BELO HORIZONTE / Daniel Lovano,

enviado especial de EL POPULAR Medios

"Bem-vindo ao Brasil" (bienvenido a Brasil). Tal fue la recepción de Evandro Cruz, generoso anfitrión en Belo Horizonte del grupo de periodistas argentinos que componen, entre otros, los enviados especiales de EL POPULAR Medios a la Copa del Mundo de Brasil 2014.

Lo dijo tras enterarse de la "recepción" en el aeropuerto internacional de El Galeão: el regateo de los taxistas, que empiezan pidiendo 70 reales (cada real se cotiza 3,61 al cambio oficial, 30 por ciento más de carga impositiva para la cotización "turista" y 5,50 pesos el "blue") para cubrir los 15 minutos que lo separan de la Estación Terminal de Omnibus "Presidente Vargas".

No pueden competir con los impecables micros línea de color azul estacionados en la explanada del Aeropuerto Internacional, que cubren el mismo trayecto por 12 reales.

En ese recorrido hasta la "estação rodoviária" (terminal de ómnibus), Río se muestra poco preocupada por exhibir una cara muy diferente de la que debió ser la habitual.

Unas pocas banderas colgadas de los puentes, algún puesto de venta de merchandising, la referencia de Fuleco (la mascota oficial) en el ingreso dan cuenta de que en pocos días el evento deportivo más importante del planeta dará comienzo en esta tierra, donde mejor se lo juega, y además son los que más veces se han llevado la Copa para sus vitrinas.

Micros irreprochables, a un costo de 80 reales, cubren en seis horas los 400 kilómetros que separan a la antigua capital federal con Belo Horizonte por un terreno escapado y una ruta que no denota demasiada inversión en infraestructura. No muy diferente de las que se sufren en aquellas pampas, varios miles de kilómetros al Sur.

Si Río no muestra el carácter festivo esperado para la Copa inminente, en buena parte de Belo Horizonte directamente no existe. Un par de decenas de kilómetros, que atraviesan la importante avenida comercial de la ciudad más importante de Minas Gerais sin una mención al Mundial; al contrario. Aquí la Copa dispara otros sentimientos.

"El año pasado, cuando se jugó uno de los partidos de semifinales de la Copa de las Confederaciones en el Mineirao, llegaron manifestantes que viven en los morros (los cerros adyacentes a la zona céntrica), rompieron las vidrieras y saquearon todos los comercios. Por eso ''você'' puede ver los ventanales tapiados o bloqueados con cortinas metálicas", relataba Francisco, nuestro chofer, que debió reemplazar a Renato, en la madrugada flamante padre de su segundo hijo, su primera niña.

"La gente está muy disconforme; se hicieron inversiones desmedidas en los estadios y no se terminaron las obras de infraestructura prometidas. Se había hablado de un tren rápido entre Campinhas (afuera de San Pablo) y Río de Janeiro, que ni siquiera está empezado. Es cierto que Brasil está mejor que 14 años atrás, pero le faltaban varios años antes de comprometerse a organizar la Copa del Mundo. Pasa que quisieron mostrar al país como una potencia mundial, y aún nos falta bastante", reflexionó João, un empleado de la Fiat (que tiene en esta ciudad su principal fábrica del continente), que venía de pasar algunos días en Santa Isabel, la planta de la multinacional italiana en la Argentina. "Belo Horizonte tiene algo de Córdoba; sus sierras, pero Córdoba es mucho más limpia, mucho más prolija", comparó. 

La residencia del grupo de trabajo está a 8 kilómetros de la "Pampulha", una especie de centro cívico icónico de esta ciudad donde se encuentra, entre otros, el estadio Mineirao. "Ahora dicen que la FIFA va a crear un escudo de 6 kilómetros alrededor del estadio para evitar incidentes los días que se juegan partidos de la Copa", advirtió Evandro, el anfitrión. Así se vive el Mundial hoy en Brasil. La alegría, por ahora, ni siquiera es brasileña.