en el básquet nacional. "Fue una de las series más difíciles que me tocaron en mi carrera. Habíamos mostrado un buen nivel en los dos primeros partidos, fuimos a Córdoba y la gente de Atenas bancó mucho a su equipo y fue un factor importante y anímico. Pero sentíamos que si seguíamos defendiendo bien acá iba a ser muy difícil que se nos escapara. Ofensivamente en el primer tiempo no estuvimos bien, pero estábamos bien defensivamente y sabíamos que tarde o temprano lo íbamos a quebrar", analizó el hombre de mil batallas ante LA NACION, todavía en el estadio que un rato antes deliró con sus andanzas.

Mesurado y consciente de la realidad, en medio de la algarabía, aclaró: "No nos sentimos orgullosos de haber jugado un play out, pero sí de jugar una permanencia y ganarla porque es más presión que cualquier otra cosa. Si perdés una final, al menos llegaste a la final. Pero jugar un play out no es para cualquiera y hubo mucha valentía para jugar esta serie. Había muchos debutantes, chicos jóvenes que quizás no tenían tantos minutos. Sentía que íbamos a ganar la serie porque respondieron en los momentos más difíciles. Hubo un gran trabajo del psicólogo deportivo, del cuerpo técnico en no presionar a los más jóvenes, de los dirigentes que nunca nos vinieron a decir que teníamos todo y qué pasaba que no ganábamos y siempre estuvieron a disposición para lo que necesitáramos. Los más grandes tratamos de guiar a los más jóvenes, cuando me trajeron querían eso de mí".

Por Emir Diamante | La Nación